En la primera parte de esta reflexión sobre Abjasia y Georgia se mencionaba que la aparición de líderes nacionalistas georgianos carismáticos como Merab Kostava y Zviad Gamsakhurdia con un discurso etnonacional radical acabó por marginar y alienar a las minorías no georgianas del país como abjasos, osetios, armenios y azerbaiyanos, además de tensionar las relaciones con los líderes soviéticos en Moscú a los que tildaban de “colonialistas” e “imperialistas”.

Si bien Kostava, un profesor de música y famoso disidente político en la década de los setenta fue quien inició la campaña política anti-Moscú y muy agresiva contra abjasos y osetios, su muerte en octubre de 1989 en un accidente automovilístico no exento de polémicas y rumores que apuntaban a Moscú, le abrió las puertas a Zviad Gamsakhurdia, un político proveniente de la región de Mingrelia quien instalaría un discurso popular sobre el destino divino de la nación georgiana y las amenazas que se cernían sobre la misma.

Durante todo el verano de 1989 se registraron manifestaciones masivas lideradas por Kostava y Gamsakhurdia que incluían proclamas antiabjasas, lo que demostraba que el discurso étnico georgiano conseguía acumular apoyo popular en detrimento de la convivencia y coexistencia interétnica característica de la historia común de abjasos, osetios, georgianos, armenios y azerbaiyanos.

Durante la noche del 8 de abril y la madrugada del día siguiente el regimiento soviético estacionado en Tbilisi embistió una de esas manifestaciones de manera violenta dejando como saldo final a 20 civiles muertos, la mayoría de las víctimas mortales fueron mujeres que fallecieron al ser aplastadas por la multitud que huía de los cañones de agua y gas soviéticos. Toda la Unión Soviética se despertó el 9 de abril con esta noticia que provocó una crisis política sin parangón  que llevó a Eduard Shevardnadze a viajar a Tbilisi a intentar calmar los ánimos. Las repercusiones fueron tan profundas que en septiembre del mismo, 89% de la población georgiana apoyaban la independencia del país del control soviético y no es descabellado señalar esta fecha como el inicio del enfrentamiento Tbilisi-Moscú que años después llevaría a la Guerra Ruso-Georgiana de agosto del 2008.

El rompimiento con el entramado soviético no quedó solo en la calle, sino que se trasladó al espacio político y legal, ejemplo de lo anterior fue el voto emitido en noviembre de ese mismo 1989 en el Soviet Supremo de Georgia por el cual se declaraba ilegal (y por lo tanto inválido) la incorporación bolchevique de Georgia en 1921 definiéndola como una “anexión ilegal”. Iniciaba así el proceso de reconfiguración no nada más del nacionalismo georgiano moderno, sino también la reinterpretación de la historia para ajustarla a ese mismo nacionalismo emergente.

En el plano interno las cosas seguían un derrotero radical, pues políticos georgianos (especialmente Gamsakhurdia) presionaban para declarar ilegales a todos los partidos políticos locales y que no tuvieran presencia nacional, ello significaba la exclusión de todas las agrupaciones políticas abjasas, osetias, armenias y azerbaiyanas de espacios parlamentarios.

El enfrentamiento con Moscú y la tensión interétnica interna se veían agudizados por una situación económica y de inseguridad graves. Mientras mafiosos y delincuentes, como el famoso Jaba Ioseliani, dominaban amplios sectores de la economía local, grupos paramilitares creados y financiados por esos mismos mafiosos, entre los que destacó el llamado Mkhedrioni o “Caballeros”, aterrorizaban a la sociedad civil, en especial a las minorías no georgianas.

Gamsakhurdia, ya instalado como líder indiscutido del nacionalismo georgiano post-soviético, utilizaría el dominio de su coalición política “Mesa Redonda” en el Parlamento para promulgar legislación cuyo objetivo principal era la separación del control soviético y que contenía un objetivo secundario: restar poder a las autonomías de Abjasia y Osetia que se habían gestado durante ese periodo soviético que ahora eran declaradas ilegales y nulas por un Gamsakhurdia que veía la mano e influencia de Moscú detrás de los movimientos nacionalistas abjasos y osetios.

El 9 de abril de 1990, fecha simbólica en el desarrollo del nacionalismo georgiano moderno, Gamsakhurdia declaró la independencia total de Georgia de la Unión Soviética con un discurso en el que se afirmaba que el territorio georgiano era soberano e indivisible mientras no hacía ninguna mención a las minorías no georgianas del país.

El círculo se cerró cuando Gamsakhurdia obtuvo más de 86% de los votos en la elección presidencial. Llegaba así al poder un líder carismático que montó su discurso y acción política en una visión anti soviética radical y en la exacerbación de un nacionalismo georgiano étnico que llevaría muy pronto a Gamsakhurdia a un callejón sin salida.

A la Georgia, ahora independiente, le adolecían muchos pilares centrales para ser un Estado funcional con instituciones nacionales sólidas y democráticas. Mientras el presidente prometía el paraíso a sus seguidores en sentidos discursos públicos, en la realidad la economía se derrumbaba, las bandas paramilitares campeaban a sus anchas y operaban impunemente en una sociedad civil fracturada por el mismo discurso político que empoderaba a Gamsakhurdia a lo que se sumaba una pésima relación con Moscú que se agravó aún más cuando el presidente georgiano se negó a condenar el intento de golpe de Estado contra Gorbachov de agosto de 1991.

Así como la trayectoria ascendente al poder de Gamsakhurdia fue espectacular también su descenso político fue extraordinario. En cuestión de meses la oposición logró organizarse bajo el liderazgo de una troika compuesta por Tengiz Kitovani, Tengiz Sigua y el ya mencionado Ioseliani y que lograría derrocar a Gamsakhurdia en diciembre de 1991 con ayuda soviética en medio de una guerra civil que dejaría más de 120 personas muertas y mucha destrucción de infraestructura en Tbilisi.

El periodo 1989-1991 dejó una impronta profunda y negativa tanto a nivel interno en donde las narrativas étnicas radicales se instalaron, como en su relación hacia un Moscú que aún contaba con capacidades de incidencia importantes tanto en el Cáucaso del Sur en general como en Georgia, Abjasia y Osetia en particular. Sukhumi, la capital de Abajasia experimentó graves enfrentamientos callejeros entre abjasos y georgianos.

El periodo reformista de Gorvachov iniciado en 1985 puso, entre otros temas y conflictos intrasoviéticos, el estatus político de Abjasia a debate nuevamente, pues mientras para los abjasos el estar bajo control georgiano significaba un alejamiento involuntario de la Unión Soviética para los georgianos las aspiraciones separatistas e independentistas abjasas representaban una amenaza a la integridad territorial de la república. Las tensiones interétnicas aumentaron y se manifestaron tanto en espacios deportivos (juegos de futbol) como en choques violentos en campus universitarios como el registrado en julio de 1989 cuando estudiantes georgianos y abjasos se enfrentaron dejando 16 muertos, varios heridos y las instalaciones de la Universidad de Sukhumi severamente dañadas.

El 25 de agosto de 1990 el Soviet Supremo de Abjasia, compuesto en su gran mayoría por abjasos étnicos, proclamó a Abjasia una república parte integral de la Unión Soviética. Esta decisión fue rechazada e invalidada por un Gamasakhurdia que proclamaba la independencia de Georgia de la Unión Soviética y que contenía las regiones de Abjasia y Osetia del Sur.[i]

En este periodo emergió la figura de Vladislav Ardzinba, un profesor universitario que demostró habilidades políticas y que pronto concentró el suficiente capital político para mostrarse como el líder nacional abjaso y quien enfrentaba la retórica nacionalista de Gamsakhurdia mismo que durante 1991 intentó cambiar su postura hacia las minorías no georgianas del país. Muy tarde Gamsakhurdia prometió respeto a las culturas minoritarias y sus lenguajes, se deshizo en elogios hacia abjasos y osetios mientras aseguraba que en una Georgia independiente y unida todas las minorías compartirían el poder.

Aunque Gamsakhurdia cedería el poder y las promesas de respeto y tolerancia se mantuvieron la bola de nieve creada durante años seguía camino abajo. La provocación que llevó a la guerra de agosto de 1992 fue la visita de Tengiz Kitovani, en ese momento líder de la Guardia Nacional Georgiana, a Sukhumi al frente de una manifestación nacionalista que pretendía liberar las líneas férreas tomadas por algunos separatistas abjasos. El 14 de agosto tropas armadas georgianas tomaron edificios gubernamentales, estaciones de radio  y saquearon la ciudad de Sukhumi mientras Kitovani aparecía en televisión disolviendo el Parlamento abjaso y declarando a Ardzinba como enemigo del Estado.

Nuevas tropas georgianas se sumaron durante el 15 de agosto ocupando el pueblo norteño de Gagra lo que despertó sospechas del nivel de involucramiento de un Shevardnadze que quince días antes celebraba la aceptación de Georgia en las Naciones Unidas. ¿Shevardnadze esperó a obtener el reconocimiento internacional para lanzar la ofensiva contra Abjasia o Kitovani aceleró la serie de eventos los que fueron encaminando a la partes al conflicto sin conocimiento ni aprobación de Shevardnadze? Esa pregunta es aún objeto de debate entre los círculos especializados tanto académicos como políticos.

Un Yeltsin, tomado por sorpresa por los eventos mientras vacacionaba en Sochi, se contactó con Shevardnadze para intentar contener el conflicto que amenazaba no sólo el estatus de Abjasia al interior de Georgia sino la vida de miles de personas incluido el medio millón de georgianos étnicos residentes en Abjasia.

La guerra entre abjasos y georgianos se prolongó durante quince meses durante los cuales se pactaron varios ceses al fuego negociados por Moscú. Mientras para Rusia este conflicto resultó importante y contó con una amplia cobertura mediática es interesante constatar que en Occidente pasó totalmente desapercibido tanto por la clase política europea y norteamericana como por los medios de comunicación que se limitaron a reportar de manera simplista las narrativas emanadas de las voces oficiales e ignorando el sufrimiento de civiles un patrón que en 2020 parece continuar.

El papel de Rusia en este conflicto también sigue y marca el patrón que se registra en los conflictos del Cáucaso pues mientras por un lado se presentaba con el mediador entre las partes, por otra ayudaba militarmente a las fuerzas abjasas.

La guerra se detuvo momentáneamente el 27 de julio de 1993 cuando Moscú logró negociar un cese al fuego que estuvo sustentado por el ministro de Defensa Ruso, Pavel Grachev, quien tenía influencia en el liderazgo abjaso pero también contactos constantes con los líderes georgianos. En septiembre se retomarían los combates cuando fuerzas abjasas atacaron las posiciones georgianas en Sukhumi las cuales se rindieron el 27 de ese mismo mes causando pánico entre la población civil georgiana de Abjasia y generando un éxodo de miles de personas que provocó una crisis de refugiados para Tbilisi.

Abjasia resultó vencedora en una guerra que dejó secuelas y consecuencias negativas tanto para Georgia como para la victoriosa Abjasia que serán analizadas en la tercera parte de esta reflexión y que nos permitirán comprender las influencias de este periodo en los eventos que llevaron a la guerra Ruso-Georgiana de 2008.


[i] Me he basado en la crónica de la guerra en el libro de Thomas de Waal, The Caucasus. An Introduction.