El año de 1994 en México fue peculiar, por decir lo menos, fue un año tremendo: el 1 de enero se levantó en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ese mismo día entró en vigor el primer Tratado de Libre Comercio de América del Norte; en marzo asesinaron al entonces candidato del PRI a la presidencia de la República y por si faltara algo, el 22 de diciembre el peso entró en libre flotación devaluándose al momento de forma estrepitosa sin reservas internacionales que respaldaran el estallido de los Tesobonos y las salidas de capital.

Quienes tenían créditos hipotecarios o de automóviles, quienes invirtieron en contratos de tasa libre se desplomaron junto con el peso. Los bancos ejecutaron embargos, quitaron casas y autos, las familias pasaron de una situación de ensueño, enamoradas del salinato y su promesa de Primer Mundo, al caos, algunos a racionar la comida, a “arrimarse” con familiares; algunos se suicidaron para liberar a sus descendientes de las deudas.

1994 se marcó a fuego en una generación que, sin embargo, todavía no habla al respecto. Lilia Ávalos (San Luis Potosí) explora narrativamente en este periodo de nuestra historia para contarnos los efectos de la crisis en la microhistoria, en la vida de las familias con su novela, ganadora del premio Dolores Castro 2020, Aura Ayar. Pudimos platicar con ella al respecto.

Isaura Leonardo.- 1994 es un tema fascinante, todo ese año en México fue brutal, pasó todo lo que cabría posible que sucediera, incluido el homicidio de un candidato del PRI. ¿Cómo llegaste a la idea de ubicar tu novela en la crisis de esa época sin que sea una novela histórica o política en términos clásicos?

Lilia Ávalos.- Pensé que hay un vacío literario respecto a la historia de México, pero más bien con la microhistoria o las mitologías familiares. Pensaba que hay literatura que trata acerca de cómo ciertos sucesos históricos, como la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Española, influyeron en la manera de sentir y relacionarse con los otros. Noté la ausencia de una literatura así en México para este año en particular y me dispuse a desarrollar el tema. Normalmente decimos que desconocer la historia te obliga a repetirla, pero solemos pensar esta frase a nivel social. En Aura Ayar hablo de que esto también sucede a nivel de las emociones personales, de los ecos que continúan teniendo influencia en el presente aun cuando fueron desencadenados por eventos del pasado. Me interesaba notar las consecuencias afectivas de la macrohistoria y la macroeconomía. Sin las vivencias de las personas todo se reduce a una lista de datos; la literatura es una forma de mostrar la otra parte.

IL.- Hablas al principio de la novela del fracaso de los padres como algo que nos educa en la supervivencia pese a todo, ¿por fracaso tienes en mente a la crisis?, ¿podrías ampliar en esto?

LA.- La crisis económica del 94 implicó fracaso económico, pero con ello vino también la desesperanza, el dolor, el hambre. Todos los integrantes de una familia son proclives a sentir esto, pero los padres no pueden abandonarse a este dolor porque tienen que seguir cumpliendo con sus responsabilidades. La idea era mostrar a los padres no sólo como figuras parentales, sino también como personas que sienten sus propios dolores. Lo trágico es que esta dualidad suele alejarlos del rol ideal de padres al mismo tiempo que también quedan en deuda consigo mismos y sus necesidades particulares. Se hace lo que se puede con lo que hay, pero la sensación de deuda emocional persiste aun cuando lo peor de la crisis económica haya pasado. Tal vez los hijos no entiendan la situación, pero sus vivencias son suficientes para que al mismo tiempo perciban tanto el esfuerzo de sus padres por hacer frente a la precariedad como también sus carencias afectivas hacia ellos. Lo económico se vuelve afectivo.

IL.- ¿Cómo exploraste el tema de la identidad enmarcado en una crisis económica?

LA.- En las respuestas anteriores hablo de que lo económico se vuelve afectivo. Quise desarrollar la manera en que las sensaciones desencadenadas por esta crisis terminaron creando o destruyendo vínculos, de manera que estos se construyeron sobre la tristeza, la carencia y la desconfianza. Es curioso que quienes hasta el momento han leído Aura Ayar se han sentido identificados por los hechos que se sustentan en estas sensaciones. Según sus testimonios, la lectura los llevó a recordar aquellos años y a notar que vivieron y sintieron situaciones muy parecidas a las que se describen en la novela. Se asoma un reconocimiento generacional antes velado o desestructurado por la memoria, un “a mí también me pasó como a Aura”, confesión que suele ser al mismo tiempo dolorosa, pero también reconfortante al volver a estar en contacto con una parte de sí mismos que quedó procesada de manera tan ambigua como el tiempo pasado donde se originó. Es uno de los motivos por los que la protagonista de la novela se llama Aura, porque es un aura de la época, una abstracción de las emociones que caracterizaron esos años y delimitaron los siguientes.

IL.- ¿Tienes algún recuerdo específico de 1994?

LA.- Las pláticas de mis padres sobre el asesinato de Colosio y toda mi familia frente a la televisión viendo las noticias del levantamiento del EZLN. Ahora pienso que en el 2020 habrá una resignificación semántica de la palabra “levantamiento”. Quienes vivimos de cerca el 94 la relacionábamos con el EZLN, sospecho que desde el 2020 la relación será con la cuarentena.

Muchas gracias

Lilia Ávalos

Twitter: @liliaavalox