¿Una condena a la fragmentación?

En esta sección, abordo las olas que siguieron a la primera. En esta travesía, dado que mi interés principal está en la primera ola del feminismo, sólo flotaré en las tres aguas posteriores.

Indicado lo anterior, de la segunda ola se nos dice que la llamada “Revolución sexual”, que de manera laxa podemos ubicar en la segunda mitad del siglo XX, puede servir como derrotero para entender este segundo vaivén feminista.

Las mujeres pugnan por ejercer su sexualidad sin estar oprimidas por mojigaterías sociales o religiosas; buscan, también, fundir aquel grillete que las tenía esclavizadas a “las tareas del hogar”, el cuidado desmedido del marido y los hijos. Así, mujeres como Simone de Beauvoir o Betty Friedan son populares iconos en esta segunda ola. La característica de esta ola es que aquí las mujeres no persiguen el reconocimiento de igualdad con los hombres, “sino el derecho de las mujeres a ser sí mismas, sin mirarse en el espejo deformante de los hombres, que ya no eran sus modelos, ni en el rol de víctimas sumisas, ligadas al mundo de la reproducción de seres humanos y de la reposición económica de la fuerza de trabajo” (Gargallo 8).

Sin asomo de duda, la brillantez de sus ideas fue pieza clave para que las mujeres hayan encontrado aliento para ejercer y defender sus derechos… pero claro, en tanto que en ese tiempo hayan sido mujeres franco-anglo parlantes y letradas.

Llegamos a la tercera ola. Es la franja crepuscular del siglo XX donde se sitúa y con ello también –según entiendo- empiezan a disolverse los referentes exclusivamente europeos, anglosajones y caucásicos. A través de los estudios y la perspectiva de género, el prisma ontológico y racial se ensancha, dando cabida a maneras de ser no blancas e indiscutiblemente valiosas.

Ahora bien, son en estos tiempos que corren donde nos dicen que se está dando la cuarta ola del feminismo. Un feminismo marcado por el activismo en las redes sociales. Twitter y Facebook como vías de denuncia, y también de tribunal. Por movimientos como #YoSíTeCreo o #MeToo, mujeres que habían silenciado los abusos sexuales y psicológicos que habían sufrido, cobraron valor para denunciar públicamente a sus agresores. No todos los casos han dado consecuencias justas. No obstante, hay importantes y célebres referentes en los cuales la efectividad de estas publicaciones se hace manifiesta en la afectación directa de la vida del agresor: a nivel social, laboral, e incluso hasta familiar, se les señala y se les trata como lo que son: entes infames.

Sin embargo, creo que también esta cuarta ola implica un feminismo que –parece- exige no ser analfabeta digital. Se da por hecho que el acceso y la interacción en las redes sociales es plenamente conocido y responsablemente practicado… y ello no es así. Uno de los puntos negativos de esta falta de claridad respecto al uso de las redes sociales impacta en el hecho de que han servido, en algunos casos, para dañar más a las víctimas, llevando a algunas de ellas a desenlaces fatales, dado el infierno provocado por el linchamiento del que fueron objeto al momento de hacer pública su denuncia. O bien, aún cuando las consecuencias no son trágicas pero sí igualmente preocupantes, tenemos casos en los que la víctima se convierte en victimaria, pues se le acusa de arruinar la vida su agresor por haber publicado su experiencia en dichas plataformas digitales.

Por otro lado, veo que también esta cuarta ola da por hecho cierto nivel económico, ignorando que con los precarios ingresos salariales de un importante número de mujeres, el acceso a una computadora o teléfono móvil -que pueda permitir el acceso a internet- es mucho más complejo de lo que a veces quienes pertenecen/pertenecemos a esta ola podemos imaginar. Y ya ni pensar en la posibilidad de poder pagar un servicio de internet.

En este sentido, creo que es imprudente (por ser excluyente) poner el acento de esta cuarta ola en el activismo digital.

Con el conocimiento de las denominadas olas del feminismo se aprende (por lo menos) que el feminismo es un movimiento social y cultural que combate las injusticias económicas, políticas, epistemológicas, sociales, culturales de las que son víctimas, o podemos ser víctimas, las mujeres.

Pero también creo que aprendemos que la fuerza discursiva con la que se narran estos vaivenes puede ser muy seductor, al grado de no reconocer las brisas y desechos racistas, europeizados, colonialistas y neoliberales que pueden traer.

Respecto a la cuarta ola. No todas las feministas hacen activismo en redes sociales; es más, ni tienen, y hacen mucho.

Berta Cáceres, indígena lenca que fue asesinada el 2 de marzo de 2016. Admirablemente comprometida con las comunidades indígenas de Honduras. Férrea defensora de los territorios naturales de su región. Implacable denunciante de la voracidad y las prácticas de exterminio neoliberales. Y todo ello, sin un solo tweet, sin un solo post

  • Un oleaje patriarcal

Estoy cierta que en mi relatoría sobre las olas del feminismo he podido cometer imprecisiones, las cuales justifican mis injustificados puntos críticos que he hecho asomar. Pero, sin afán de aferrarme a “tener la razón”, creo que no me he equivocado en la datación y la cartografía bajo las cuales se nos cuentan las Olas del feminismo. Y justo por ello estimo pertinente o hacer una nueva ubicación espacio-temporal, o bien dejar de hablar del feminismo a través de estas olas.

En cada ola del feminismo encuentro bemoles raciales, eurocéntricos, neoliberales. Decir que el feminismo surge en Europa occidental, y en los siglos XVIII y XIX es un error. Es anular violentamente la existencia de mujeres desertoras de las imposiciones de su tiempo, inteligentes y poderosas que, en singular y en comunidad, no renunciaron a su dignidad aún cuando su circunstancia les ponía todo en contra. Doy algunos ejemplos más.

Hildegarda von Bingen. Mística alemana, que además de haber producido una espectacular obra literaria, condujo su vida también como abadesa del monasterio que ella fundó, Rupertsberg. Es particularmente en su función de abadesa donde Hildegarda dio muestra de su ímpetu, al no doblegarse a las diferentes afrentas que tuvo que padecer. Una de ellas fue en 1178, cuando permitió que en el cementerio conventual se enterrara a un noble que había sido excomulgado. Aunque se le pidió a Hildegarda que se exhumara al occiso, ella se negó, lo que produjo rabia entre los dirigentes clericales. La sanción no se hizo esperar, así que se impidió que en su monasterio los cantos y la música litúrgica sonaran. Dotada de brillantez y coraje, Hildegarda escribe una carta dirigida al Arzobispo, gracias a la cual quedó anulada la prohibición. (Cirlot, 21).

Otro imponente ejemplo: Sor Juana Inés de la Cruz. En su prolija obra desarrollada durante el siglo XVII encontramos claros pronunciamientos “a favor de la educación y de la vida intelectual propia de las mujeres” (Gargallo 80). Y también, como Hildegarda, tuvo que defender su dignidad y su inteligencia. La pugna que sostuvo con el Obispo Manuel Fernández de Santa Cruz es muestra de ello. Juana Inés escribe la célebre Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, datado en 1691, en donde plasma con erudición y valentía por qué las mujeres no sólo deben sino que pueden aprender filosofía. Sor Juana dixit “Mi entendimiento tal cual ¿no es tan libre como el suyo, pues viene de un solar? ¿Es alguno de los principios de la Santa Fe, revelados, su opinión, para que la hayamos de creer a ojos cerrados?”.

Sor Juana e Hildegarda, lejanas del luminoso siglo XVIII. Y sin embargo, dos mujeres que, al compartir con otras mujeres, no se doblegaron a los necios empeños del patriarcado de su época. Dos mujeres que bien haríamos en llamarlas feministas, si atendemos los propios criterios de la primera Ola del feminismo.

Al inicio de la sección anterior, indicaba que ante el carácter excluyente que detecto en las olas del feminismo  veía dos salidas: una nueva cartografía y la ampliación con otras épocas (porque es larga la historia de las mujeres que han combatido el dominio y control patriarcal); o dejar de hablar del feminismo a través de estas olas. Si me decanto por esta última opción es porque el feminismo es múltiple: ha transitado y transita por muchos caminos para mejorar la situación de las mujeres. No olvidemos que la historia contribuye a definir una identidad, y si seguimos el discurso de estas olas, sus vaivenes me resultan fragmentarios.

Así que tal vez es buena hora para salir de este mar, y adentrarnos en otros ecosistemas: plurales, diversos, vibrantes, justo como las mujeres de antes y de hoy que están combatiendo a quienes pretenden controlar y vejar las vidas femeninas. Toda mujer, en singular o comunidad, que se enfrenta a las condiciones de dominio y vejación no debe ser señalada como “caso aislado”, y mucho menos por quienes –como las relatoras del feminismo- abogan por eliminar los mecanismos de represión e infravaloración hacia las mujeres. Podemos conceder que para los años setenta hablar de la historia del feminismo podía hacerse cometido la injusticia epistémica de no reconocer el valor, la inteligencia y la determinación de las invaluables mujeres que antes del siglo XVIII combatieron el patriarcado de su época; pero para los tiempos que hoy corren, es indignante mantener esta relatoría.

Françoise Collin en Praxis de la diferencia. Liberación y libertad señala que el arte se ha definido en masculino y que con ello se realiza una “ablación simbólica que todas las culturas ejercen sobre las mujeres”  (157).

Tomo este señalamiento y digo que la historia se ha definido en masculino, y por ello mi propuesta es que no sigamos perpetuando la amputación de aquellas mujeres que lucharon mucho antes de su reconocimiento androcéntrico. Las mujeres no somos casos aislados. Nuestro valor y determinación sí que pueden ser sobresalientes, y más si brillan en un momento en el que se tiene en contra, pero esa ha sido siempre nuestra condición en la historia androcéntrica.

Así que, en efecto, la alegoría de la “ola”, a través de un pensar históricamente, nos arroja fuerza para tener mayor comprensión de lo que significa el feminismo. Pero también las olas pueden traer basura, desechos… lamentablemente.

* Este es un fragmento del ensayo publicado en: http://protrepsis.cucsh.udg.mx/index.php/prot/article/view/313

con autorización de la autora.