La producción de subjetividad: sujeción y servidumbre

Hay un poder inventivo en cada uno de nosotros y se amarga cuando se lo apropia el trabajo, la actividad libre que potencialmente habita en cada trabajador es subsumida y apropiada por el capital, el capital nos subjetiva de acuerdo con sus principios. Nuestra invención es robada por amos y empresas y nuestro corazón es programado.

Distintos pensadores del lado de la filosofía y el psicoanálisis —Guattari, Deleuze, Lacan, Hardt, Negri, Bifo, Agamben, Lazzarato, Jorge Alemán…— han señalado que el capitalismo actual se caracteriza por producir subjetividad: almas y cuerpos codificados de acuerdo con sus fines. Es una organización de un cuerpo, de un cerebro y de un espíritu. Margaret Thatcher, madre del neoliberalismo, lo expresó de una manera clara y contundente: “La economía es el método. La finalidad es cambiar el corazón y el alma”.

Giorgio Agamben en la extensión de su obra, retomando a Walter Benjamin, afirma que el capitalismo es una religión secularizada y el trabajo su liturgia. Los trabajadores serían sus feligreses, aquellos que sostienen a la institución de su iglesia ¿por qué será tan importante para el Capital mantener un estado de sometimiento laboral? Sí un buen día los empleados llegaran a tomar conciencia de su condición y de los resortes subjetivos que los soportan, la fuerza viva que mantiene al capitalismo comenzaría a encontrar un nuevo cauce.

Imaginen si todos los Godínez y trabajadores del mundo un buen día nos organizamos en colectivo para proponer una serie de cambios en los tiempos y las formas de trabajo. Hay un abismo de diferencia entre una masa de Godínez y una masa de Godínez organizados.

Los sujetos en el discurso capitalista[1] no tienen recursos para hacer lazo social. El discurso capitalista no excluye al sujeto porque el mercado necesita a los sujetos, uno por uno, para que consuman y produzcan. Éste es el punto más delicado de esta problematización, porque establece que existe una relación de compromiso, un tipo de servidumbre de parte de los trabajadores hacia el capital y sus empresas. Servidumbre que se produce por una serie de mecanismos y dispositivos de poder; no estoy diciendo que el trabajador sea débil, sino que se ve entramado en una red de dispositivos de poder que es necesario que identifique si quisiera mejorar las condiciones de vida en el trabajo.

 Los resortes subjetivos que posibilitan el sometimiento en el trabajo

  1. La servidumbre voluntaria y la deuda

El primer resorte subjetivo que identificamos es la servidumbre voluntaria, problema crucial de la filosofía política planteado por Étienne de la Boétie. También Wilhelm Reich en “Psicoanálisis y materialismo histórico” se preguntó: “¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación?”. Afirmó que se trata de una posición de deseo, una estructura psíquica servil y para que esta estructura se produzca, se deben dar ciertas condiciones, como el hecho de que el sujeto en cuestión mantenga dependencia o compromiso a través de una relación amistosa, afectiva, de pertenencia, ideológica, en donde existe asimetría, relación jerárquica y en la que se ve comprometida la vida del sujeto en cuestión. Condiciones que bien podemos observar hoy en los ambientes empresariales, corporativos e incluso académicos de nuestros días.

Dicha relación de compromiso hace que el sujeto se sienta en deuda y sometido a un poder soberano, que así como lo puede “proteger”, en esa misma medida lo puede “destruir”.

Así, el trabajador puede vivir con la sensación de que debe algo, de que hay que dar las gracias al patrón por el trabajo otorgado. La subjetividad del trabajador es sostenida por este resorte que no le permite tomar conciencia del aporte de invención que realiza y de su lugar en el mundo. ¿Por qué no todos hacen la revolución?, ¿por qué no todos incendian la fábrica o la empresa?

Guattari, y recientemente Lazzarato, plantean que existe una semiótica que logra programar a los sujetos y a sus cuerpos. Hablamos de los signos que emite, por ejemplo, el mundo financiero, las informaciones de los medios de comunicación, las órdenes en las escuelas, los mensajes de consumo; son un tipo de régimen semiótico que produce lo que Lazzarato llama una servidumbre maquínica o lo que Bifo designa como una programación tipo enjambre de abejas, un equipamiento subjetivo que nos programa:

Estamos sujetos a la máquina en tanto que somos sus usuarios, en tanto que somos sujetos de acción de los que ella se sirve. La sujeción actúa sobre la dimensión molar del individuo (su dimensión social, sus roles, sus funciones, sus representaciones, sus afectos), mientras que la servidumbre maquínica actúa sobre la dimensión molecular, preindividual, infrasocial (los afectos, las sensaciones, los deseos, las relaciones aún no individualizadas, no asignables a un sujeto). Maurizzo Lazzarato 

Es un tipo de servidumbre que opera directamente en la dimensión más intrínseca de nuestro equipamiento subjetivo; somos agenciados como partes de máquinas y dispositivos, sea la empresa o el corporativo. Servimos al nivel inconsciente y somos programados sin que nos demos cuenta.

  1. b) La banalización del mal y la escisión entre sufrimiento e injusticia

Hoy podemos decir que existe una banalización de la violencia en distintos ámbitos de la vida humana. Hanna Arendt acuña el concepto de banalización del mal a propósito del nazismo y del juicio de Adolf Eichmann: un estado paroxístico de la violencia genera una saturación tal que desemboca en un estado de normalización del estado de cosas. Es lo que vivimos hoy en México, hemos normalizado la violencia; y ésta no sólo se da en el ámbito del narco sino que ocurre en los lugares más recónditos y micro de la vida humana. En el trabajo no dejan de ocurrir montos de violencia de todos tipos, física, de género, simbólica, laboral, etcétera. La violencia produce sufrimiento e injusticia y éstos tienden a banalizarse.

Christophe Dejours, clínico del trabajo, se da cuenta de que el trabajador sufre porque vive en un estado de negación patológica de la realidad, niega que la explotación que sufre sea intolerable, niega la injusticia.

El trabajador vive en una escisión entre la injusticia y el sufrimiento. No nos queremos dar cuenta de que normalizamos un estado de cosas intolerable. Y no se trata de culparnos, sino de trabajar para desujetarnos de este tipo de manipulación subjetiva.

  1. c) El panóptico interno

Michel Foucault sentó las bases para comprender el modo en que se producen los sujetos a partir de los dispositivos de poder que nos rodean y Agamben aclara el proyecto de fondo de Foucault, el cual consiste en una estrategia que abarca dos puntos:

  • Sustituir la historia de la dominación por el análisis de los procedimientos y las técnicas de gubernamentalidad.
  • Sustituir la teoría del sujeto por el análisis histórico de los procesos de subjetivación y de las prácticas de sí.

Lo que Foucault inaugura es otro modo de pensar, y en el caso que nos ocupa, se trataría de analizar los dispositivos que capturan a los empleados. En específico, se tendría que analizar a la empresa como dispositivo y como parte de la maquinaria gubernamental. Y también se trataría de analizar el modo específico en que esa subjetividad se construye. El concepto clave para comprenderlo es el de dispositivo, entendido como una máquina que hace ver y no ver, hablar o callar. Y el ejemplo clásico es el del panóptico, dispositivo desarrollado en Vigilar y Castigar, en el cual el reo es vigilado desde un lugar donde, precisamente, es visto sin saberlo, y con el paso del tiempo el reo es capaz de interiorizar dicha vigilancia.

Me pregunto si los empleados no hemos realizado una operación subjetiva similar. Ya no es necesario un capataz o un supervisor, el empleado o el trabajador “libre” tienen interiorizado el panóptico junto con una serie de órdenes internas que le imponen el sentido del rendimiento y la eficiencia.

 La empresa

 Trabajar en una empresa contemporánea significa pertenecer, adherirse a su mundo, a sus deseos y sus creencias.

Maurizo Lazzarato

La empresa capitalista ha creado el arte de conjuntar la sociedad disciplinaria con la sociedad de control: disciplina cuerpos y controla corazones. En la fábrica podíamos ver un modo de disciplinar, en el sentido de mantener al trabajador casi echando raíces al lado de la cadena de producción, supervisando sus tiempos y movimientos, contando el tiempo que tarda en ir al baño, etc. Este mismo disciplinamiento persiste en muchas empresas y oficinas contemporáneas: existe checador; tal vez no supervisión de movimientos pero sí una serie de dispositivos de evaluación, como las evaluaciones de desempeño y el trabajo por objetivos, que facilitan la interiorización de las órdenes. El disciplinamiento en la empresa, siguiendo a Maurizio Lazzarato, apunta a controlar el acontecimiento en la empresa; es decir, busca que no emerja ningún tipo de movimiento, discurso, unión entre trabajadores o afecto que disloque el orden y cronos impuestos. Requiere disciplinar para mantener la producción reproduciéndose o repitiéndose.

Ahora bien, ¿cómo se ejerce el control en la empresa? Ésa es la novedad de nuestros tiempos, hay una forma de moldeamiento subjetivo. La empresa antes que reproducir un valor es productora o inventora de mundos. Todo gran proyecto comienza como pura invención, o sea, como acontecimiento libre que después es conectado al flujo económico y de capital.

En la actualidad existen grandes marcas corporativas que se han dividido en fábrica y empresa: repetición y diferencia. Bacardí, Nestlé, Coca Cola tienen separadas la fábrica de las áreas de marketing y publicidad. La empresa produce los mundos y la fábrica los reproduce; hoy el capitalismo se caracteriza por esto, por crear territorialidades artificiales, mundos de donde prender la subjetividad.

La empresa contemporánea actúa directamente capturando diferencia y repetición, incita al pensamiento de todos los puntos de la producción y reproducción, el trabajo colectivo entre cerebros es capturado y capitalizado por la empresa. Además, hemos visto cómo la empresa actúa como dispositivo creando un panóptico interno, de tal manera que existe un control subjetivo adherido al mundo de la empresa como una goma elástica:

El asalariado puede, libremente, tirar de la goma elástica: no está encerrado, puede moverse, desplazarse a merced de sus iniciativas y de su savoir-faire, de sus facultades propias de juicio. Pero aquí es donde el elástico se estira: una fuerza periódica de aviso se ejerce sobre él. Debe rendir cuentas […] La presión de la fecha, del resultado a alcanzar, reemplaza a la del control minuto a minuto de la operación elemental del trabajo. Pero sería falso pensar que este control se ejerce sólo de manera periódica. En realidad, es omnipresente. El asalariado debe pensar permanentemente en ello, y puede terminar por obsesionarlo día y noche. Maurizzo Lazzarato.

  1. La construcción del sí mismo o el efecto del neoliberalismo

Con la instauración del neoliberalismo y la exaltación de la empresa como dispositivo han puesto a la “autonomía y libertad” como medios para que el sí mismo sea gestionado como empresa. El neoliberalismo ha puesto en las manos del individuo el destino de su propia vida, debe administrar sus propios recursos, hacerse cargo de sí e invertir en él: volverse una empresa o empresario de sí mismo. Ser trabajador se significa en su literalidad: somos recursos humanos, es un instrumento cuya principal tarea y obligación es administrarse y conducirse por sí mismo, conducir su capacidad de inventar, de producir nuevos problemas a los intereses de quien sabe que tipo de empresa.

Se trata entonces de no ver en el Godínez sólo un recurso, sino reconocerlo en todo su potencial como trabajador y ser humano con poder inventivo y a la holganza; holganza para poder crear, para autogenerarse. 

  1. Inventar, holgazanear y desatarse

Habría que retomar la categoría de trabajo de una forma más profunda, una categoría singularmente mutilada por los economistas y los socialistas, que la han considerado siempre como actividad subordinada, movilizada por el empresario. Habría que distinguir en el seno del trabajo la actividad de invención de la actividad de reproducción o, dicho de otro modo, la diferencia de la repetición. No se puede llegar a esto si no es partiendo de la «actividad libre» previa a su movilización por la empresa.

 Maurizzio Lazzarato

 

Este esfuerzo hecho a tres pares de manos pretende reivindicar al trabajo como actividad libre y creativa, y como una vía para transformar el actual estado del mundo en el trabajo, de comenzar a pensarlo de otra manera. Plantearnos la forma de trabajar, no decir que todo el mundo debe trabajar sino de cambiar la manera en que valorizamos el mundo o pensamos el valor.

La intención es que exista alegría en el trabajo, que éste siga siendo una vía de transformación del mundo y de la subjetividad. El trabajo no está peleado con la imaginación ni con la creatividad, son parte de un mismo agenciamiento; se trata de devolver el valor originario al trabajo humano por medio de un trabajo colectivo, del cual este escrito no es más que una chispa, una pequeña llamarada para la energía que requiere este proyecto.

Resistir es crear —apuntaba Deleuze— y eso es a lo que invita este pequeño esfuerzo de escritura. ¿Qué significa que un colectivo como los Godínez resistan? Quiere decir que podemos subvertir desde dentro la lógica capitalista, sólo desde el corazón de la bestia se puede darle muerte a la misma, pero para ello hace falta fuerza, organización y una concientización como colectivo, entre todxs lxs trabajadorxs: Godínez, cognitariados, freelancers y trabajadores que servimos al gran capital.

No será fácil lograr esta concientización. Primero terminemos de reconocer que el capital y la formación social que produce no es una entidad trascendente ni necesaria, sino que es la forma de hacer lazo social que ha logrado dominar y estructurar las prácticas humanas del presente; es una producción humana que permea la forma de pensar, de ser y de desear de los sujetos de esta época. Y si nosotros lo hemos creado, nosotros lo podemos destruir, eso quiere decir inventar otra subjetividad y otro lazo social, otra forma de sentir, de pensar que no esté atravesada por la competencia, el interés y el individualismo, sino tal vez por lo común, el deseo y lo colectivo.

¿Y quién soy yo para decir esto? ¿Quién soy yo para violentar de esta manera? Soy un subalterno, mi deseo no es victimizar, ni angustiar, mi deseo es el de vivir juntos en otro mundo posible. ¿Que la tarea es imposible?, sí, quizá. ¿Que de todos modos un amo o un aparato de Estado puede resurgir?, sí, quizá, pero eso no me impide pensar en lo imposible.

Un momento político ocurre cuando la temporalidad del consenso es interrumpida… La política no necesita barricadas para existir. Pero sí necesita que una manera de describir la situación se oponga a otra, y que se oponga significativamente.

Jacques Rancière

Si hay algo que la vida Godínez, y en general la de cualquier trabajador valora, es el tiempo, tanto el que le queda para realizar sus deseos o ejercer la holganza como aquel que realmente es aprovechado para producir. El tiempo de nuestras vidas es el alimento del capital, si algo es extraído de nuestras vidas es el tiempo, tiempo que se entrega a la máquina y a la producción.

Fordismo, posfordismo y toyotismo introducen distintas modificaciones en el modo de producción y todos conformando distintos modos de concebir el tiempo en el trabajo. Hoy todos esos modelos muestran su incapacidad para otorgar el tiempo a la vida del trabajador, puesto que progresivamente se hace lo posible por vivir en el trabajo; los dispositivos de empresa más innovadores y los más arcaicos comparten la idea de vivir atrapado en el trabajo, de que la temporalidad de la vida sea completamente laboral. Google pretende que vivas en la empresa, literalmente, acondiciona toda su infraestructura para que no salgas de ahí. Mientras en las maquiladoras de Asia de las grandes firmas como Inditex, lxs trabajadorxs son explotados durante horas y horas.

La acumulación originaria que plantea Marx en el modo de producción asiático es un parteaguas para comprender el capitalismo, es decir, esta temporalidad que nos ha sido impuesta y que no deja de acumular para sí. La acumulación originaria es un arrebato violento de nuestro tiempo, Silvia Federici y Lazzarato amplían lo también apuntado por Marx en torno a la acumulación originaria del capital: no sólo es un despojamiento de los medios de producción y el nacimiento de la propiedad privada, sino que también lo es la colonización de América y el sometimiento de las mujeres como meras reproductoras de la fuerza de trabajo y su persecución como brujas del capital a lo largo de la historia. La colonización lo que significa es la imposición de toda una temporalidad, de toda una forma de concebir el tiempo, así es que el problema del tiempo es un problema político.

Como Godínez podemos introducir cambios en los procesos de producción, cosas tan concretas como la reduccion de la jornada laboral, la ampliación de vacaciones, el tiempo para estar con la familia y los amigos, el derecho a estar en paz los fines de semana. Son propuestas concretas y tácticas para poco a poco construir nuestro propio tiempo.

El trabajo para otros no puede ser la única forma de trabajo, también existe el trabajo para sí. Todo mundo debe tener derecho a sus propios proyectos y explorar sus inquietudes. Trabajar implica sufrir, pero también disfrutar, no se trata de hacer de una inquietud o un proyecto un negocio, sino simplemente poder hacer algo distinto al trabajo, ya sea crear o ejercer la holganza.

Se trata de contar con el derecho de hacer con nuestra invención y nuestro imaginario radical lo que nos plazca, que no todo sea atrapado por el trabajo y el capital. Se trata de construir una vida y de dejarla ser en todas sus potencialidades. Una suerte de regreso a la infancia, a ese momento donde la invención se ejerce porque sí, donde se profana lo útil, lo productivo y se le da otro sentido a las cosas y a los significados.

El punto clave es vivir sin un amo. Hay una disposición a obedecer por el miedo a perder la consistencia en uno mismo, preferimos seguir las órdenes de un amo o de un rumor programático en vez de obtener la consistencia mediante la exploración del camino singular, de la propia palabra, es la eterna tensión entre el gobierno de uno mismo y el gobierno por los otros. Ser gobernado por otro bien puede significar protección; Hobbes concluye que el Leviatán es necesario pues los hombres no se pueden gobernar por sí mismos, requieren del Estado y de un poder soberano para protegerlos del estado de naturaleza o del vulgar: “todos contra todos”.

Hoy el gobierno tal vez ya no opera tanto por medio de un poder soberano, sino que lo hace mediante un control sobre la vida y su medio, biopolítica, necropolítica, conducción de las conductas y programación subjetiva. No hemos instituido otra forma de vivir juntos más que otorgando el poder a otro de hacer con la vida lo que dictan las necesidades de su gobierno.

El punto de este último apartado es proponer una forma de trabajo en la que la posición de jefe sea socavada, que los jefes circulen, que los que ejecutan puedan prescribir y los que prescriban ejecuten, tal vez así se reduciría la brecha del sufrimiento laboral y se aprendería a realmente trabajar en equipo. ¿Se preguntarán sobre qué o quién será entonces lo que dirija y no genere caos y desorganización? Siempre la tarea será la encargada de marcar la pauta, la finalidad del trabajo sería realizar dicha tarea por medio de la cooperación de todos nuestros cuerpos, almas y cerebros.

Pensar una organización autónoma, colectiva y cooperativista siempre choca con la irremediable emergencia de un aparato de Estado o de una instancia que se apropie de la creación colectiva: acumulación originaria de nuevo. Sin embargo, habrá que apostar por un camino, y aquí se sugiere el de comenzar a hacer circular las posiciones de mando; no se trata de excluir a nadie sino de maximizar la inclusión.

La necesidad de un centro de poder en los grupos humanos se explica por la búsqueda de protección contra la destrucción del grupo y la muerte. Una organización dispuesta a su constante recomposición está dispuesta a vivir sin amo y a confiar en el aporte de todas las partes. No importa si muere el jefe, porque la organización colectiva es más grande que su directriz.

Si concluyo tocando este punto es porque este texto no deja de apuntar el problema de la servidumbre subjetiva o maquínica, y porque considero preciso salir de un lazo social basado en la dominación. Pero a nadie se le puede forzar a ser libre: se liberarán de la servidumbre sólo aquellos que así lo deseen. Al final, este texto es para quien desee la diferencia, para aquellos que desean resistir, crear, pensar e inventar. Y tampoco se trata de denostar a quienes no lo desean, es una decisión, una toma de posición.

La discusión y el texto quedan abiertos, este proyecto es sólo un inicio y no tendría todas las respuestas a las preguntas que se quedan abiertas, estoy seriamente implicado en lo que crítico, necesitaba iniciar con la discusión, contribuir a este problema e invitar a quienes lo lean a continuar pensándolo y a decirles que  juntos podríamos dejar de entregar nuestro cuerpo y nuestra alma a la empresa, a la felicidad o al éxito. Queremos que se dé una transformación afectiva, existencial y filosófica, es decir queremos otro mundo y eso implica terminar con la forma de trabajo capitalista, no todas las invenciones deben ser útiles, no todo debe ser capturado, algo debe escapar y fluir libremente, tenemos que dejar de servir y comenzar a pensar por nosotros mismos.

 

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 Referencias bibliográficas y electrónicas:

  • Agamben, Giorgio (1998). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-Textos.
  • Berardi, Franco (2003). La fábrica de la infelicidad. Traficantes de Sueños: Madrid.
  • Byung Chul Han (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder
  • Comité Invisible (2013). A nuestros amigos. México-La Rioja: Surplus y Pepitas de calabaza.
  • Deleuze, Gilles y Felix Guattari (1973). El AntiEdipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Barcelona: Paidós.
  • Dejours, Cristophe. (2009). Trabajo y Sufrimiento. Madrid: Modus Laborandi.
  • Foucault, Michel. (1986). Vigilar y Castigar. El nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI.
  • Kracauer Siegfried (2009). Los empleados. Barcelona: Gedisa.
  • Marx, Karl. (AÑO). El capital: Crítica de la Economía Política. Tomo 1. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Wilhelm R. (1970). Materialismo dialéctico y psicoanálisis, trad. R. Sevilla y C. Gerhard. México: Siglo XXI
  • http://eipcp.net/transversal/1106/lazzarato/es
  • https://www.youtube.com/watch?v=U9tChIcCJjo
  • https://www.youtube.com/watch?v=PYJ3uYeAlz0

[1] Se hace referencia al discurso del capital propuesto por Lacan, el cual logra crear una excepción, ya que los discursos están hechos para hacer lazo social y el discurso del capital lo deshace al colocar en el centro el consumo y el objeto petit a infernal.