Desde el aislamiento obligado en el mes de marzo de 2020, se produjo una inflexión en las prácticas que hemos estado realizando como Aguazal Producciones[1] en el campo comunitario de arte y cultura; nuestro trabajo se ha puesto en crisis. Distanciamiento social, clausura de actividades en el espacio público, restricciones de interacción directa entre las personas, reubicación y escasez en las oportunidades laborales, amenaza de un colapso económico a nivel global y, sobre todo en términos individuales, miedo de compartir con el otro y la otra, temor por el contagio. 

Es lógico pensar que se seguirán haciendo y diversificando los mecanismos de inmunización, tanto al nivel local como global, con la proliferación y fortalecimiento de los límites y las fronteras individuales, territoriales, nacionales cada vez menos permeables. Queda preguntar: ¿Qué pasará con el espacio público, ya de por sí cada vez más privatizado? ¿Cómo se seguirán dando las relaciones en su multiplicidad de manifestaciones colectivas, comunitarias y sociales?  Si bien no se pueden evitar los distintos niveles de inmunización y métodos de barrera, consideramos que es de vital importancia seguir alimentando los mecanismos comunitarios, las prácticas de solidaridad y las producciones colectivas en las que un lenguaje posible reinvente el tacto y el intercambio afectivo.

El proceso de la globalización acelerada está perdiendo el piso y todo indica, sin afán de ser adivinas apocalípticas (¡tantas adivinaciones, tantas predicciones para el futuro!), que tendremos que trabajar desde un enfoque situado en nuestros ámbitos locales, recrear y fortalecer nuestros vínculos cercanos y resignificar los espacios de colaboración y cuidado, a pesar de las dificultades que esos tiempos nos imponen.

En este sentido, nos situamos en la incertidumbre, sin espejismos y promesas engañosas de un futuro mejor, sabiendo que dar cabida a la incertidumbre nos hará más fuertes y sensibles para enfrentar el desasosiego sobre lo que sigue. Y que la crisis en la que están actualmente inmersos los trabajos colaborativos, particularmente nuestro trabajo basado en el “cuerpo a cuerpo”, nos demanda una creatividad y una proximidad con mayor calidad y calidez.

Desde las actuales interacciones interpersonales mediadas por la tecnología y en relación al trabajo que desarrollamos, surgen más preguntas: ¿Cómo establecemos un vínculo en la dimensión virtual, online, en la pantalla? ¿Se les puede llamar vínculos? ¿Cómo son las afectividades que se desarrollan en estos entornos? ¿De qué manera podemos seguir generando prácticas continuas que atraviesen las pantallas y que adquieran sentido comunitario?

Siguiendo con este discurrir de la reflexión, desde la crisis del espacio público y comunitario, en este escrito[2] (sin poder liberarnos de las pantallas) proponemos un ejercicio de escritura colectiva que entrelaza diversas reflexiones sobre la importancia del contacto y la interacción física, con el propósito de crear un espacio público textual. Impulsamos este ejercicio lanzando la pregunta: “En un par de frases, lo primero que se te ocurre: ¿por qué es importante para ti el contacto físico y la proximidad con otro cuerpo, otra persona?”. Convocamos a varias personas de diferentes profesiones a contestar, nos remitimos a algunos autores con reflexiones relevantes para el tema, y el espacio empezó a configurar un con-texto. Su carácter fragmentario, el ir y venir de las ideas de las y los participantes, abre distintos campos respecto a la pregunta detonante. Es solo el inicio, esperamos que el ejercicio tome fuerza y se integren más contribuciones.

Patricia Aguilar, psicoanalista: “La proximidad es fundamental porque es a través de la voz, la presencia con la mirada, el olor y el tacto, que el homínido se humaniza. Ese trazo que deja huella en el cuerpo, a través de la voz y del tacto, así como la estructura que le da el lenguaje, subjetivan. Además, la mirada de la presencia y la estructura del lenguaje que la interpreta y la muestra, es la que moldea los contornos, que desencadena producciones de la química en el espesor corporal.     

Todo ello, solo por el estado de incompletud e inconclusión con la que el ser humano nace, que lo coloca en una posición de demanda o de ser demandado de amor con respecto de los otros. Esto inaugura el lazo social. Ese lazo que, como acontecimiento e historia de una vida, inaugura también el deseo y ¿qué es el deseo que impulsa la vida sino la necesidad de repetir esa vivencia de ser colmado por el otro? Necesidad destinada al fracaso en tanto es el motor del deseo imposible de colmar para garantizar su existencia.

     El otro siempre está imaginado, pensado, anhelado. Cuando se dice “presencia” se refiere a la necesidad, de la extraordinaria capacidad que tienen los sujetos con sus cuerpos de generar un vaivén que los vivifique.”

Para este pensar sobre lo que inaugura el lazo social, es inevitable remitirnos a lo que Roberto Esposito entiende como antónimos: comunidad-inmunidad, que en términos estrictos, no pueden excluirse del todo, pero guardan una relación tensa de negación mutua. Su rastreo etimológico arroja que en immunitas hay un refugiarse en un único sí mismo, sin capacidad ni voluntad de extenderse a su afuera; hace referencia a lo propio. Mientras, communitas se refiere a lo común, es “un circuito de donación recíproca”, el don de sí por la falta, la grieta, el trauma (miedo, muerte), lo que nos mantiene juntos, lo que cohesiona la comunidad. Las palabras de Esposito se pueden leer hoy con una vigencia escalofriante:

No creo que el espíritu de los tiempos sea el cierre del pensamiento de la comunidad. Por el contrario, pienso que nunca como hoy se requiere una reactivación del mismo. ¿Qué otra cosa significan, de qué otra cosa hablan sino de la cuestión de comunidad, de su ausencia, pero también de su exigencia, esos cuerpos, esos rostros, las miradas de millones de hambrientos, de deportados, de refugiados, cuyas imágenes, desnudas y terribles, se deslizan por nuestras pantallas televisivas desde todos los rincones del mundo? ¿Y no es todavía la comunidad -la relación, nuestro cum, nosotros como cum– aquello que reclama todo nacimiento y todo encuentro, incluso el más anónimo, el más cotidiano, el más aparentemente trivial?[3]

Hector Guerrero, fotógrafo: “Quizá porque al mantener contacto físico con otra persona, podemos escapar un poco de nosotros mismos y automáticamente comenzamos a compartir. Compartir tiempo, compartir ideas, una mirada, lo que sea. Y eso le da mucho sentido a la vida humana.”

Edgar Rivas, editor: “Suelo trabajar todo por medio de internet, correos, chats y redes sociales, por lo que el contacto físico y la proximidad, al contrario de lo que podría parecer, son importantes para mí. Interactuar cuerpo a cuerpo es resonar en el mundo, es decir, la comunicación que entablas con el otro es diferente, ya que lo sientes, y sabes que el acto de estar juntos hablando de algo, es importante.”

El encuentro cuerpo a cuerpo genera un espacio de intimidad, como le ha llamado Luhmann, que a su vez implica una inevitable incomunicabilidad (imposibilidad de intercambio de información).[4] Ahí se vive la experiencia que se comparte corporal, sensorial y emocionalmente que no se puede transformar en mera información. Este espacio de intimidad no se opone al espacio público; no es un espacio privado (concepto neoliberal que implica una supuesta propiedad privada en el ámbito de la subjetividad); el espacio de intimidad es lo que produce el espacio público y viceversa; no hay dualismo ni antagonismo alguno entre ellos. El espacio público está hecho de los espacios íntimos, experiencias compartidas incomunicables que se rozan en el transporte público, que se afectan en los intercambios cotidianos de “hola, ¿cómo estás?”; en donde el contacto físico siempre (no solo ahora) es un principio de incertidumbre. Incertidumbre repleta de todas las posibilidades. Justo en este punto es donde los procesos creativos en colectividad y corporalidad cobran relevancia por ser esa experiencia que ha roto sus propios límites individuales, aunque sea en la incomunicabilidad. Regresando a las tecnologías y dicho lo anterior, la pregunta sobre si se puede reducir un cuerpo a mera información (por ejemplo, una imagen en la pantalla): hay una parte significativa de experiencia vital-corporal que se pierde con tal reducción.

Ambar Luna, coreógrafa: “Para mí el tacto es un reconocimiento de existencia. Existo y hago que existan lxs otrxs porque tenemos un cuerpo que siente. Tocar y ser tocada por otra persona es un acto de confianza e intimidad, así sea efímera (como cuando bailo con un/a desconocidx). Es a través de mi piel que descubro el mundo.”
Zaira Espíritu, antropóloga: “La piel, el cuerpo que ésta reviste, es la frontera entre el nosotros y los otros. De la piel hacia afuera no podemos controlar, sólo podemos -desde nuestro cuerpo- interpretar, sentir, resistir o transformar lo que en nosotros deja y provoca el contacto con el mundo. La proximidad con otros cuerpos nos permite construir un imaginario del propio; así como nos enseña, pero afortunadamente también nos lleva a desaprender y recrear, nuestra corporalidad hecha no solo de carne, sino de memorias, de afectos, de toques, e incluso de historias familiares y culturales. El vínculo con otros cuerpos nos permite explorar el amor, el placer, el dolor, el límite, la transformación y la reconstrucción. Ante la soledad y falta de contacto con otros, la noción de lo corpóreo tiende a alimentarse desde lo mental, estos momentos están cargados de una introspección que nos nutre; pero el hambre, el sueño, el placer de un sabor sobre nuestra lengua, el recuerdo de un contacto que nos enchina la piel, el calor y el agua fría cayendo sobre nuestras cabezas nos regresan a nuestra corporalidad y nos invitan a recobrar el contacto con el primer cuerpo: el nuestro. Andemos descalzos, hagamos que nuestra mesa en el desayuno llene nuestros ojos y paladar de un placer estético, toquemos nuestro rostro, abracémonos a nosotros mismos para después regresar al mundo con un cuerpo resignificado y cargado de amor.

Se conoce como proxémica la parte de la semiótica que está dedicada al estudio de la organización del espacio en la comunicación a través de las relaciones de proximidad, de alejamiento, etc. entre las personas y los objetos durante la interacción, las posturas adoptadas y la existencia o ausencia de contacto físico. La proxémica (desarrollada en 1968 por el antropólogo Edward Hall), examina la manera en que las personas ocupamos el espacio y la distancia que guardamos entre nosotros al comunicarnos. Ésta puede variar según nuestro interlocutor sea una audiencia, un conocido, un amigo o una persona especialmente querida que, como cabe suponer, es la más cercana.”

Y del otro lado de la proximidad, está el distanciamiento social, “ su-sana distancia”. Del latín “distantia”, “distare” que significa “la cualidad de estar lejos”. Se refiere a:

 Un intervalo, intermedio o trayecto de lugar o tiempo que media entre dos cosas o un hecho. Desigualdad, discrepancia o diferencia notable entre un elemento, cosa y otra. Desafecto, frialdad, desvío, separación, lejanía y distanciamiento entre personas. La locución adverbial “a distancia” que funciona por correspondencia a través de los medios sin necesidad de presencia física de los que interviene.[5]

El elemento aglutinante principal de la comunidad es de índole afectiva y podemos suponer (desde la esperanza, siempre tan escurridiza) que el afectopersiste a pesar de la distancia física, este  intervalo, intermedio o trayecto que separa las personas. Situarnos y situar nuestro trabajo en este intervalo (por el momento de duración indefinida), en este trayecto (el espacio que se supone “sano”) en un inter-medio tecnológico necesario para la conexión; en estas circunstancias que en realidad siempre existían, pero con otros matices (siempre hay una distancia, un medio de comunicación, un dispositivo: lenguaje, cámara, teléfono), ahora adquiere este énfasis sobre la distancia e incertidumbre por encima de todos los demás contenidos posibles.

¿Podríamos entonces  pensar en crear una estética de incertidumbre y potencializar esa cualidad de estar lejos? Distanciarse, ¿adquirir perspectiva? Brecht lo empleaba en su metodología teatral e ideológica, el conocido “efecto V” (del alemán Verfremdungseffekt)[6] o el “efecto de distanciamiento” que evitaba la identificación emocional del público con el personaje y la trama para crear un espacio del pensamiento crítico en el público y los actores.

Nosotras queremos dirigirnos, a parte de un pensamiento crítico, a una afectividad crítica; laque emerge desde el distanciamiento y conduce a unas acciones críticas, es decir, transformadoras. La afectividad crítica que no solo nos identifica unas con las otras para que suframos juntas, la que no nos pone única y pasivamente en el lugar del otro (empatía tradicionalmente entendida), sino, al poner nuestra afectividad (capacidad de ser afectados) en crísis, nos genere la acción de transformación.

Vicente Estrada, psicólogo: “El mundo puede conocerse a través del cuerpo de alguien más. Conociendo su historia y presenciando que estragos han dejado esas experiencias en el cuerpo, uno puede saber cómo interactúa el mundo con nosotros.

     La segunda es que, como humanos modernos, es decir, dadas las nuevas características recién adquiridas, el comprender la naturaleza humana se ha convertido en una tarea permanente y de suma importancia. Toda manifestación artística se conduce en esa línea.

     Tal empresa puede ser llevada a cabo completamente solo a través de experimentar el Cuerpo del Otro.”

     El cuerpo tiene una espacialidad, una materialidad, una historicidad. Para Judith Butler la materialidad del cuerpo (trabajada en muchas de sus obras) depende de un proceso de materialización que se concreta con el tiempo, produciendo fronteras, fijación y superficie. Este proceso es efecto de un poder (o varios) que se ejerce continuamente. También para Foucault, los cuerpos no existen como meros elementos biológicos o materiales, sino que su existencia siempre está atravesada por un sistema político. En este sentido, el trabajo “cuerpo a cuerpo” implica operar y movilizar las superficies y fronteras, abordar los efectos de diversos poderes, vernos y sentirnos como agentes políticos activos, asumir todas las implicaciones de esta materialidad que nos alberga.

Elizabeth Ross, artista visual: “Siempre he sido ermitaña, y eso significa que desde niña he preferido la soledad. Sin embargo, eso no quiere decir que no necesite del amor y el cariño, del toque y el abrazo. De hecho soy muy tocona yo. Cuando estoy con alguien que estimo le abrazo, acaricio, busco el mutuo apapacho. Voy de un lado al otro, del calor a lo frío, por lo que estar confinada, o simplemente vivir sola, no me afecta en demasía. Tocar a mi gato me conforta cuando necesito otra piel. Pero sí que añoro el abrazo y el amor de mis hijos, sí que muero por abrazar a mi nieta Saya. Y por ahora Doufu, Doudou (gato) es mi contacto físico con el otro.”

Pasando por lo público, político e histórico y de nuevo, a lo íntimo, para regresar a la pregunta inicial: ¿Por qué no nos basta con vernos e interactuar en los dispositivos tecnológicos? Nuestro instinto gregario, el deseo de cuidado mutuo y el amor hacen que necesitemos el espacio físico para el encuentro con los humanos, animales y plantas; saber y sentir que la vida depende de nosotras, que interdependemos. Porque la flor es bella y no basta con verla en una pantalla, hay que cuidarla. El amor tiene que ver con la vida, el cuidado y la proximidad. Hoy, más que nunca, hay que buscar diversas formas de proximidad, solidaridad, creatividad y colaboración para producir espacios públicos y comunitarios renovados y reforzados. Por el momento, con su-sana distancia.

                                                                     Ciudad de México, 27 de abril de 2020

 


[1]  En Aguazal producciones nos hemos dedicado a realizar proyectos y acciones que adquieren sentido a partir del desarrollo de vínculos con distintas comunidades, entendiéndolas como un ente vivo que se transforma y genera sus propias dinámicas. En su mayoría, nuestros proyectos se dan en un entorno analógico off-line, es decir, los realizamos cuerpo a cuerpo. Su objetivo, con tonalidades, matices y contenidos específicos, es el intercambio de experiencias, técnicas, percepciones y saberes dentro de procesos creativos colaborativos: experimentar el proceso creativo en colectividad. Actualmente estamos profundizando en el ámbito de la diversidad de capacidades (discapacidades, como normalmente se denominan). Nos distanciamos de la retórica de la inclusión y la integración, porque sabemos que todas y todos contamos con esquemas de percepción diferentes y entendemos que las personas con “discapacidad” son quienes muy a menudo nos incluyen en su mundo y nos enseñan a experimentarlo con otras sensibilidades, intuiciones y potencialidades, que pueden transformar nuestras relaciones individuales, colectivas e incluso materiales. Más información en: www.aguazal.com

[2] El ensayo aquí presente es un primer ejercicio de un proyecto más amplio que denominamos “Calles virtuales, encuentros textuales” que seguirá  proponiendo distintos modos de crear espacios públicos textuales mediante las escrituras colectivas.

[3] Esposito, Roberto. Comunidad, Inmunidad, Biopolítica. Editorial Herder, Barcelona, 2008. p.88

[4] Luhmann, Niklas. Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general. Anthropos, Barcelona, 1998. pp. 213-216.

[5]  “Definiciona. Definición y etimología”: https://definiciona.com/distancia/  consultado: 23 de abril de 2020.

[6]Negrete Portillo, Rafael.  “El distanciamiento brechtiano” en la revista virtual “Mito. Revista cultural”: http://revistamito.com/el-distanciamiento-brechtiano/  consultado: 20 de abril de 2020.