Introducción al libro: La voz: entre la herida y el deseo. Tras una pedagogía en resistencia, voluptuosa y hospitalaria, de Hebe Rosell, Editorial Heredad, 2023.

I

Era finales de 1986 o inicios de 1987, acababa de llegar como estudiante a la UAM Iztapalapa. Saliendo de la clase de Bioquímica en la que el profesor torturaba psicológicamente a los cien alumnos recién llegados, escuché los ecos de una rola. «Hay tocada en la Plaza Roja», dijo alguien. Y conforme nos acercábamos a la plaza, escuché una voz. Una voz:

Tócala, tócala,

acaríciala,

roba la estrella.

Era la voz de una cantante distinta, sui generis, digamos. Había una increíble suavidad en su potencia. Tal como mi maestro de kathakali me diría unos años después: «la fuerza viene del centro, del hara, que es como una bola de hierro envuelta en algodones»; así era esa voz.

La plaza estaba a reventar y solo recuerdo ver a la banda completa, sin poder definir rostros, y además recuerdo que tocaban unas piezas que no lograba enfocar a mis breves 17 años. No era rock ni jazz ni blues, sino algo en medio que me re-sonaba en el cuerpo.

Pregunté el nombre de la banda y en cuanto pude conseguí su disco. Y en él venía una rola sanadora:

Hoy se dice que la ausencia de ustedes y sus cosas / Más el miedo y los olores del derrumbe / Han cambiado para siempre nuestra historia / Me parece, que la gente se levanta del desastre / Que ha encontrado una razón para juntarse / Y ponerle al futuro un ultimátum / Un aplauso al corazón y me despido

Para los jóvenes del terremoto del 85 era importante escuchar algo que nos mencionara, que nos incluyera para constatar que lo sucedido nos había sucedido a todxs. Un aplauso al corazón.

Y allí estaba también la voz. En el disco decía que era la voz de Hebe Rosell de la banda Guillermo Briseño y El Séptimo aire.

II

Si has llegado a este libro por alguna vuelta de la vida que implique que no sepas mucho de Hebe desde antes, tal vez debas saber, queridx lectorx, que ella es una sobreviviente del siglo XX. Lo digo sin quitar un ápice de la potencia que ella le ha regalado al siglo XXI. Quiero decir que, como tantas personas, ella es una deriva más de las constantes migraciones contra los totalitarismos del siglo pasado. Hija de un poeta ciego -como Homero, que al final es todxs lxs poetas- y de una descendiente (“apasionada y renegada”) de migrantes judíos, Hebe se especializó en musicoterapia en su natal Buenos Aires, oficio que ejerció de manera notable como leerás después. Hasta que en 1975, y después de vivir la clandestinidad, tuvo que salir de su patria, empujada por las pasiones criminales de los militares envalentonados por el Plan Cóndor.

Luego de unos periplos por España y Francia, en 1977 llegó a México para quedarse. Aquí, como también leerás, pasó por un momento muy especial de la música mexicana, en especial el rocanrol y sus filiaciones con el blues y el jazz, que en los años ochenta sacó poco a poco la cabeza de la censura para irse colocando en las pasiones de las generaciones que crecimos en esos años. Además, como su corazón siempre ha latido fuerte a la izquierda, se ha unido a los diferentes movimientos sociales que hasta la fecha permiten sostener la vida en un país herido de promesas incumplidas y despojos intencionados. Y, a la par, Hebe ha utilizado su arte vocal como un trabajo de enfermería afectiva. A lo largo de los años ha perfeccionado un método pedagógico cuyo motivo central ha sido no solo la preparación escénica de alumnas y alumnos, sino también darles la oportunidad de abrir la vía hacia la propia dignidad para, desde allí, posicionarse frente al arte y a la vida.

III

Convocar (RAE)

1. tr. Citar, llamar a una o más personas para que concurran a lugar o acto determinado.

2. tr. Anunciar, hacer público un acto, como un concurso, unas oposiciones, una huelga, etc., para que pueda participar quien esté interesado.

3. tr. aclamar (‖ dar voces en honor y aplauso de alguien).

IV

En algún momento de su texto, Hebe retoma las descripciones de ciertas zonas corporales, sus atributos afectivos, así como de algunos ejercicios, canciones y poemas que asocia con cada zona en su trabajo didáctico. Te invito a que escuches conmigo algunos nombres:

Circuito solar

Carita frente al mar

La boca plena

La garganta adolescente

Vallecito entre las clavículas

La sentimental

Zona zapatista

Alas al encuentro

Proyección empática    

La nave de los locos

Circuito lunar

La lunita pacheca

El lado oscuro de la luna

Luna profunda

Luna de Fundamento

Como parte de la sanación del mundo es importante re/nombrarlo. Y solo se le puede renombrar si unx es capaz, primero, de pasar por la experiencia de las potencias de los cuerpos. La metodología de Hebe no troza una unidad (el cuerpo) en partes independientes (órganos y sistemas); la suya es la llamada a una travesía, el diseño de una experiencia a través de las distintas metamorfosis de lo que llamamos cuerpo. Una travesía compuesta de resonancias en la que reconocemos las multiplicidades que nos hacen estar aquí y ahora, para poder luego diseminarlas, hacerlas resonar también en configuraciones nuevas, en mundos nuevos. Y, segundo, es a partir de este viaje que podemos reconocer de donde viene La palabra, la palabra auroral que María Zambrano describe como nuncio del amanecer y el despertar de la vida. Amanecer con el Mundo es también hacer amanecer nuevos mundos. Mundos que sanan la herida del mundo del cuerpo desmembrado y la palabra herida.

V

El filósofo argentino León Rozitchner habla de un materialismo ensoñado, un saber del mundo previo a la palabra y por el que hemos pasado todxs:

Porque los sonidos eran el sostén melodioso emergiendo dentro del acogimiento materno cuya materia es la de los sueños de los cuales aun no se distinguían, porque el sentido formaba cuerpo con su cuerpo

Sonido-cuerpo-sueño. Una coalición matérica anterior a la división entre el sentido y el cuerpo. Una coalición que podemos ensoñar, sin que eso signifique salir de la materia; todo lo contrario: es a través del pasaje sonoro que podemos re/tomar -o dejarnos re/tomar por- esta coalescencia. Pero sumergirse en este pasaje requiere coraje, el coraje que significa mirar de frente la herida, pasar a través de la herida en un acto de enfermería afectiva, de re/conocimiento sensorial. Esto, a su vez, de alguna manera implica nadar contra la Historia. Porque nadie es un cuerpo solo, somos un mundo común como señala con tino Marina Garcés. Y nadar contra la historia significa reconocer los lugares de la herida colectiva: la herida militar, la herida extractivista, la herida populista; pero también los lugares de la resistencia: de la fuga, de la memoria, de la poesía, de los caracoles zapatistas, de las mujeres que cantando van indicando un nuevo camino colectivo.

Rozitchner prosigue:

Todo lo cual nos llevaría a decir que las significaciones arcaicas van surgiendo en la coalescencia de afectos, sabores, olores, saliencias rugosas o lisas, cavidades húmedas de un cuerpo erógeno pleno de pregnancias y fragancias que los dedos voraces excavan para atraparlas antes de que se desvanezcan, imágenes confusas superpuestas, ritmadas y conglomeradas por la melodía sonora de la voz materna que sintetiza y ordena el caos de las sensaciones y de las cualidades.

No se trata de un sencillo “regreso al útero”, sino de hacernos un “cuerpo erógeno”, capaz de com/padecer “afectos, sabores, olores” en común, para lo cual tenemos que desaprender lo que bloquea nuestra sensibilidad. Pero también se trata de inaugurar una escucha reparadora, una dilatación/contracción de la respiración/sensibilidad que es también un darecibir pleno. (Mientras escribo estas líneas, a propósito de una publicación en redes sociales en las que expreso cierto malestar personal, Hebe me envía un mensaje que termina diciendo: “Si necesitas compañía silenciosa, puedo estar cerca y cantarte desde el fondo de mí”).

VI

Me pregunto tantas cosas: ¿cómo es posible atravesar tantas heridas sin hundirse?, ¿qué fue de las compañeras que esa noche tomaron los fusiles y las manos de lxs niñxs?, ¿cómo es que puedo sentir la voz de Pedro como si fuera parte ya de mi propia vida?, ¿hallar la propia Priápolis? Y last but no least: ¿por qué estoy escribiendo estas líneas?, ¿por qué fui convocado?, ¿seré justo ante una vida que tanto ha dado por la justicia?

VII

Y aquí estamos, queridx lectorx, casi 40 años después de aquel mi primer encuentro con la voz de Hebe (en la que, por su narración me entero de que estaba también entre el público quien luego sería el Subcomandante Marcos), convocando esa misma voz. O de mi parte, convocado por esa misma voz. Extraños túneles que excava el tiempo y que me permiten rescatar una luz de mi juventud a través del rescate de la luz inmensa de la vida de Hebe.

Y esta es la clave de su presencia, de su voz: inspirarnos, reactivar nuestras memorias de vitalidad, recordarnos que siempre siempre podemos hacernos compañía, con nuestra voz viva, claro, pero también con las voces de otras y otros con quienes podemos luego tejer palabras y mundos.