Toda palabra es la suma de los silencios que la rodean.
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El misterio de la primera palabra no es mayor que el misterio de la aparición de una nueva forma de decir el mundo.
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Cada nueva construcción (transporte de percepciones), cada nueva expresión del mundo que ya no es idéntico a lo que era (incisión de lo dicho), es una invasión al espectáculo privado de la razón.
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Es en esta dirección que la poesía* es la violencia más recalcitrante, la más discreta.
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En el bullicio del mundo, el murmullo de lo nuevo, es un tropiezo en el camino recto del habla.
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La poesía es el escabullirse de un animal pequeño entre las tinieblas individuales. Es el daño causado en los cables, por las mordidas de esa criatura que ha roído ya, el entramado social desde el sótano del entendimiento hasta las tuberías del poder.
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Es un animalito que se mueve ágil e indiferente, que no prevee el nuevo espacio que habitará y no le interesa.
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El vacío de sentido, donde llegará a instalarse, es un lugar mullido. Es un
vacío maduro.
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Es un vacío que ha preparado la Historia en el seno de lo individual, a temperaturas constantes, tal como la ebullición en la masa de agua, a partir del momento en que el sentido se coaguló en cosas.
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Es ahí la cortadura, donde la nueva construcción abre en tajo, con peligro*, el sentido que fue gestado como material marmóreo brillante y cimentado en un colectivo, casi inamovible, y que se deshace en medio del temor de no entender, se deshace al paso casi sin peso de una nueva expresión proferida en el vacío reemplazado.
Sacude todas las palabras dichas con anterioridad. Sacude todas las palabras que rodean lo recién dicho. Sacude el porvenir con una nueva huella. Pero se deshace en el presente. Se aleja del presente también, por la incertidumbre que provoca. Es inconjugable.
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La nueva palabra, el nuevo trazo, la nueva combinación de movimientos, es peligrosa no sólo por el riesgo de no ser entendida, sino por qué nos aleja de lo estable, de todo aquello que reposa sobre la identidad, sobre una forma anterior de mirar, de amar, de soñar. Nos aleja del mundo tal cual lo conocemos y abre una zanja de posibilidades que marean, que aterrorizan. Nos proponen ser. Otro ser.
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Pensamos que el silencio primario fue absoluto, que es lo opuesto a lo colmado de nuestra habla actual.
Pensamos en las noches más lejanas de nuestra especie, nos imaginamos el esfuerzo de los primeros homínidos estirando su aparato fonador hacia un universo de vértigo, pero el silencio pre-lengüistico no es demasiado lejano de la aparente paridad de sentido que creemos poseer hoy.
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El hecho de ver al otro, de escuchar cómo se articula en acto la lengua, si bien puede hacer de la expresión un ente inteligible, comparte el mismo código del cuerpo, del medio y del fin: el cuerpo mío y del otro. Eso hace posible el sentido, la comunicación, el estremecimiento, a pesar de su poca transparencia.
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Hoy nos sentimos tan seguros de nuestro lenguaje, que no seríamos capaces de vernos a nosotros mismos faltos de él. **
Pensamos que nos entendemos de una forma tan fiel que nos satisface.
Pensamos que sabemos articular lo que somos y que sabremos articularlo en la cornisa frente al final.
Y es justo frente al final que los nombres caen, desgarrados por los ciclos y la lengua desaparece.
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El hecho de ser, me hace mirarte, me hace mirarme en ti. Soy por ti. Somos.
No necesito entender para entenderte.
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Ahora sé con la respiración de la parte de atrás de la cabeza.
Hoy a veces despierto y huelo antes de ver.
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No se cuestionan los sintagmas del cuerpo.
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Le dije ya no te amo, mientras hacíamos el amor, dice el relato de S.
El cuerpo y el lenguaje toman caminos diferentes, ahí es donde la herida, donde brota lo demasiado humano del lenguaje.
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¿es la escritura un acto natural del cuerpo ?
¿es un instinto?
¿es el cuerpo el que se vuelve en máquina?
¿una máquina repetidora?
¿una cinta que graba las voces de la Historia, un par de cabezales que giran y registran y una mano que anota?
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¿es un mecanismo?
M y yo caminábamos sobre Reforma de noche, regresábamos del teatro.
Hablábamos de configurarnos como sujetos nuevos, desde lo femenino.
De la violencia que ejercemos y recibimos, del sentido de las emociones, de su transformación en palabras, de las hablas del cuerpo, desde ser esto que se entiende por ser mujer.
¿cómo reconfigurarse? ¿cómo no sentir como apre(h)endimos a sentir? ¿cómo delimitar lo que soy y mi devenir?
Mente, espíritu y cuerpo. Traducción: palabra, emoción, movimiento. Nuevos molduras. Molduras informes. Ser a partir de uno. No repetir el modelo. Moverse mal. Sonar mal. Ser disonante. Moverse en espasmos torpes. Detonar. Desentonar. Estar chueco.
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La boca se llena del aire que agitaron piernas y brazos en el frustrado intento del vuelo entre la gente. El aire se ha hecho espuma. La espuma le hierve entre la boca. Ella parecería despegar del suelo. Parecería tararear una melodía con sus talones. Luego le vino el balbuceo, en medio del ahogo:
Soy ese poco que dulce te añoró. Vuelve. Despídete pronto. Escucha con los ojos descalzos lo que tienen que decir mis yemas.
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La poesía es una reconfiguración no exclusiva del lenguaje, es la reconfiguración del sujeto, que arrastrado por la fuerza del quiebre, deviene en otro, que ahora entiende desde otros sitios que no son los habituales dominios de la razón. La poesía es el solo disonante en medio del eterno loop de la comunicación. Es el don de la posibilidad infinita.
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Si mi escritura no es el reverso del poder, que no sea nada.
Un lenguaje de locos. Una lengua para hablar solos.
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¿es la escritura un mecanismo? ¿mecanismo de caminar?
mecanismo de caminar sobre un campo
mecánica de evasión
engrane de daño
entre las minas
paso propio del campo
de significados huecos
huída de sonido propio
sordo
mecánica del falso
exacto
de la medida
de uno mismo
mecanismo de explosión
en la cara
del pasado
de la lengua
antes
de la desfiguración
antes
del presente
(silencio)
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La seguridad en el sentido, la certeza de que estamos diciendo, mirando, oliendo y sintiendo lo mismo se deshace. La certeza de la legibilidad cae. Y con ella, el yo, que se cuestiona. El yo se desplaza.
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Nadie se sitúa detrás de otras córneas que no sean las propias. Háblame,
¿qué es el amarillo?
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Pensar es estar enfermo de los ojos, dijo el más iluminado y también dijo, me río solo de algo que tiene que ver con que haya gente que piensa. Me río con él. Aprendo.
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–Cuando lo que digo llega a tu oído siendo cosa otra que de mi boca haya salido–, mi identidad se disuelve en la tuya: hacemos comunidad. En nuestro alejamiento, en nuestra confusión, en medio, el germen del nuevo sentido. El caos. El nacimiento.
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Soy otro porque tú no eres yo. Y en el tú me deshago.
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La poesía es un mecanismo de destrucción.
Un acto kamikaze, un acto terrorista, un acto contra el poder, un acto contra la belleza.
*Por poesía, hablo de un andamiaje nuevo de significados y significantes, no de un género. Hablo de actos que no son exclusivos de la literatura, pueden abarcar cualquier disciplina.
*Cuando hablo de peligro, me refiero a súper o yuxtaposiciones de significantes que causan temor y/o repulsión por no ser unidades de sentido, es decir del sentido hegemónico. No son parte de la institución. Por ejemplo, la homosexualidad, la locura, la infancia, la animalidad, la mujer, la pobreza, la diferencia racial, etc.
Precisamente los sujetos que se han apartado de la figura hegemónica, hombres sin su “hombría” mujeres “feminazis”, los hablan solos, vagabundos, personas que no replican la lengua de sus colonizadores, o que las replican para resistir, seres que creen en animales como individuos, personas que eligieron amantes del mismo sexo, personas sin definición de sexo, personas sin patria, sin nombre, es decir extranjeros en medio de esta melodía trillada que danza el mundo sin cuestionamientos, son los que abrirán nuevas rutas en los canales de intercambio social y lingüístico y paradójicamente son los parias de la sociedad por su posición atípica en la cadena de lenguaje. Los excluidos. Los salvajes. Los desviados. Los locos.
Todo que nos aleja del lenguaje del poder es lo que puede construir un yo que se aparte del descabellado curso de los acontecimientos. Un yo con su propio yo. La locura que puede salvar de la locura del poder que fagocita cuerpos y almas sin distinción.
**Incluso cierto psicoanálisis, sostiene que los animales no tienen cuerpo porque no tiene lenguaje. No tienen trascendencia ni significante. No son. Nosotros no tendríamos reflejo sin lenguaje.
El cuerpo se sostiene con lenguaje, dicen. El significante excede no sólo al cuerpo individual sino a la línea del tiempo en lo particular del colectivo. ¿Se confundirá entonces en estos conceptos lenguaje con habla? ¿es el habla una justificación de la condición humana?
Pensar que el único anclaje de la condición humana es lenguaje, es tan corto como ingenuo, es dejar pasar las capacidades de los sentidos, del instinto y de todo aquello llamado cuerpo cuya percepción excede la atención y el razonamiento, además de que ignora todas las gramáticas de la naturaleza.