La censura y prohibición de libros es un error que se ha cometido en muchas instituciones, sobre todo educativas, a lo largo de los años. Dentro de este tipo de prácticas, la llevada a cabo por la Iglesia católica es una de las más conocidas: el Index librorum prohibitorum et expurgatorum. Lo que comenzó, en 1515, como una prohibición de publicaciones sin autorización del Papa derivó en un listado que reunía los títulos de las publicaciones literarias, científicas y filosóficas que a su juicio constituían una afrenta a la fe y moral católicas. Aunque este listado fue abandonado en 1966, las creencias religiosas siguen siendo razones para cuestionar o censurar libros.

En la historia encontramos otros episodios lamentables, como la quema de libros de autores judíos durante el régimen nazi en Alemania y otras regiones europeas. También se sabe que durante las dictaduras en el Cono Sur, los propios dueños enterraban o quemaban libros para así depurar su casa o biblioteca de materiales que resultarían comprometedores ante una eventual revisión por parte de los militares. Si seguimos cavando, podemos encontrar muchos otros ejemplos.

En Farenheit 451°, Ray Bradbury nos presenta una novela en la que los bomberos incendian bibliotecas en vez de apagar fuegos. Tiempo después, esta misma novela fue censurada en Estados Unidos. Al menos en tres ocasiones, la censura de este libro ha llegado a ser noticia en ese país por la organización de estudiantes o padres al denunciar los hechos.

Parece ser que los libros censurados son moneda corriente en la sociedad. Hace cinco años encontré el siguiente link en el que un joven pregunta si tendrá problemas por administrar una biblioteca ilegal en el casillero de su escuela. El contenido son los libros que su escuela ha censurado. En este caso, es evidente que la censura de libros suele ser contraproducente: más allá de apagar los deseos de leer, los encandila. Un libro censurado se vuelve atractivo. La transgresión invita a leer.

Libros diversos

La mayoría de las veces, el lenguaje y la edad de los lectores son criterios que determinan el motivo de la censura. Esto podría parecernos un dato menor, casi irrelevante. Sin embargo, lo especialmente preocupante es el señalamiento de aquellas facetas de la diversidad: preferencia sexual, religión, ideología política, discapacidad, entre otros. Para nuestro consuelo, no hay una única manera de ser, de amar ni de pensar y esto está retratado en numerosos libros, por no mencionar otras manifestaciones de la creatividad humana.

Aun siendo de ficción, los libros dan cuenta de la realidad de maneras muy diversas. Se insiste en que los libros son puertas abiertas a otros mundos, que ejercitan el músculo de la empatía. Además, en los libros identificamos una fuente de autoridad: lo que se publica está validado. Es problemático que los libros que abordan la diversidad sean censurados, puesto que es un modo de rechazar la diferencia que, muy a pesar de la voluntad humana, existe.

Necesitamos libros más diversos porque hay numerosas historias que no están siendo reconocidas. ¿Cuántas veces te has identificado con el protagonista o la trama de una historia? ¿Recuerdas todas las veces que el libro te ha hablado tan directamente que se volvió tu favorito? Si has experimentado algo así, seguramente has querido que alguien más lo viva. Bien, pues es esta pequeña experiencia la que hace que la vida sea más dichosa. ¿Te imaginas que alguien jamás se sintiera representado en una historia?

Sin embargo, esto sucede, por eso es que cada vez hay más gente que se decide a contar su historia. Cada quien recurre al género y formato más adecuado. Lo importante es que el libro esté disponible para quien lo necesite. Chimamanda Adichie advierte en una charla que es peligroso contar una historia única, uniforme. La escritora habla de su propia experiencia: sus personajes, aunque eran nigerianos, tenían hábitos muy europeos, completamente ajenos a su cotidianidad. Fue hasta que descubrió la literatura africana que se percató de que gente como ella también cuenta, y que vidas como la suya podían contarse en una historia, incluso publicarse en un libro.

Las bibliotecas son recintos que reúnen la diversidad. En ellas podemos informarnos, investigar, además de construir conocimiento con otras personas. La biblioteca, con su estantería y acervo, permanece abierta al diálogo. A veces hasta lo propician.

 

La semana de los libros prohibidos

Se trata de un evento anual que desde 1982 celebra la libertad de leer. Este proyecto fue fundado por Judith Krug, bibliotecaria y activista, en colaboración con la Oficina de Libertad Intelectual (en inglés: Office of Intelectual Freedom, OIF) de la American Library Association (ALA), probablemente la asociación bibliotecaria más activa en el mundo, entre otras fundaciones y organizaciones.

Judith Krug se propuso defender la Primera Enmienda a la Constitución estadounidense. De esta manera, la semana de los libros prohibidos es una celebración que busca combatir la práctica habitual de la censura y la prohibición, enfatizando su actividad en las bibliotecas públicas y las escuelas.

Con los años, la Semana se consolidó como una acción bibliotecaria que ha sido respaldada por asociaciones de bibliotecas, bibliotecarios, libreros, editoriales, profesores universitarios, maestros de educación básica, entre otros. Todos los agentes involucrados en la producción y distribución de los libros están conscientes de que deben unir esfuerzos para emprender la lucha contra la censura, hija del miedo y madre de la ignorancia. El lema tradicional es “Celebremos la libertad de leer”. Casi todas las actividades echan mano de un divertido juego de palabras con el idioma inglés. Estos son algunos de los lemas utilizados desde 2010:

  • Think for yourself and let others do the same (2010)
  • Free your mind. Read a banned book (2011)
  • I am with the banned (2012, 30 aniversario)
  • Discover what you are missing (2013)
  • Have you seen us? (2014)
  • “FREADom. Celebrate the right to read”
  • READstricted (2015)
  • Keep the light on! (2018)

Actividades destacadas

Cuando la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos lanzó la exhibición sobre los libros que forjaron a Estados Unidos, la Oficina de ALA se encargó de identificar los libros de esa lista que habían sido prohibidos, censurados o cuestionados.

Con motivo de los 30 años de la semana de los libros prohibidos, elaboraron esta impresionante línea del tiempo en la que destacan un libro por año cuya censura o prohibición haya sido especialmente significativa. Es una actividad tan importante que a la muerte de Judith Krug se creó un fondo en su honor que se dedica a financiar actividades sobre este tema. Organizaciones sin fines de lucro de EE. UU. pueden postularse para recibir desde 1,000 hasta 2,500 dólares.

La OIF se ha dedicado a concentrar las denuncias de censura y prohibición. Puedes consultar el histórico de 2000 a la fecha. En muchos casos vemos algunos reincidentes, casi siempre bajo los mismos criterios. La ALA registra en un mapa las denuncias para tener un panorama de las regiones donde suele ser más frecuentes los casos de libros prohibidos. Sin embargo, la censura transita una línea tan delgada y fina, que a veces quizá estemos censurando o autocensurándonos sin ser plenamente conscientes de ello; en el terreno de las bibliotecas esto es especialmente delicado, razón por la cual The New York Library Association publicó en febrero de este año un test de autocensura para que los bibliotecarios estén conscientes si han caído o son susceptibles de caer en esta práctica, un test de tan sólo 18 preguntas que, no obstante, servirá a cualquier persona interesada en poner al alcance de cualquier público libros con temáticas “complejas”.

Este año, la Biblioteca Nacional de Francia inauguró una exhibición titulada Ne les laissez pas lire ! en el marco de los 70 años de la ley del 16 de julio de 1949 sobre las publicaciones dedicadas a la juventud, que se introdujo para regular la producción de contenido editorial para niños y jóvenes. La exhibición reúne materiales prohibidos desde 1904, la implementación de la ley de 1949, los acontecimientos de mayo de 1968 y un debate sobre la actualidad; todo esto desde la perspectiva de la sociedad francesa y su relación con las infancias.

La Semana de los libros prohibidos es un proyecto apasionante que no se queda en la denuncia. Realizar actividades en torno a este tema encendería la flama de la lectura en nuestro país, además de activar la conversación en torno a la selección de los materiales que integran nuestras bibliotecas.