El nombramiento por decreto presidencial, emitido por Recep Tayyip Erdoğan, de Melih Bulu, como rector de la prestigiosa universidad de Boğaziçi el primero de enero de 2021 desató una fuerte protesta de estudiantes y académicos de dicha institución tres días después del despótico nombramiento. Esta decisión autoritaria se enmarca en una acometida gubernamental contra la libertad académica en el país que ya lleva varios años.
Melih Bulu, un miembro de larga data del Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP por sus siglas en turco) ha sido cuestionado por sus magros resultados académicos (incluidas acusaciones de plagio), sus pobres habilidades administrativas y su cerrazón para dialogar con los profesores y estudiantes que cuestionan sus credenciales para acceder al puesto de rector.
Los estudiantes de Boğaziçi se manifestaron masivamente el 4 de enero y dos días después llevaron a cabo una marcha de protesta apoyada por varios de sus profesores que se plantaron enfrente del edificio de la Rectoría, pero de espaldas al mismo en señal de desaprobación por la designación de Bulu.
Las autoridades turcas han lidiado con la protesta universitaria de la manera en que los Estados autoritarios proceden: deteniendo a muchos estudiantes y acusándolos de tener “vínculos con grupos terroristas” (otra vieja práctica común en algunos países autoritarios del Medio Oriente)
El portal Duvar.com uno de los pocos medios independientes que resisten al asedio gubernamental en Turquía, entrevistó a algunos académicos de Boğaziçi sobre la represión académica en Turquía.
La mayoría de las reflexiones de los académicos entrevistados coinciden en que las intentonas gubernamentales por controlar los espacios universitarios hunden sus raíces en el golpe de Estado de 1980 y en el régimen militar que lo sucedió. Zeynep Gambetti, profesora asociada de teoría política, recuerda que Boğaziçi fue la primera universidad del país en rebelarse contra esta arremetida gubernamental cuando en 1992 la universidad decidió llevar a cabo elecciones para elegir a sus representantes académicos. La independencia en la elección de sus rectores y presidentes de facultades duraría hasta el año 2016 cuando el gobierno turco impuso las nominaciones directas y no democráticas en todas las universidades del país.
Hay que recordar que el 15 de julio del 2016 se registró un fallido y aún hoy polémico intento de golpe de Estado en Turquía. La intentona golpista generó un ambiente social y político que ha permitido al gobierno de Erdoğan purgar de voces críticas espacios mediáticos, políticos y universitarios bajo el eslogan de combatir el terrorismo. Políticos, periodistas, estudiantes y académicos críticos con el régimen hoy languidecen en prisiones del país o se encuentran desempleados mientras otros más han emprendido el camino del exilio.
Para dimensionar la purga en el sistema universitario turco baste decir que para febrero del 2017 más de cinco mil académicos habían sido despedidos de sus universidades, lo anterior se enmarcaba en un proceso que había llevado a 125 mil personas a perder sus trabajos y a 40 mil ciudadanos arrestados.
Para el régimen de Erdoğan la purga en el país, desatada después del fracasado golpe de Estado en el cual murieron 250 personas, es necesaria para limpiar las instituciones turcas de conspiradores, terroristas y simpatizantes de los mismos. En la narrativa oficial turca el culpable principal del golpe fallido es el clérigo Fethullah Gulen, un líder religioso autoexiliado en EEUU y exaliado político de Erdoğan que controla un movimiento denominado “Hizmet” (servicio en turco) que controlaba una amplia red de escuelas no solo en Turquía sino a nivel mundial y cuyos fines últimos son poco claros y polémicos.
El 11 de enero del 2016 se publicó la declaración denominada “No seremos parte de este crimen” firmada por 1,128 académicos de Turquía y otros países y por la cual se denunciaban los abusos y violaciones a los derechos humanos que el Estado turco cometía en las ciudades kurdas del sureste del país desde el 2015. La declaración condenaba los toques de queda, ataques a civiles y pueblos con artillería pesada y llamaba al gobierno a, por un lado, reconocer estas graves violaciones a los derechos humanos y, por otra, a retomar el proceso de paz que había sido interrumpido después de las elecciones de junio del 2015. La gran mayoría de los académicos turcos que firmaron la declaración, también conocida como “Académicos por la paz” fueron despedidos de sus puestos y varios de ellos enfrentaron cargos de terrorismo.
En una victoria que resultó ser pírrica a mediano plazo, la Corte Constitucional Turca juzgó que la detención de diez académicos bajo el cargo de “diseminar propaganda a favor de una organización terrorista” al haber firmado la petición antes señalada, violaba el derecho a la libertad de expresión que se garantiza en el artículo 26 de la Constitución turca. A pesar de este precedente en realidad esos académicos han tenido muchas dificultades para conseguir volver a los espacios académicos formales turcos y algunos han emigrado.
En febrero del 2017 inició un movimiento estudiantil denominado “Hocama Dokunma” (no toques a mi profesor) que buscaba por un lado visibilizar la situación de persecución, acoso e intimidación que sufrían cientos de académicos y estudiantes turcos y por otra intentaba despertar movilizaciones internacionales en universidades y centros de investigación del mundo.
Hocama Dokunma advertía ya desde 2017 que el gobierno turco estaba despidiendo académicos críticos, confiscando sus pasaportes y prohibiendo que ocuparan cualquier cargo público. Por medio de cinco decretos estatutarios oficiales se cerraron más de 15 universidades que afectaron a más de 65 mil estudiantes y 2,800 académicos.
En varias universidades del mundo se llevaron a cabo manifestaciones de apoyo al movimiento Hocama Dokunma. El 24 de febrero del 2017 organicé y participé junto a otros académicos mexicanos una conferencia realizada en la Universidad del Valle de México en la que analizamos la situación de la libertad académica en Turquía. Desgraciadamente la academia latinoamericana en general y mexicana en particular se ha mostrado indiferente a la situación que sus colegas turcos atraviesan, lo que es una prueba más del egoísmo, el individualismo, la cobardía y la complicidad dominante en la academia latinoamericana.
Para Seda Altuğ, otra académica turca entrevistada por Duvar, las intervenciones políticas en el espacio académico turco se originan en el periodo de construcción del Estado y la nación turca de las décadas de los veinte y treinta del siglo pasado durante las cuales el régimen purgó a 151 profesores de la Universidad de Estambul por «no cumplir» con las políticas del partido en el poder por lo que lo experimentado en Turquía desde el 2016 hasta la fecha no es otra cosa que una nueva ola de “degeneración académica en las universidades turcas” por la cual la academia del país ha perdido a sus mentes más críticas dando paso a una generación de “académicos” afines al régimen que mantienen sus puestos de trabajo callando ante las injusticias y los abusos del poder autocensurándose.
Mientras los estudiantes y académicos de Boğaziçi dan quizá la última batalla por la libertad académica en Turquía el mundo académico latinoamericano calla y lo ignora. Malos vientos soplan para aquellos que luchamos por una academia libre, independiente y crítica con el poder. Lo que pasa hoy en Turquía pronto lo experimentaremos, sino es que ya lo vivimos, en nuestros países y no habrá nadie que hable por nosotros.