Regularmente cuando los medios de comunicación reportan algún “plan de paz para palestinos e israelíes”, se refieren a algún acuerdo entre políticos de traje y corbata negociado en ciudades como Oslo, Washington, Sharm al Sheikh, Madrid, Ryad o Nueva York, y anunciado con bombo y platillo en los principales canales comunicativos.

Después de las fotografías y apretones de mano muy sonrientes, ¿qué es lo que queda? A lo  mucho alguna referencia de esos mismos políticos y la egoísta satisfacción de aquellos que no viven el conflicto de irse a casa con la conciencia tranquila.

Se me podría aquí argumentar sobre la paz firmada entre Egipto y Jordania con Israel o sobre las negociaciones de Oslo, los Camp David u Hojas de Ruta y tendrían razón, esas negociaciones fueron importantes. Sin embargo, intentaré demostrar que esos encuentros y procesos de altos vuelos no serían posibles sin un trabajo y apoyo popular que es creado y sostenido por los verdaderos héroes en este trágico conflicto.

Mientras hay políticos que lucran con el conflicto y presumen electoralmente de saber cómo proteger a sus ciudadanos de una violencia que muchas veces es creada y aplaudida por ellos mismos; mientras hay “analistas” académicos indolentes que creen que por saber citar los parámetros discutidos en negociaciones y  leer las noticias sobre Israel y Palestina desde su sillón son expertos y sus voces deben ser escuchadas, hay héroes por la paz que anónimamente viven el conflicto y buscan soluciones reales al mismo.

A estos héroes, que no suelen aparecer en televisión y por los que tampoco se harán  monumentos, ni los veremos golpeando soldados israelíes para ganar fama internacional ni insultando y agrediendo verbalmente a los árabes desde la tribuna de un estadio de futbol, a ellos, a los verdaderos héroes de esta historia, están dirigidas estas palabras a manera de homenaje.

Amanece en Israel y Palestina y en los puestos de control del ejército israelí, esos que conectan y a veces desconectan a Israel con Cisjordania, ya trabajan las mujeres israelíes de Machsom Watch, organización no gubernamental que desde 2001 y en respuesta a los reportes de la prensa sobre abusos a los derechos humanos de los palestinos que entran y salen de Israel cada día, monitorean el comportamiento de los soldados y la policía israelí, reportan casos de abuso y capacitan y asesoran a esos palestinos sobre sus derechos.

A las nueve de la mañana, Jeff Halper el Director del Comité Israelí contra la Demolición de Casas, llegará a sus oficinas en Jerusalén. Esta ONG israelí fundada en 1996 es una organización que a través de medios no violentos se opone a la demolición de hogares palestinos por parte de las fuerzas armadas israelíes. Este grupo también se ocupa de reconstruir aquellas casas palestinas que ya han sido demolidas, labor que a veces lleva a cabo con el apoyo de Rabbis for Human Rights, grupo fundado en 1988 durante la Intifada Palestina y que, desde su base de operaciones en Jerusalén, busca darle voz a la tradición religiosa judía en materia de derechos humanos; como su director ejecutivo, el rabino Ascherman dice: “los rabinos miembros de nuestra organización, que provienen  tanto del judaísmo ortodoxo, conservador y reformista, buscan participar en acciones no violentas, en demostraciones de solidaridad con las víctimas de abusos y trabajar en el diálogo interrreligioso, también fomentamos la tradición judía de defensa de las víctimas en las Yeshivot y ayudar en la reconstrucción de casas demolidas”.

Quizá el mismo día, en la tarde, se reúnan en la calle Hayasmin de Ramat Efal de Israel, algunas familias palestinas y judías del Families Forum, asociación que incluye a cientas de personas que han perdido, como resultado del conflicto, a un familiar cercano. El Forum fue fundado oficialmente en 1998 y tiene como objetivo generar conciencia de los daños que la ocupación produce, la búsqueda de una solución justa y el fin del terrorismo y la violencia que mata a inocentes como lo fueron sus parientes asesinados por medio de impactar en la opinión pública y en los gobiernos palestino e israelí para que adopten medidas de reconciliación y entendimiento.

Desde el establecimiento del Estado de Israel, la sociedad civil ha jugado un rol muy activo y decisivo en la misma conformación de la nación y el Estado, ejemplo de esto es la amplia participación de la ciudadanía en movimientos sociales, ONG, asociaciones culturales y recreativas así como (antiguamente) la pertenencia a partidos políticos.

Las relaciones cotidianas entre palestinos e israelíes han estado marcadas por diferentes coyunturas y eventos, se podría decir que de 1948 a 1967 la población palestina vivía bajo un liderazgo árabe (Jordania y Egipto), por lo que solo espontánea y casualmente tenía contacto con civiles israelíes.

Estas interacciones esporádicas se intensificaron (positiva y negativamente) después de la guerra de 1967, sobre todo a lo largo de la denominada “Línea Verde”, cuando Israel ocupó Cisjordania y Gaza. Paralelamente, este mayor contacto entre palestinos e israelíes, la ocupación del Sinaí y los Altos del Golán así como de los sectores árabes de Jerusalén produjo una polarización de la población judía en dos campos que aún en nuestros días son reconocibles en la sociedad israelí.

Por un lado, tenemos al que denominaremos “Eretz Israel Hashlema”, que resultó de la unión de grupos judíos religiosos nacionalistas y organizaciones seculares que promovían la anexión y colonización del territorio conquistado. Por otro encontramos al “Movimiento por la paz y seguridad” el cual es mayoritariamente secular y que entendía que el resultado de la guerra del 67 daba una oportunidad de resolver el problema de las relaciones árabes-israelíes con la fórmula “paz por territorio”.

Como mencionan los académicos Walid Salem y Edy Kaufman, entre ambos grupos existe una mayoría silenciosa, indecisa políticamente y que, dadas ciertas circunstancias, apoya liderazgos particulares. De ahí los cambios bruscos que se registran electoralmente.

Es indudable que la creación del Estado de Israel significó un parteaguas en la historia del Medio Oriente, lo mismo podría decirse de la creación de todos y cada uno de los Estados nación de la zona, sin embargo, el caso de Israel y Palestina ha ocupado la atención de los medios de comunicación y gran parte de la academia latinoamericana y europea dedicada al Medio Oriente.

Es, por lo tanto, sorprendente atestiguar el escasísimo interés que se ha mostrado por las agrupaciones, asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales palestinas que, como resultado del conflicto con Israel, han evolucionado de manera única en el mundo árabe.

El profesor Edy Kaufman en su libro Bridging the Divide: Peacebuilding in the Israeli-Palestinian Conflict, del 2006, nos ofrece no solo una valiosa lista de ONG y asociaciones civiles israelíes, palestinas y mixtas (aquellas con actividades tanto en Israel como en Palestina), también nos ofrece una reflexión sobre el desarrollo, la importancia e influencia de este tipo de manifestaciones organizadas de la sociedad civil.

La historia del movimiento pacifista palestino es muy diferente a la israelí, aunque se ha visto influida por ella, ya que sería hasta el inicio de la Primera Intifada (1987) que se pueden encontrar manifestaciones civiles organizadas con amplio impacto dentro de la sociedad palestina, que proponían algunas soluciones al conflicto nacional, que luchaban por sus derechos políticos y humanos no por medio de las armas, sino por medios no violentos. Es de destacar que el movimiento pacifista palestino a lo largo de su aún breve historia, ha sido influido y ayudado por dos actores: La Unión Europea (tanto a nivel Unión como a título individual de países miembros) y, quizá como una consecuencia no buscada, la sociedad civil israelí, principalmente los movimientos pacifistas.

La Intifada de 1987 puso en evidencia no solo al gobierno israelí y su nefasta política de ocupación y administración de los territorios y población palestinos, así como sus contradicciones hacia los ciudadanos israelíes árabes, sino también al liderazgo corrupto e inoperante de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Recordemos que este vacío dejado por la OLP en la sociedad palestina sería llenado en pocos meses por Hamás.

Los estudios académicos sobre las ONG palestinas coinciden en señalas que las dos Intifadas (1987 y 2000) así como los Acuerdos de Oslo de 1993 sentaron las bases del desarrollo de estos movimientos al interior de la sociedad palestina, registrándose un incremento en el número de asociaciones de este tipo hacia mediados de la década de los años noventa.

Si bien se han documentado casos e iniciativas de organizaciones civiles palestinas desde las décadas de los treinta y cuarenta del siglo pasado, en paralelo con la construcción y definición de la conciencia nacional palestina, la mayoría de los investigadores y académicos como Walid Salem, Juliette Verhoeven, Manuel Hassasian y el ya mencionado Edy Kaufman, coinciden en que la Intifada del 87 se podría declarar como el evento fundacional de la sociedad civil organizada en Palestina (con amplias y profundas diferencias entre Gaza y Cisjordania), así como de los movimientos pacifistas palestinos.

Cuando se habla de movimientos pacifistas en Israel y Palestina, su actividad se puede dividir en tres rubros tomando como referencia la población hacia la cual se dirigen sus esfuerzos: el movimiento pacifista israelí con acciones al interior de Israel; el movimiento pacifista palestino cuyo objetivo es la población civil de Palestina y el movimiento pacifista conjunto, estas serían aquellas acciones que, en términos de una asociación israelí/palestina, tienen como propósito promover la paz, la buena voluntad, la confianza y el entendimiento mutuos entre palestinos e israelíes comunes y corrientes, mientras se presiona a las élites gobernantes.

Ya desde los primeros días de la Intifada del 87 se empezaron a establecer contactos informales y a fomentar actividades de mutua dependencia entre asociaciones palestinas e israelíes, siendo la década de los noventa la más fructífera tanto en el número de organizaciones fundadas como en la intensidad de los contactos entre las mismas y el grado de presión que lograron hacia el aparato político formal.

Las Organizaciones No Gubernamentales que promueven la paz tienen en ocasiones una capacidad de presión hacia arriba, esto es, llegan a influir en los políticos que toman las grandes decisiones; al mismo tiempo tienen un efecto hacia abajo, en la opinión pública, lo que ha motivado manifestaciones masivas organizadas, las cuales también tienen su efecto en la clase política y en las decisiones parlamentarias, sin olvidar su efecto horizontal que es el impacto e influencia que tienen las organizaciones entre sí.

Los principales campos en los cuales estas agrupaciones han logrado tener cierto grado de éxito son: la educación bicultural e interrreligiosa; la asesoría y defensa jurídica (la película “Los limoneros” de Eran Riklis refleja muy bien esta dinámica); la investigación académica conjunta; la lucha por los derechos humanos y la democracia así como el desarrollo económico a través de cooperativas, sin olvidar las propuestas alternativas al conflicto territorial (el proceso de Oslo no sale de la nada).

Algunos éxitos históricos cosechados por el Campo de la Paz son: la presión que generaron tanto dentro de Israel como en el extranjero, lo que llevó a la decisión del gobierno israelí de retirarse del sur de Líbano en el año 2000. La ya mencionada Intifada del 87, la presión que las organizaciones civiles palestinas pusieron en Arafat y el XIX Congreso Nacional Palestino para que se aprobaran las propuestas de dos Estados y el reconocimiento de Israel. Los famosos Acuerdos de Oslo de 1993 que gozaron de un apoyo popular sin precedente aunque después los políticos los hicieron fracasar, incluso el plan de Sharon para la desconexión de la Franja de Gaza en el 2005 puede ser atribuido en parte a la labor de estos grupos civiles.

En nuestros días, en los cuales el conflicto palestino-israelí ha perdido centralidad en un Medio Oriente convulso por guerras, invasiones y violencia que parece no tener fin, sería bueno volver nuestra atención a esos héroes anónimos que salen todos los días a hacer lo correcto: crear puentes y construir un futuro mejor para los suyos sin esperar nuestro aplauso, un premio o una foto en el periódico.

* Esta reflexión está basada en mi artículo titulado: “Los movimientos pacifistas en el conflicto palestino-israelí” que fue publicado como parte del libro “El conflicto en Gaza e Israel 2008-2009. Una visión latinoamericana”. Senado de la República Mexicana (2010)