Negación o reconocimiento sin comprensión no beneficia a nadie

 Hrant Dink

 

La destrucción de las comunidades cristianas del Imperio otomano fue una de las peores tragedias humanas registradas en un siglo XX de por sí violento. En el espacio de treinta años (1894 a 1924) el número de cristianos en tierras otomanas disminuyó de 20% a un insignificante 2%. Los gobiernos turcos se han apegado a la narrativa de que este cambio demográfico se debió a la situación de guerra y migración prevaleciente, mientras que los descendientes de dicha población cristiana otomana (que ha formado una diáspora numerosa e influyente a lo largo y ancho del mundo) sostienen un reclamo centrado en que sus antecesores sufrieron un genocidio.

Gradualmente los historiadores e investigadores especializados en este tema han llegado a la conclusión de que la versión más apegada a los hechos históricos es la de los descendientes de aquellos cristianos armenios, griegos y asirios (siriacos) que fueron objeto de una campaña genocida ejecutada por sus vecinos musulmanes (turcos, kurdos, chechenos, circasianos y árabes). La campaña fue orquestada e implementada por los gobiernos del sultán otomano Abdul-Hamid II, el de los Jóvenes Turcos y el régimen de Mustafa Keman Atatürk, fundador de la moderna República de Turquía.

El caso de los armenios otomanos y su cruel destino ha sido analizado y discutido intensamente, el objetivo de esta reflexión es llamar la atención sobre la comunidad armenia superviviente en Turquía y en la figura de Hrant Dink.

La Medz Yeghern armenia    

Las atrocidades, los asesinatos, las violaciones, los despojos y abusos a los cuales los armenios otomanos se vieron sometidos durante el periodo denominado  Medz Yeghern (Gran Catástrofe) recibieron amplia atención diplomática y mediática durante el periodo en que se gestaron y perpetraron. Basta consultar en una hemeroteca la prensa estadounidense, francesa, alemana e inglesa (incluso latinoamericana) de la época y leer los cables diplomáticos que cónsules y embajadores enviaron a sus cancillerías y en los cuales describen con detalles el sufrimiento armenio.

Las sociedades occidentales estaban, por lo tanto, muy conscientes de la tragedia, tan es así que durante la Primera Guerra Mundial el ciudadano estadounidense promedio pedía a sus hijos que comieran todas sus verduras pensando en aquellos “hambrientos armenios” que recibían ayuda humanitaria del gobierno de Estados Unidos. El propio Theodore Roosevelt explicaba en mayo de 1918 que “debimos ir a la guerra porque no hacerlo era demostrar mala fe hacia nuestros aliados y ayudar a Alemania y también porque las masacres de armenios fueron los peores crímenes de la guerra y no actuar en contra de Turquía significaba condonarlos”.

Sería conveniente en este punto describir de manera general los hechos históricos sobre los cuales la identidad armenia y turca contemporánea han desarrollado posturas divergentes y narrativas enfrentadas, esto es, proveer de un marco histórico mínimo desde el cual pensar y reflexionar.

Si tuviera que indicar un año que marcaría el destino del millet-i sadika[i] sería 1891 en el cual el ya mencionado Sultán Abdul-Hamid II formó las milicias Hamidiye integradas principalmente por kurdos leales al imperio y con las que buscaba enfrentar a armenios con kurdos y al mismo tiempo debilitar la unión política intrakurda.[ii] Estas milicias Hamidiye, financiadas, armadas y entrenadas por la Sublime Puerta, masacraron impunemente por dos años a armenios en la zona de Anatolia oriental y a partir de ese momento los armenios otomanos estarían atrapados entre dos violencias: las del imperio y las de sus propias milicias radicales entre las que destaca Dashnaktsitiun (Federación Revolucionaria Armenia) fundada en la ciudad de Tbilisi en 1890 y que cobraría fama por sus atentados terroristas principalmente en la década de los setenta.

Después de la revolución de los Jóvenes Turcos de 1908, que introdujo cambios constitucionales al imperio, la situación de los armenios no hizo más que empeorar, prueba de lo anterior fueron las masacres sufridas por los armenios en Adana en 1909. La entrada del Imperio Otomano a la Primera Guerra Mundial y especialmente la derrota sufrida por las fuerzas otomanas a manos de los rusos en la batalla de Sarakamish de diciembre de 1914, se sumaron a la convicción colectiva musulmana de que los armenios habían traicionado al imperio al aliarse con la Rusia zarista. De ahí a la persecución total habría solo un paso.

El paso decisivo, y que marca la fecha en que se conmemora el genocidio, se dio el 24 de abril de 1915 cuando se arrestó a los principales líderes e intelectuales de la comunidad armenia en Estambul, siendo algunos de ellos ejecutados posteriormente. La entrada de las fuerzas rusas en la ciudad de Van el 23 de mayo y la condena por parte de Gran Bretaña, Francia y Rusia al imperio por “crímenes contra la humanidad” solo acrecentaron la animadversión de los súbditos musulmanes hacia los cristianos en general y a los armenios en particular.

En ese contexto se ubica la decisión de Talat Pasha, del 21 de junio del mismo 1915, de deportar a todos los armenios de las provincias otomanas del este y enviarlos en condiciones infrahumanas al desierto sirio. En el verano de 1916 se registraron matanzas masivas de armenios en la región de Der Zor en Siria cerrando el capítulo más trágico en la historia del pueblo armenio al dejar más de millón y medio de muertos.

Solo una décima parte de la otrora influyente comunidad armenia otomana sobrevivió en tierras turcas, ya que el resto resultó asesinado o exiliado. Los supervivientes se desperdigaron por Europa, Estados Unidos, América Latina, el Cáucaso y Rusia dando forma con sus descendientes a una de las diásporas más importantes, influyentes e interesantes de la actualidad.

Memorial del genocidio armenio en Ereván, Armenia.

Hrant Dink. El reconocimiento más allá del trauma histórico

La actual comunidad armenia de la República de Turquía suma apenas 80,000 personas que se concentran principalmente en la ciudad de Estambul. Herederos de una de las minorías más importantes e influyentes del Imperio otomano, los armenios de Turquía, si bien nominalmente protegidos por el Tratado de Lausanne de 1923, han decidido imponerse por décadas una autocensura para lidiar con la discriminación cotidiana que enfrentan.

Aglomerados alrededor del Patriarcado Armenio de Estambul los armenios buscan probar que son ciudadanos turcos (más allá de su estatus legal). En este sentido, han tenido gestos como el de colocar flores en la estatua de Atatürk, ubicada en la plaza Taksim, en la conmemoración 50 del genocidio (24 abril 1965) y la condena constante por parte del Patriarcado de los actos terroristas cometidos por grupos armenios en contra de diplomáticos y civiles turcos.

La desgracia que se cernió sobre los cristianos otomanos a finales del siglo XIX y que se agudizó para 1915 ha marcado particularmente a generaciones de armenios a lo largo y ancho de su extensa diáspora. De la misma manera, generaciones de turcos han aprendido que lo ocurrido durante esos años fue un acto de defensa del imperio en contra de una minoría armenia aliada a la agresiva Rusia que intentaba anexionarse territorios otomanos.

El genocidio sufrido por los armenios y otras comunidades cristianas del Imperio otomano debe ser estudiado y comprendido de una manera que lleve al reconocimiento, reconciliación y así sentar las bases de una mejor relación entre turcos y armenios. En este punto emerge la figura de Hrant Dink como alguien que hizo avanzar como nadie el entendimiento entre las partes.

Nacido en una familia armenia pobre en la ciudad de Malatya (este de Turquía) en 1954, Hrant vivió junto con sus hermanos en el Orfanato Protestante de Estambul durante varios años mientras trabajaba para el Patriarcado Armenio. Al ingresar a la Universidad de Estambul para estudiar zoología, Hrant se involucró profundamente en la política de izquierda radical.

Tiempo después logró hacerse dueño de una librería en 1996 y ese mismo año fundó el periódico turco-armenio Agos, la cual se estableció como un referente influyente entre los círculos de izquierda y reformistas de Turquía con artículos en turco y armenio que permitió a los armenios de Turquía compartir sus historias, memorias familiares y problemas cotidianos.

Para Dink el principal problema de la sociedad turca no era la negación del genocidio sino la falta de comprensión de la experiencia y trauma históricos armenios, por lo tanto, para comprender se necesita crear un estudio alternativo de la historia que derrumbe tabúes y mentiras, y para ello es indispensable un ambiente democrático. La cuestión, en palabras de Dink: “no es que la sociedad sepa o niegue la verdad; la sociedad está defendiendo la verdad que conoce”.

Dink desafió tabúes de la sociedad turca, especialmente los relacionados con las relaciones turco-armenias. En febrero 2004 publicó un artículo sobre Sabiha Gökcen, la hija adoptiva de Atatürk y quien fuera una aviadora famosa, en el que recordaba que Sabiha había nacido como armenia y que su nombre real era Hatun Sebilciyan.

 

Sabiha Gökçen

Gökcen es toda una figura legendaria en Turquía con una historia increíble. Una huérfana adoptada por Atatürk que fue entrenada para ser una piloto de combate. Conocida como “la amazona voladora de Turquía”, Sabiha es admirada por todos los niños turcos que leen en sus libros de texto escolares las fabulosas hazañas de quien ahora Dink se atrevía a recordar sus orígenes armenios.

Al exponer la verdad sobre una de las figuras centrales para la identidad e historia turcas Dink tocó una vena étnica muy sensible y mostró que los prejuicios étnicos son todavía ampliamente sentidos en la moderna Turquía. Se acusó a Dink de difamación y Ulkü Adatepe, la otra hija adoptiva de Atatürk, lanzó una feroz campaña para denunciar el artículo como una blasfemia a la memoria de su hermana.

De golpe, Dink se convirtió en un enemigo del Estado, enfrentó cargos judiciales bajo el artículo 301 del Código Penal Turco por “insultos a la turquidad” y fue objeto de todo tipo de teorías de conspiración (a las cuales la sociedad turca es adicta) que lo ligaban a un plan desestabilizador del imperialismo que buscaba destruir a Turquía. Lo interesante fue que por primera vez se escucharon voces turcas en defensa de Dink como la de Sahin Alpay, columnista reconocido en los medios turcos, que llamaba a aprovechar la oportunidad de ubicar la turquidad como una categoría civil y no étnica.

Dink también causó furor y críticas entre los armenios pues invitaba a la reflexión sobre el error histórico que había sido construir la identidad armenia en contraposición a la turca. “Este ‘turco’ que yace en el centro de la identidad armenia contemporánea, se ha convertido en una fuente de dolor y trauma que envenena el alma armenia”. Tuvo también palabras fuertes para los liderazgos armenios en la diáspora pues, en su opinión, desperdiciaban tiempo, recursos y esfuerzos preocupándose sobre su identidad histórica en lugar de aglomerarse y apoyar colectivamente a la nueva e independiente República de Armenia.

Dink pensaba que la solución sobre el trauma del genocidio debía decidirse en Turquía y no por medio de resoluciones aprobadas en parlamentos extranjeros, pues no había necesidad de que árbitros extranjeros validen o no la experiencia de los armenios. “Yo no acepto, a estas alturas de la historia, el arbitraje ni de un parlamento ni de otro Estado. Los verdaderos árbitros son las personas y sus conciencias.” En ese sentido, se entiende que en 2006 se opuso a la resolución aprobada en el Parlamento francés que establecía como una ofensa criminal la negación pública del genocidio armenio.

Si bien Dink había recibido muchas amenazas de muerte desde la publicación de su artículo sobre Sabiha Gökcen, el político las minimizaba y continuó con su lucha hasta el 19 de enero de 2007 cuando a las 15:00 fue asesinado por Ogün Samast, un muchacho de 17 años proveniente Trabzon en el Mar Negro, donde el nacionalismo turco está muy enraizado. Samast fue perseguido y finalmente detenido y recibió una sentencia de 22 años de prisión mientras Yasin Hayal, su cómplice en el asesinato y también proveniente de Trabzon, recibió una sentencia de por vida.

Hrant Dink fue enterrado el 23 de enero del mismo 2007. Su funeral derivó en toda una expresión política en Estambul, pues miles de seguidores y amigos se reunieron en una larga procesión que partió de las oficinas de Agos y terminó en la iglesia del Patriarcado Armenio, ubicada en Kumkapi.

Con música armenia tradicional y pancartas con la frase “Todos somos armenios” y “Todos somos Hrant Dink” la marcha que acompañó al cuerpo de Dink pregonaba inconscientemente un nuevo proceso: la adopción de Dink como un símbolo armenio más allá de las críticas que en vida recibió por parte de la diáspora armenia y los liderazgos comunitarios armenios de Turquía.

Emergía así un símbolo poderoso y en ese proceso mucho de su mensaje crítico comenzó a diluirse cuando armenios de la diáspora, que habían sido críticos de Dink en vida, ahora se declaraban sus seguidores mientras sus leales intentaban preservar el sentido de su lucha: romper el tema tabú de los armenios de Turquía y apoyar el proceso de democratización del país.

La muerte de Dink no detuvo un proceso por el cual la sociedad turca contemporánea analiza, reflexiona y asume una parte dolorosa de su historia y que, al mismo tiempo, activó en amplios sectores de la comunidad armenia de Turquía otra forma de concebirse y de reclamar agencia en las dinámicas sociales, políticas e identitarias de la República fundada por Atatürk.

A pesar de las intentonas reaccionarias y agresivas que continúan surgiendo parece que hay esperanza para enfrentar la verdad, sanar las heridas y mirar al futuro con optimismo y responsabilidad en una Turquía siempre convulsa y siempre apasionante.

 

[i] “Comunidad leal”. Término con el que conocía a los armenios del Imperio otomano.

[ii]  Sobre el tema consultar Kurdistán, una colonia internacional, de Ismail Besikci.