7 de noviembre de 2018
La segunda noche, me tomé la tercera pastilla anti-malaria (hay que comenzar antes del viaje y se ve que la pastilla provoca sueños psicóticos). Aquella noche, la píldora me llevó de vuelta a Broadway. Había bajado del subway e iba caminando al depa. Hacía dos meses que me había mudado de Brooklyn, pero la acera se desplegó bajo mis pies. Vi de reojo al café afroamericano al que siempre quise entrar. Por acá nunca vi un café latino (excepto los delis, si es que cuentan). Las nubes rosadas bajaron a estar con la calle y me eché a andar por Lorimer, no del todo infeliz, y pensé en la heladería vegana en la calle Grand (pero qué mamada que sirvan todo en plástico desechable, ¿no?). En fin, llegué a mi cuadra, subí al depa y me topé con las sábanas azul cielo. Me cogí a Jacques –qué piel más preciosa, qué cabeza más suertuda. Nuestros brazos se fueron por todos lados, hasta que le tomé la cabeza con la mano y apreté demasiado fuerte. Su cráneo se convirtió en plastilina y se le hundió para adentro –se le hizo una abolladura del tamaño de un puño– pero no le pasó nada.
En Delhi nos llevaron a la Mesquita Jama Masjid. Éramos los únicos turistas güeros; menos mal. Todo mundo se tomaba selfies. Después, agarramos un bicitaxi y recorrimos las calles vestidas de rosa y dorado por la fiesta de Diwali. Luego fuimos al jardín de la tumba Humayun, porque estaba cerrado el museo Gandhi. En la Puerta de la India todos los vendedores comerciaban con la misma pulsera de madera colorida.
Qutab Minar: Hay muros de arenisca geométricos, grabados con los versos del Sagrado Corán, cuyo color se bifurca por un rayo de sol. Las mujeres se toman fotos de Diwali en saris de seda. La moda acá está mucho mejor; las playeras occidentales no arrasaron. En este verde contra terracota, se sitúa una ruina en paz que habita un espacio monumental. Los invasores musulmanes contrataron a locales hindús para hacer los grabados: puntuaron los versos árabes con flores, adornándolos con el sacrilegio de la vida. Los musulmanes apedrearon los rostros de Ganesha que los precedieron: una conquista descarada.
* Ilustración: Vicky Flores (instagram: @oniricadevf)