Rubén escribe:
Día 18
Cuenca
Pero es otra cosa que una pieza. Digamos que es una plataforma. Lo importante no es solo lo que contiene, sino lo que provoca. Genera un marco para algunas cosas ocurran, pero también propicia conexiones. Se desdobla y se pliega.
Como cuando hacemos la charla con las geniales Amarela Varela, Cristina Burneo Salazar y María José Gutiérrez, para preparar el Homenaje Bailable del sábado que queremos dedicar a las personas en tránsito y a las madres buscadoras de los dos países. Entonces Cristina nos lee perfecto el proyecto como uno en el que lo común es precisamente la búsqueda de nuestras personas amadas que, o bien perecieron en un avión cuyas partes importantes nunca aparecieron; o bien desaparecieron en el tránsito migrante. Una búsqueda que, como explica Amarela, a veces se traduce en comunidades dolientes de ciudado o que a veces necesita la vergüenza para hacerse pública y reunir a sus pares para hacerse compañía.
Entonces, el Museo extiende ramas, se cuela – al menos imaginariamente- más allá de su fecha de clausura. Porque estar aquí no nos compromete únicamente con el pasado, sino ante todo con el presente.
Qué poderosas y qué chingonas amigas tenemos.
Día 19
Cuenca
Voluspa Jarpa, Mauricio Barría y Santiago conversan. Chile como emblema. Las relaciones de Piñera con la CIA, la fuerza de las nuevas generaciones en el estallido que aún expande sus ondas y la urgencia del trabajo en comunidad.
Mientras tanto: «Organizaciones sociales, indígenas, gremios de trabajadores y sindicatos de Ecuador iniciaron en las primeras horas de este martes una nueva jornada de protestas contra las políticas económicas del presidente Guillermo Lasso».
Y en Cuenca discutimos acerca de los procedimientos de vinculación entre la Universidad y la ciudadanía. ¿Será que los (ir) racionales candados burocráticos de las universidades permitan prácticas sensibles de acercamiento a la comunidad, desplazando sus indicadores cuantitativos a ultranza?
El Museo Por Venir como herramienta para pensar el presente.
Día 20
Cuenca/Suscal/Tambo/Cañar/Cuenca/Cajas
Vamos levantando espesas nubes por el camino de tierra. Algunas personas se asoman desde sus casas, los perros se hacen a un lado, la noche se hace más cerrada. Somos una caravama de siete carros tratando de encontrar una vía de retorno a la Carretera Panamericana, de la que nos ha sacado el bloqueo en el borde de Tambo.
Vamos con dirección a Cuenca, lo que quiere decir, para nosotros, que venimos de regreso. Hace dos horas que salimos de Cuenca rumbo a Guayaquil y habíamos logrado pasar un primer bloqueo de los kamaradas de la CONAIE, pero más adelante, ya de bajada, en medio del camino de niebla, en Suscal, otro bloqueo nos ha detenido. Apenas cinco o seis carros adelante. Es un bloqueo reciente. Son las seis de la tarde y justo le estaba escribiendo a Bertha para decirle que llegaríamos, Paul y yo, en hora y media. Decidimos esperar media hora para ver si aquí también dejarían pasar. La niebla baja como emisaria de la noche, mientras una vaca come indiferente a los conflictos de la gente.
Decidimos regresar: quizá podemos ir a un hotel en el pueblo e intentar cruzar de madrugada. El pueblo es muy pequeño y paramos en una farmacia para preguntar por el hotel. Las chicas que atienden nos dicen que el bloqueo seguirá y que quizá podemos llegar por la carretera vieja. La señora que estaban atendiendo dice que no, que esa carretera es peligrosa si no la conoces y de noche. Se discute la pertinencia de la ruta y se piensa que tal vez sería más seguro si hubiera varios coches. Una de las chicas llama a una conocida que vive por la ruta. No se va a poder, también allí hay bloqueo. Nos dicen que quizá el hotel que está a la salida tenga habitaciones, pero no saben si está abierto siquiera.
No lo está. De manera que seguimos de largo, pensando que quizá en Tambo, que es una pequeña ciudad, haya hoteles. Volvemos a subir. Siento la altitud en toda mi sangre.
En la entrada a Tambo, otro bloqueo. Las barricadas constan de alguna o varias maderas grandes, piedras y material inflamable. Fogatas que anuncian los cuerpos y la lucha que los sostiene.
Allí, delante de nosotros, de una van con calcomanías turísticas, se baja el chófer y discute con pobladores las posibles rutas alternas. Cuando me doy cuenta, somos ya más de siete personas escuchando. El chófer dice que entiende como tomar el camino. Los demás asentamos y seguimos a la van por una vía muy estrecha que nos va llevando hacia lo profundo del territorio. La vía de tierra iluminada por los faros es la única franja que da alguna seguridad, pues a un lado solo hay oscuridad y del otro filas de árboles y de pronto casas.
Paul y yo bromeamos sobre la buena decisión de comprar esta camioneta y el secreto del chsite privado es que en casa compramos una similar porque nos fuimos a vivir al bosque.
De pronto, otra fila de faros enfrente. Una Caravana de cuatro autos se topa con la nuestra. El camino es muy estrecho y es difícil que pasemos en dos vías. Los chóferes se bajan. Mi imaginario mexicano dibuja la situación en la que hay una disputa de machos por pasar primero. Pero no, los chóferes discuten la situación y la caravana nos dice que acaba de pasar por un lugar donde apenas estaban poniendo las ramas del bloqueo. Entonces esa fogata que se ve a lo lejos…
Tres minutos después estamos frente una decena de personas, lideradas por una mujer con la que comienzan las negociaciones. Un chico trae una llanta y la echa al fuego. La señora dice que ya sabíamos que habría paro y que sabemos también la situación de «los compañeros». Una señora de nuestra Caravana insiste en que nos dejen pasar solo a nosotros, que también tenemos familias que queremos ver.
Un hombre con una peluca de colores aparece y dice que no, que no pasaremos, que aunque nos dejaran pasar, más adelante hay otros bloqueos.
Paul y yo nos resignamos. Pasaremos la noche en el auto, en medio del campo. Entonces reviso el bolsillo donde tengo el pasaporte y busco en la galería del teléfono alguna foto donde estoy cerca de Lucho Macas. En mi cabeza armo el discurso con el que me les acercaré, contándoles un poco de nuestra jornada en Gera para luego hacerles entrevistas. Miro todos los rostros para indagar con quien empezar mientras una ola de calor me golpea del lado izquierdo. El fuego ha prendido la llanta al fin.
Pulso para hallar la aplicación de la grabadora, cuando siento agitación entre la gente de la caravana. Finalmente nos dejarán pasar. Tomó un par de fotos y Paul me llama a subir al auto. Seguramente alguien pagó un par de dólares por que nos dejaran pasar, es lo que oímos.
Pero también oímos que pronto pondrán otro bloqueo más adelante y la caravana acelera.
Pienso y le digo a Paul que a pesar de todo me siento tranquilo, pues esto no es México. Aquí sabes quién hace el bloqueo, allá sabes que un retén puede ser la línea entre la vida y la muerte.
Después de 15 minutos más y muchos giros, volvemos a la Panamericana ya dentro de Tambo. Dos minutos después nuestro guía se detiene. Hasta aquí llega, podemos seguir seguros hasta Cuenca.
Pero esta es apenas la mitad de la historia. A la entrada de Cañar hay otro bloqueo. Esta vez sin fogatas, sino con un par de camiones. Se escucha el rumor de las consignas. Acercándonos un poco al retén, preguntamos a un señor si hay otra ruta hacia Cuenca y lacónico nos dice que sigamos a la camioneta negra que ha tomado la calle hacia la izquierda.
Otra vez salimos de la Panamericana, pero ahora por un camino asfaltado que, según un letrero lleva a Ingapirinca. La carretera, sin embargo, se hunde en varios lugares y hay que hacer rodeos. Veinte minutos después de ir en sentido contrario al que mi intuición me dice que estaría Cuenca y luego de subir y subir, llegamos a Ingapirica.
Pero la pequeña Caravana de tres coches continúa (nos dimos cuenta que al auto negro a su vez seguía un auto gris). Vueltas y más vueltas. Subidas y bajadas bajo un cielo estrelladísimo que alcanzó a distinguir entre los reflejos del cristal y de las poblaciones que pasamos.
Finalmente, casi una hora después, llegamos a Cañar. Han pasado cuatro horas de camino y esperamos que el camino a Cuenca esté despejado.
Eran las nueve de la noche. Son las 11 09. Voy en una van hacia Guayaquil. A punto de llegar a casa de Paul en Cuenca, finalmente pudimos contactar con la compañera Paula que también tenía intención de ir a Guayaquil. Nos ha dicho que tomará la van de las 10 y que se sabe que la ruta por Cajas está libre.
Iba a acabar estas líneas, pero luego de Cajas, nos han vuelto a bloquear…
Días 20bis y 21
Veía el arrugado y magnífico horizonte cercano a Quito y pensaba en los 10 metros. Los 10 metros entre la piedra donde supuestamente se estrelló el avión y la cumbre del cerro. Casi nada a esa velocidad y altura. La mínima franja entre la vida y su secuestro.
Pero que también era factible rodear el cerro. Y no pasó.
Hay una hipótesis que dice que desde tierra piratearon los controles e hicieron al avión perder el rumbo.
Y yo, con el rumbo perdido, llego a Quito a las 3 de la tarde, con el boleto de un viaje que partió a las 8 de la mañana previa. Entonces llevo ya 24 horas intentando llegar a Guayaquil sin lograrlo y pasaré 18 más, pues el próximo avión sale al otro día a las 8.
Agradezco, en medio de todo, tener unos minutos de la luz de Quito frente a mí.
Pienso entonces que esta pieza es una pieza de desvíos. Desvíos y accidentes. (Cada tecnología trae en sí su propio accidente, dice Virilio).
¿Qué desvío es este, me pregunto ya con el cerebro fundido y fatigado? ¿A dónde me quiere llevar?
Finalmente: Guayaquil de nuevo. El Museo en su casa, donde han pasado tantas cosas, pero la más grande es que Santiago ha logrado llegar al balcón. Me refiero al balcón de Clemente Ballén, donde vivía con su familia, donde nació La Fuerza del Cambio y donde Roldós dirigió unas palabras a los seguidores entusiasmados y que me obsesiona desde que vi la escena en el documental.
El balcón, pues, ha sido tomado y, a la vez, ha abierto las puertas de la más profunda memoria.
El Museo, también, como balcón.
Hoy, los accidentes han continuado. Un proyector que se niega a responder, unas mariposas que se niegan a aparecer y la caída de una espectadora que no pasó a mayores.
Pienso que quizá fue porque hoy pusimos a México en la escena, porque escuchamos algo de su dolor y también de su valentía. El documental «Lupita», de Mónica Wise pone finalmente nuestros corazones en su lugar.
Viene la recta final. Espero que sin desvíos y con accidentes afortunados.
Día 21
¿Podría ser todo esto un poema? Me pregunto mientras la gente baila. Baila un danzón, una cumbia, un merengue, son bailes dedicados a las personas migrantes y a las madres rastreadoras. Oímos las voces iluminadoras de Cristina Burneo y Amarela Varela, o los poemas de las chicas tan jóvenes y brillantes. Todo en este homenaje bailable que es evidente cuánto a tocado a Pilar, y a Gaby y a Myriam que lo han organizado.
¿Podría una conversación ser un poema? Pensaba antes, cuando nos reunimos a hacer la caja de preguntas sobre el museo, para intentar activar las respuestas en conjunto.
Pero también me preguntaba antes, durante el Scroll de la memoria mientras pasaban los memes referidos a Jaime o el álbum de fotos de archivos públicos y privados sobre Martha y Jaime que Santiago comentaba junto con los invitados.
Finalmente, para rematar la noche, una compañera venezolana invitada a presentar su «emprendimiento» – a poner su changarrito- en el evento, nos lee el poema que fue escribiendo mientras oía y veía los testimonios y los bailes.
Allí tuvimos en cuerpo y alma la experiencia del exilio, pero también de la hospitalidad.
Así compusimos nuestro poema hoy, el penúltimo día del museo.
Día 22
Gabriela Cabrera y Oswaldo Terreros nos han contado su trayectoria conceptual para rediseñar el monumento a Martha Bucaram y Jaime Roldós en Guayaquil. Primero, bajaron a Jaime del pedestal, segundo lo pusieron a caminar al lado de Martha y tercero quitaron las rejas. Toda una reflexión sobre la diferencia entre un monumento y un memorial, pero también una discusión sobre lo que puede un cuerpo ciudadano en el espacio público. Democratizar el espacio público es dar la oportunidad de su apropiación (que no privatización). Gaby y Oswaldo son artistas enormes y me alegra tanto que sean cómplices del Museo.
Y su charla abrió otra proyección del documental, sobre el que vuelvo a quedar sorprendido por el trabajo de archivo y un guion de claridad impecable.
Afuera, Pilar comandó apasionada y entrañablemente otra edificación: la de la ofrenda para nuestros muertos, que incluye personas desaparecidas o asesinadas bajo estos regímenes del capitalismo salvaje y la izquierda disfrazada de cordero.
Así fue nuestro penúltimo día.
También fue cumpleaños de Zbigniew Herbert
EL TRENO DE FORTINBRÁS
para M. C.
AHORA que nos hemos quedado solos podemos hablar príncipe
de hombre a hombre
aunque yaces tendido en la escalera y ves tanto como una hormiga muerta
es decir un negro sol de rayos quebrados
Nunca pude pensar en tus manos sin una sonrisa
y ahora que yacen sobre la piedra como nidos derribados
están tan indefensas como antes y es este precisamente el final
Las manos yacen aparte La espada yace aparte Aparte la cabeza
y los pies de caballero en blandas pantuflas
Tendrás un funeral militar aunque no fuiste soldado
es el único ritual con el que estoy algo familiarizado
No habrá cirios ni cantos sino mechas y estruendo
el crespón negro arrastrado por el empedrado yelmos herradas
botas caballos de artillería redobles redobles lo sé nada del otro mundo
serán mis maniobras antes del traspaso de poderes
es preciso agarrar a la ciudad por el pescuezo y sacudirla un poco
Antes o después tenías que morir Hamlet no estabas hecho para la vida
creías en ideas de cristal y no en la arcilla humana
vivías en continuos calambres como en un sueño cazabas quimeras
con voracidad masticabas el aire y al punto vomitabas
no sabías ninguna cosa humana ni siquiera respirar sabías
Ahora tienes paz Hamlet hiciste lo que te correspondía
y tienes paz El resto no es silencio sino que me pertenece
elegiste la parte más fácil la estocada efectista
mas qué es una muerta heroica frente al eterno velar
con la fría manzana en el puño en el sitial alto
con la vista sobre el hormiguero y la esfera de un reloj
Adiós príncipe me espera un proyecto de alcantarillado
y el decreto concerniente a prostitutas y mendigos
debo también idear un mejor sistema de prisiones
ya que como con razón observaste Dinamarca es una prisión
Parto hacia mis asuntos Hoy en la noche nacerá
la estrella Hamlet Ya nunca nos encontraremos
lo que tras de mí quedará ya no será materia de tragedia alguna
Ni darnos la bienvenida ni el adiós vivimos en archipiélagos
y estas aguas estas palabras qué pueden qué pueden príncipe
(1961)
Día 23
No sé si quiero escribir hoy.
Último día.
3190 kilómetros de viaje para encontrarme con la gente que más amo en el mundo y un país que no sabía que iba a querer tanto.
Para cerrar un arco de casi 30 años (que resultaron 40).
No quiero escribir, pero me prometí hacerlo.
Y porque hoy compartimos historias: nos abrimos como archivos y la gente se sumó y no sé cómo, terminamos con los sonidos de un corno francés tocando Piazzola.
No quiero escribir
No quiero
No
Día 24.
1
Allá abajo de la ofrenda está Ludwik. Que llegara allí fue un acuerdo sin muchas palabras entre Pilar, Santiago, Ricardo y yo.
No hemos dejado de contarnos anécdotas sobre los años de formación donde destaca la «pedagogía de la crueldad» (Segato) del medio teatral mexicano.
Muchos ritos de iniciación al maltrato y un imaginario de competencia muy desgastante.
Pero también hubo momentos de camaradería y de cuidado que hacen que estemos aquí 30 años después queriéndonos tanto.
Y Ludwik siempre fue el día y la noche en la misma acera. Lo adoramos y le admitimos acciones y dichos que no admitiríamos ahora. Pero también le paramos el carro y nos fuimos cuando era necesario.
Hoy es un relato dentro de otro relato que juega a hacer justicia a la imagen paterna. Estamos en paz y somos los mapadres que deseamos ser.
Estamos en paz.
Que los fantasmas recorran el Callejón Magallanes y sepan que los recibimos con amor.
Día 24
CDMX
2.
¡A borrarlo todo!
Tal vez también pueda ser que aprendamos algo de soltarlo todo. Tanto insistir en la memoria no debe pasar por alto que el olvido también tiene un papel principal. Que hay olvidos que lastran y otros que dejan levantar el vuelo
A borrarlo todo. A dejar que el teatro vuelva a ser teatro para que el Museo sepa decir por dónde quiere continuar.
Porque eso quedaba claro mientras compartíamos el último almuerzo que nos hacía Santiago: el Museo continúa. Ya con las líneas abiertas en su camino, ya con las derivas inesperadas. El Museo es material e inmaterial porque es, ante todo, este estar juntos, este querer estar juntos
ya sea bailando vogue, haciendo largas sobremesas o encontrando la historia en los cuerpos de las personas que se topan con el Museo.
(¿Por qué lo primero que me hallo en tuiter al llegar a México es esta estampilla Mariposa/Ecuador?)
Este Museo es ya el lugar donde nací.