Decir “otubre” no es incorrecto, dice la wiki. Y tiene razón, por muy wiki que sea. Porque se trata de otro desfase calendárico entre una realidad construida bajo unos preceptos, y otra más “moderna”, conciliadora con los empeños de un poder que necesitaba racionalidad y nuevas gestiones para la comprensión del tiempo. En latín el nombre del mes significa “ocho meses”, siendo que ahora se le atribuye al décimo. Ya lo he dicho en entradas de periodos anteriores: Julio César, un estadista y militar de amplia mirada (además de astuta), es el constructor de la Nueva Roma, racionalizada y tendiente al ordenamiento y a la clementia. Probablemente su asesinato obedece a esa particular visión expansiva: la del edificador de un Estado absoluto que, curiosamente, luego de su homicidio se asentó aún más. Aunque, claro, aquello contado así adolece de perspectiva. Quien ordena el tiempo, ordena también las razones para la vida. Y habrá que pensar por ello que los motivos de su asesino Marco Junio Bruto, y de sus instigadores pertenecientes al senado, eran intuitivamente correctos, pero carentes de mirada panorámica. Al final el problema no solo se extendió a una Roma que, sí, luego vería su decadencia, sino que más allá de ello, se convirtió en uno de los modelos de la razón de Estado… Pero estábamos hablando de octubre, y mi tirada musical va hacia el grupo “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”: primero por lo patricios —miembros tribales fundadores de Roma— que cantan aquello de “Nueva Roma / Te cura o te mata” ; y luego también debido a su álbum “Oktubre”, mítica grabación de una proyecto local que convendría escuchar con mayor atención en otros lados como el mexicano para seguir un derrotero que puede llevarnos a la comprensión de los últimos años del siglo XX: “De regreso a Octubre / Desde Octubre / Sin un estandarte / De mi parte / Te prefiero igual / Internacional” .  ¿Internacional? ¡Ah! Aquella otra canción que dice “De pie los esclavos sin pan”.

1.- Dogmas —o no— en la revolución de octubre. La celebración de sus 105 años

Hablando de calendarios, en Rusia regía aún el juliano, abolido después por el gobierno bolchevique, por lo cual la segunda etapa de la Revolución de 1917 comenzó el 25 de octubre. El acontecimiento representa un cambio radical en toda concepción política: diría que se trata de uno de los conflictos más importantes en la historia de la modernidad, pues hizo efectivo que los desposeídos se reunieran y dirimieran sus diferencias hasta el triunfo absoluto sobre un territorio de 22,402,200 km². Esta fecha, de hecho, celebra la segunda fase de la gesta, en la que los bolcheviques, dirigidos por Lenin, se hicieron con el poder, dando fin a la república provisional instaurada luego del derrocamiento del zar. Pero la también llamada Gran Revolución Socialista de Octubre comenzó el 7 de noviembre, si nos atenemos al calendario gregoriano. De nuevo estos desfases que, sin querer queriendo, relativizan el marcaje del tiempo: la Revolución atribuida a un mes simbólico, inició en realidad en otro. ¿Importa? Puede ser si pensamos en la fijación de las celebraciones, porque ellas indican hitos con los cuales se cimenta legitimidad. Sin embargo, lo importante está más allá de ello. Y de nuevo acá otro indicio en contra del olvido regularizado que se disfraza de recuerdo (Paul Ricoeur dixit). El sentimiento radical de rebeldía, con el cual muchos fuimos educados, puede terminar siendo ajustado por el poder que ha sido construido bajo su nombre, cuando esa fuerza le hace peligrar al volverse contra su dominio. Por eso acá cabe una célebre frase de Lenin: “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía”. Tal concepción aventurera tuvo sus límites en la práctica real en el estado soviético, donde se fijó una moralidad respecto al pasado que luego se enfrentó a las necesidades de nuevos presentes. Ahí la piedra en el zapato de toda sangrienta o pacífica revolución: su posible incapacidad para renovarse, para seguir siendo vigente. Lo que no quiere decir que sus preceptos y motivaciones sean incorrectos. Por ello, yo retomaría las palabras dichas, sin dogmatismos, sin autor a reivindicar, solo porque me resuenan: ¿y si creemos en lo que soñamos, examinando con atención su espacio posible en la práctica, colocando los deseos en ese registro, para hacer que esa aparente e improbable fantasía tenga cabida en lo real?… No sé dónde he oído eso.

2.- Eclipse solar anular y el anillo de fuego en el día que no debería olvidarse: el 2 de octubre

¿Recuerdo u olvido? Ya he mencionado arriba a Ricoeur, quien tiene un libro denso, pero muy hermoso: La memoria, la historia y el olvido. Ahí, al referirse al problema de la memoria en el espacio, dice: “El recuerdo ya no consiste en evocar el pasado, sino en efectuar saberes aprendidos, ordenados en un espacio mental. En términos bergsonianos, hemos pasado hacia el lado de la memoria-hábito. Pero esta memoria-hábito es una memoria ejercitada, cultivada, elaborada, esculpida, dirían algunos textos”. Esa la paradoja que me rodea ahora cuando escribo estas líneas para un mes sanguíneo como el de octubre. Uno de los problemas con el rencor que produce un acontecimiento traumático es que deseamos no olvidarle en honor a ese sufrimiento. Pero tal esfuerzo debe mantenerse a lo largo de los días, elaborando la fijación de lo que necesita ser retenido luego de que la cicatriz ha comenzado a cerrar. Esa es quirúrgica de la memoria, y no algo que ocurre sin intervención. El 2 de octubre por ello se convirtió en una consigna que formó a generaciones como la mía. Y no se trataba solo de no olvidar, sino de gestionar con eso una señal política que a la larga tuvo sus afortunadas consecuencias, y otras no tanto. Al menos, en lo que cabe, ha sido posible sacarnos de encima a los gobiernos emanados de un autoritarismo y cretinismo extremo, disfrazados de necesidad histórica. Pero eso, con cuidado, porque el Estado que se funda luego en supuestas verdades incontrovertibles, comienza a imaginarse el receptáculo administrativo de la legitimidad. Y acá la pirueta cósmica —con dedicatoria a mis detractores que exigen claridad positiva, no aventurera, en lo que se dice—: el evento de la matanza del 2 de octubre se conmemora este año junto a un eclipse que tendrá lugar el mismo día y podrá verse en algunas latitudes de México. En él sucederá también el llamado “Anillo de fuego”, que ocurre cuando la luna, en su punto más lejano de su órbita, se encuentra con el sol desde la perspectiva de la tierra, produciendo un destello al momento en el que su diámetro no alcanza a completar el solar. Los eclipses se vinculaban con la aparición de eventos funestos, una especie de ataque a la luminosidad, y su luto subsecuente. Y la limpieza lograda con el rito procuraba que las condiciones antecedentes se restablecieran. Sin embargo, aquel sol negro recuerda que es posible arrebatarle la megalomanía, aunque sea por unos instantes, a un astro que se observa desde una sola perspectiva. Ahí el carácter no resuelto, ambivalente de acontecimientos que nos obligan a pensar en la limitación de los nombres, y de nuestro modo de utilizarlos. El que el 2 de octubre no se olvidara fue producto de hechos que en sus aciagas consecuencias indicaban el fin de un tiempo, y la construcción de otro, remontado en las consignas derivadas de sus “emanaciones” memoriosas.

3.- Festival Internacional Cervantino 2024

No sé… el Cervantino. Algo me pasa con él. Aunque no dudo que siempre valdrán la pena los festivales, me inquieta normalmente la referencia simple, evidente. Y es que mi bronca con éste quizá sea generacional, porque en mis años mozos se trataba de una especie de carnaval que trascendía la cartelera objetivada y jerárquica. Para esos tiempos en los que ir a él era sinónimo de borrachera infinita y espectáculos callejeros, la cultura no se negociaba solo en la calendarización ponderada por los que supuestamente sabían qué se debía presenciar. ¿Riñas? sí. ¿Drogas? Por favor, qué preguntas. Gente durmiendo en la calle, bailes improvisados, sexo en las entrepuertas. Y fiesta, fiesta, fiesta rabiosa por todos lados.  Pero, claro: los moralistas hijos de cristeros no eran miopes, porque sus entradas amanecían con orina o vómito, cosa que seguramente no les gustaba. A mí tampoco me gustaría, pero ya con una embarradita adherida de cultura general, podría haber entendido que esas son celebraciones que han cumplido siempre una función sacrificial de despresurización. Por eso tales moralismos a la mexicana, las opiniones de vieja de vecindad, los localismos que evocan la tranquilidad de las costumbres me hacen ponerme siempre del lado contrario. Porque ahí se trataba de eso, una ceremonia de los locos, un asinaria festa —literalmente “fiesta de los asnos”— como las celebradas en el medioevo, justamente para que la gente se convirtiera en loca. Clérigos disfrazados de monstruos, monjas de prostitutas y diáconos travestidos. En las festividades de la calenda llevadas a cabo a fin de año, los ritos paganos tomaban los templos y junto a los altares se comía, se fornicaba, se cometían todo tipo de actos “no piadosos”. Por supuesto que cualquier ordenador de las costumbres terminará, desde la posición que ha cuidado para imaginarse velador de los intereses de otros, por regular tales licencias. De cualquier modo, puedo entender que las cosas cambien y que aquello que nosotros encontramos en un espacio limitado en el tiempo, aparecerá de otras maneras en nuevos lados. Así que, por supuesto no me negaría a asistir a alguna de las cosas presentadas en el Cervantino que se llevará a cabo este año del 11 al 27 de octubre. Acá la página con la cartelera: https://festivalcervantino.gob.mx/

4.- 5 de octubre, a 100 años de la publicación del Manifiesto surrealista de André Breton. Horrores nocientíficos a los racionalistas

Dudar ya de la corrección, del buen decir. El racionalismo positivista que supone que su construcción de sentido no tiene ideología siempre es peligroso, porque imagina que su engaño es imparcial. Los críticos “objetivos”, los artistas ordenados, los simplificadores del discurso en aras de la “educación”. Todos han edificado su oficio en la compostura de un prójimo que evoluciona de manera muy distinta en su mente que en el exterior de sus ideas. La claridad y las nociones del mundo dosificadas que imaginan a los otros como esponjas manipulables: ahí radica la posibilidad de un mal del que solo nos percataremos a cabalidad encadenados en las “mazmorras” que ellos pueden construir para quienes dudamos. Pero ninguna educación pudo con lo que engendraba cuando dio significados pelados y a la boca. Porque si la fuerza negativa no se percibe de inmediato, su permanencia está en lo que no puede adaptarse, en eso que sobra y no termina por cuadrar en ningún lado. Y es que lo pintoresco guarda un demonio escondido en la cabaña del fondo, mientras la ordenación jerarquizada le presta buen espacio al movimiento de los mediocres, y los escalafones reflejan un principio autoritario que parece tener raíz en el lugar común de la “generalidad”. Pero es lo particular que contiene una fuerza que, cuando crece bien, poco a poco y subrepticiamente, termina por proponerle un camino a aquello que se ha intentado eliminar. Por el contrario, cierto tipo de coherencia argumental que se sostiene desde la receta y el precepto sin autoconocimiento, puede muy bien ser un oficio para esclavos con el fin de agradar a quien con ello dilapida sus recursos en la búsqueda de propagadores de un despotismo fundado en la pobreza del espíritu. Cuidado entonces ante la claridad prístina, frente al relato de aquello que parece verse con refulgencia en lugares de obvias mezquindades. Los bastardos de la lógica utilitaria son los mandos medios del proceso productivo enajenado, incapaces de observar los hilos de la superestructura que les regula. “Puntualidad”, “perfección”, “calidad” no son sino formas para disfrazar la insuficiencia de las edificaciones de lo racional. Por eso gusta tanto a los neoliberales, en aras de que la bisutería se venda bien, correctamente. Conservadores, pues, enmascarados de lucidez de manual, sin ir más lejos. Y si el Manifiesto Surrealista cumple 100 años, y tiene aún vigencia, es gracias a una irreverencia que responde a esto. Si bien Breton no inventó nada de lo escrito ahí, su empresa representa un hito que permitió que aquello que ya ocurría en mil y un lugares en la órbita terrestre, tuviera un espacio de ingreso en la cultura hegemónica para descomponerla. Un caballito de Troya. Escuchémosle, entonces, y adaptemos lo que dice: “La actitud realista […] inspirada en el positivismo desde Santo Tomás a Anatole France, se me revela con un aspecto hostil hacia todo vuelo intelectual y ético. Me causa repulsión porque está constituida por una mezcla de mediocridad, odio y chata suficiencia”.

5.- Epílogo retroactivo: la marcha de Ayotzinapa del 26 de septiembre

A toro pasado digo esto, porque la marea del tiempo barre cosas, o hace que aparezcan nuevas. Sentimientos encontrados entonces en la marcha de Ayotzinapa de este año llevada a cabo el 26 de septiembre, al ver el Zócalo bardeado casi por todos sus flancos, mustiamente para engañar al contingente y también a los medios, permitiendo el acceso filtrado, laberíntico, como para poder decir que no, que de ninguna manera se cerró, que “se trataba de un asunto de seguridad”, etc. Cuando iba llegando a uno de los puntos cerrados, un policía gritó que por ese rumbo no había paso. Pero, se escucha gente que está en el Zócalo —le repliqué—, ¿cómo llegaron ellos? Me indicó el lugar por el que habían entrado, pero agregó como para asustarme: están tirando petardos. La consigna era clara, para “no hacer olas” y reducir a una mínima expresión aquella singularidad que hace imperfecto el cuadro de la transición. Y es que en los contingentes había de todo, porque además de los “anarquistas” vestiditos de negro, lanzando petardos temerarios para sacarse la foto que luciera bien en el Insta —o, provocar, aunque no me atrevo a asegurarlo—, estaban también los normalistas rurales: chicos formados en la disidencia, serios, con sus consignas cadenciosas y mortuorias. Delgados, aguantando la lluvia sin paraguas, con gestos pétreos que ni bromeaban, ni asomaban muecas furiosas. Ellos, y los padres de desaparecidos que luego de ver el trato, han roto con el gobierno debido a lo evidente. No se les ha atendido del todo, y sería necio decir que lo suyo solo se debe a una negativa oscura que ha sido provocada por la manipulación. Porque técnica política gubernamental, hay. Lo que no existe es voluntad, porque se sabe que se trata de un callejón cuya única salida es la imputación de los verdaderos culpables y toda su red de poder que sigue ahí pactando impunidad. Y pues la respuesta es maquiavélica y pragmática: mantener a los pueblos convencidos no es tarea fácil. Sin embargo, si una de las constantes de la izquierda moderna es un no-olvido, más allá de la mera funcionalidad conmemorativa, yo decido no olvidar. Así pues: presentación con vida y castigo a los culpables.