I

Antes de la guerra de Troya

las hienas ya reían,

Y  quizá

esa risa,

tan mordaz

e inespecífica,

hizo que Aquiles,

años o siglos después,

exhibiera por días

el cuerpo de Héctor.

A veces,

yo me río de nada

como las hienas,

y pienso en la rabia

de Hécuba

al recordar a sus hijos,

 el fuego de Troya,

los gritos,

la humillación,

la desgracia.

Pienso

en la peste

que,

como Aquiles,

destruyó familias,

ciudades,

amores,

y dejó

expuestos

 los cuerpos,

horas,

días,

o

en el mejor de los casos,

en refrigeradores,

amontonados,

desnudos,

y

en

silencio,

vuelvo a reír.

II

Aristóteles

En su Historia animalium

escrita alrededor del año 343 a. C.

habló de las hienas,

centrándose

(ay, Aristóteles)

en su dualidad

sexual,

en desmentir

su hermafroditismo,

pero olvidó,

así como en su Poética,

la risa.

Esas risas,

que no son

sino lenguaje,

y que no tienen nada

de inocentes.

Esopo,

Plinio el viejo,

Lineo,

Sir Walter Raleigh

También las ha nombrado,

hablando sobre su traición,

su pelaje,

su mecánica,

su sexo,

su canibalismo.

Olvidan mencionar

su bullicioso ataque,

su capacidad organizativa

 su fortaleza y constancia.

No quisieron decir

que las hienas

son matriarcales.

III

Cuando mi padre murió

tras el ataque de la peste

no pude despedirme.

La última vez que lo vi

no pude abrazarlo,

pero bastó una sonrisa

para sentirlo.

Platicamos del mundo

del fuego que arde

de la dulce mañana

del sabor de la fruta.

Salimos de casa,

esperanzados,

felices.

 Llegó el destino

la puerta de cristal

la mirada cómplice

la fuerza.

Después,

días después,

la zozobra

la espera,

las noches quietas

el mundo detenido

el fin.

Como Héctor,

y quiza miles de troyanos,

fue expuesto,

desnudo,

en fríos congeladores,

junto con otros

cientos

miles,

que perdieron la batalla.

Amén.

IV

Hace poco leí

que

el pueblo Masai,

a 14,653 km de aquí

dejaba a sus muertos

en campos abiertos

para que,

ante el cobijo de la noche

o el amanecer

(ese espacio infinito del sueño),

fueran devorados por las hienas,

perras sagradas

bulliciosas

curvilíneas

colosales.

V

A veces,

rio desaforadamente

como las hienas,

Y pienso

que me gustaría

haber sido Masai

para que mi

padre,

(Que,

como Héctor,

luchó por su familia,)

hubiera sido devorado por las hienas,

e integrarse a la noche sagrada

entre risas,

en vez de haberse

convertido en polvo.

A veces,

Muchas veces

yo me río de nada

como las hienas.