Grietas entre cuerpo y luz es un proyecto de videodanza creado por Raquel Salgado, grabado en el Exconvento de Tepoztlán. En este trabajo cuerpo, espacio y luz entablan un diálogo, para generar narrativas complejas mediante el movimiento. Tuvimos la oportunidad de entrevistar a la coreógrafa y bailarina y esto fue lo que nos dijo.
Jerónimomx.- ¿Cómo nace el proyecto?
Raquel Salgado.- Nace a partir de que Lucía Ortiz, directora del Museo Exconvento de Tepoztlán, me invitó a desarrollar un proyecto de danza en el Museo con la particularidad de que se encontraba cerrado debido a la pandemia por Covid-19.
A partir de esta invitación estuve visitando el Exconvento a lo largo de un mes junto con Rodrigo Ambriz, quien hizo el diseño sonoro, y con quien estuve nutriendo muchas de las ideas que iban pasando a través de los ensayos. Se integró en un momento Julián Stubbs, con quien comparto la dirección y que estuvo a cargo de la fotografía de la pieza.
J.- El Exconvento de Tepoztlán es una de las primeras construcciones a la llegada de los españoles, ¿cómo fue tu acercamiento a este espacio con tanta carga historia?
RS.- Es uno de los puntos que más resuenan en mí ahora, habitar y crear una pieza en este espacio fue una experiencia muy fuerte. Fue también excepcional, ya que tuve acceso a espacios que generalmente no están abiertos al público.
En este caso mi aproximación fue primero la de observar el espacio y solo estar, no quería hacer nada preconceptualizado, más bien entender todo lo que el espacio tenía que decir, encontrando las distintas sutilezas que lo constituyen. Quería encontrar perspectivas y motivos del espacio donde las tomas no fueran evidentes, sino que cambiando las formas de captar el cuerpo en el espacio pudieran señalar y provocar algo más. Para muchas de las escenas hubo una estructura o una idea que se fue trabajando a partir de la reciprocidad que iba encontrando con el espacio, pero también hubo otras tomas que se hicieron el mismo día de la filmación y que no estaban planeadas, eso fue algo muy jugoso dentro de la pieza, la combinación entre momentos estructurados y otros en los que Julián y yo improvisamos con las condiciones que el espacio tenía en momentos efímeros, tales como la luz que en algunos puntos duraba tan solo unos minutos.
El Exconvento tiene muchos parches en sus murales y estructuras, es en cierto sentido un collage donde uno puede darse cuenta de todo lo que ha pasado por ahí, en una sala que no está abierta a público hay unos graffitis con temática sexual que parece que hizo algún elemento del ejército francés, y al lado de esos graffitis hay unos dibujos arquitectónicos hermosos o unas escaleras que fueron suprimidas y de las que tan solo quedan tres escalones en lo más alto de una pared, así en una misma sala (como se puede apreciar en todo el recinto) confluyen distintas etapas. En ciertos momentos me sentía como una capa más de ese collage inmenso que ve pasar distintas corrientes de pensamiento y formas de vida.
J.- La grieta en un espacio arquitectónico es una ruptura, una huella del tiempo, en este proyecto creo que es representada por el movimiento, ¿es así o cuál es la noción que tienes de ello?
RS.- No podía no tener presente la grieta en un espacio como este, donde hay distintas evidencias de sucesos (como el terremoto del 2017, por el cual tanto la iglesia como el Exconvento sufrieron daños y aún siguen en reparación) que han herido la estructura del recinto. En esta consigna de tener concordancia y trabajar con lo que el espacio manifestaba era imposible que la grieta no tuviera resonancia dentro del movimiento.
La grieta es una evidencia de la interacción y afectación entre distintos elementos, ella manifiesta las profundidades del objeto. Permite adentrarse en las entrañas y es ahí donde se puede desarrollar una comunicación más íntima. En ese sentido, lo que busqué estando en el Exconvento era una relación entre interior y exterior, abrirme tanto que pudiera captar en movimiento lo que se me estaba mostrando.
J.- Aparte de los elementos coreográficos y dancísticos ¿qué otros elementos influyeron en la pieza?
RS.- Cuando empecé el proceso sabía que iba a desarrollar una pieza de videodanza, no solo lo coreográfico estaba implicado.
El cine de Maya Deren fue una clara referencia para la pieza, me incitó a querer que se sintiera un juego de relaciones entre el cuerpo-cámara-espacio y se lograra un pasaje sensitivo por medio del ojo de la cámara.
El butoh es mi práctica y es mi referente, antes del proceso estuve revisando archivos y grabaciones de las danzas de Kazuo y Yoshito Ohno, la sensibilidad que tienen en la improvisación, la atención a lo que ocurre en el instante y en el espacio, eso definitivamente influyó.
También la literatura ha influido esencialmente mi manera de acercarme a la danza, en cómo la vivo y la comprendo, cuando bailo inevitablemente imagino narrativas efímeras e imágenes poéticas que van provocando distintos pasajes de movimiento.
Hay un par de fragmentos que estuvieron presentes dentro del proceso:
Uno de Sadegh Hedayat:
“There was complete silence everywhere. I felt that all mankind has rejected me and i took refuge with inanimate things. I was conscious of a relationship between me and the pulsation of nature, between me and the profound night which has descend upon my spirit. This silence is a language which we do not understand”.
Otro de Kafka:
“[…] Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, sólo espera. Ni siquiera esperes, quédate en absoluto silencio y soledad. El mundo se te ofrecerá para que lo desenmascares, no puede evitarlo; arrobado se retorcerá ante ti”.
J.- ¿Cómo fue el trabajo de posproducción?
RS.- Siento que fue una colaboración muy afortunada.
Fue gozoso compartir este proyecto con Julián Stubbs, al que conocí un día antes de la filmación y con el que previamente había hablado tan solo una vez, fue realmente muy hermoso coincidir con él, tuvimos una comunicación muy rica, no me refiero solo a palabras, sino a la comunicación sutil que se da en otros lenguajes, teníamos las mismas inclinaciones, puntos de vista y disposición a escuchar nuestras propuestas, lo cual hizo que se produjera en la filmación una especie de trance.
A pesar de que había mucho material de video, el trabajo de posproducción fue muy fácil, todos tuvimos un buen entendimiento de lo que iba sucediendo y sensibilidad a las narrativas. Con Rodrigo Ambriz, que desde el primer ensayo me estuvo acompañando al Exconvento, fuimos imaginando cómo sería el diseño sonoro de la pieza, aunque realmente en los ensayos nunca usé música para elaborar las escenas, el trabajo de posproducción con el audio ya era muy claro por ese trabajo anterior. Con Concepción Huerta fue impresionante trabajar en la edición, era la persona ideal para hacer esta edición tanto por su experiencia editando como haciendo música.
J.- ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
RS.- Estoy iniciando los esbozos de una pieza que se llamará «La palabra sale muerta» y que está relacionada con mi experiencia trabajando en psiquiátricos.
También hay otros proyectos que ya existen y que están parados debido a la situación actual, por ejemplo con Rodrigo Ambriz tengo una pieza que se llama “Azogue ámbar” y que tan solo hemos presentado en un par de ocasiones, una en Guadalajara y otra en la Ciudad de México, es un proyecto que me emociona mucho, y en el que los dos hemos volcado mucho de nuestro tiempo.
Como intérprete soy parte de la pieza «Tempus» de la coreógrafa Priscela Uvalle. También soy docente en el proyecto de Arte contemporáneo en Xalapa «Bruma Laboratoria».