Con sus tres octavas y media de registro vocal, Diamanda Galás desciende, penetra, cruza las oscuridades de lo humano, de un modo que, a pesar de las impresiones sonoras y visuales, sostiene la vida y su aliento del lado del mango de la muerte. La llaman “la Diva de la oscuridad” ―aunque el epíteto diva no le gusta―, y puede ser, pero en ella la oscuridad es auténtica, nítida, no transa con la canallada ni la cobardía. Galás es oscura, no cínica.

Reunió el piano clásico, el bel canto, el blues y el jazz en ese género de tintes góticos que es más bien indefinible, violento, doliente, propio: galasiano, que a veces es puro sonido, fonema, gritos, letanías. Una música que no es cómoda, que provoca y conmueve. Una música que no todos los escuchas resisten. No hay cuerpo que no se haga consciente de su existencia visceral cuando la escucha. Su sonido no es bonito, su dicción no es ejemplar ni le importa que lo sea, sus palabras y texturas vocales no son conciliadoras ni analgésicas[1]: las palabras rompen su cuerpo, su semántica, para dar con eso de que están hechas, su gesto, su impronta profunda. Comenzó, entre 1975 y 1977, la experimentación con su voz tocando en sanatorios para enfermos mentales, exploró la demencia, la psicosis, la esquizofrenia, esos rincones de exclusión. Compone en más de seis idiomas y ha cantado en al menos diez lenguas distintas. Intercala fragmentos o versiona poemas completos de autores como Paul Celan, César Vallejo, Siamanto o Freidoun Bet-Oraham. Escucharla puede ser una exigencia, ella lo sabe, y por ello siempre que habla de su público lo hace con profundo respeto y cariño.

Hija de griegos en la diáspora, Galás creció escuchando historias de las persecuciones por parte del Imperio otomano a las minorías del territorio al que ella siempre se refiere ―y siempre se referirá― como Anatolia. Supo del genocidio armenio de 1915, del asesinato y la expulsión de griegos y asirios, de la invasión a Chipre. Nunca ha callado la responsabilidad de Estados Unidos, su lugar de nacimiento, en masacres y abusos de todo tipo dentro y fuera de sus fronteras. Encabezó una campaña en 2010 para que Jennifer López no inaugurara un hotel estadounidense en Chipre, país del que dice ha sido comprado por Estados Unidos y Gran Bretaña para turbios intereses económicos y bélicos.

Desde la muerte de su hermano Philip Dimitri Galás, en 1986, es una reconocida activista en favor de las personas con VIH. Lleva tatuada en los dedos de la mano izquierda la frase “We are all HIV+” [“Todos somos seropositivos”]. Toca en asilos para enfermos terminales de sida, y en los funerales de amigos. Siempre que puede lo dice: los enfermos de sida son exiliados donde quiera que vivan, ningún gobierno está dispuesto a pelear la batalla que se necesitaría para atender veraz y dignamente a esta población especialmente vulnerable, ninguno. Las más de las veces son dejados a su suerte por el gobierno, la sociedad y sus propias familias.

A partir de estas dos preocupaciones fundamentales, Diamanda Galás compuso o versionó las canciones del disco Defixiones. Will and Testament: Orders from the Dead [Mute, 2003]. Se trata de un homenaje, de un rito funerario ―voz mediante― dedicado a los muertos durante el genocidio armenio de 1915, a los armenios, griegos y asirios asesinados y exiliados en aquel episodio impune y vergonzante de la historia del siglo XX. Y es también un homenaje a su hermano Philip Dimitri y los muertos que se ha cobrado ese otro genocidio: el VIH. Es un ejercicio artístico de justicia y recordación, denso y conmovedor.

Galás recupera ritos paganos de sus ancestros para articular el eje de Defixiones. Ese eje son las defixiones mismas: sentencias escritas sobre láminas de plomo que dejaban los antiguos griegos en pozos o templos por quienes no habían tenido un rito funerario según las tradiciones, o en las tumbas de los muertos por violencia, y en las que rezaban maldiciones para aquellos que osaran profanarlas. La deshonra de tumbas fue una práctica extendida durante el genocidio y las varias masacres que se cometieron contra las minorías que formaron el Imperio otomano, como lo fue durante la historia. Ella lo explica así: “Es el recurso de alguien que no tiene poder en absoluto. El último recurso…”.[2] Es como si ella misma hubiera decidido ponerle voz a esas sentencias, ser ella la transmisora de las voces que hablan desde la tumba por medio de las defixiones. Devuelve el derecho a sus muertos de tener una tumba y la inscribe de maldiciones para quien ose profanarla. El blues “See That My Grave Is Kept Clean” (original de Blind Lemon Jefferson, 1927), por ejemplo, está especialmente dedicado a su hermano Philip Dimitri, cuya tumba/memoria está dispuesta a defender de la profanación a golpe de aire, voz y cuerpo. Por la garganta de Diamanda Galás atraviesan los siglos, las genealogías, los duelos no elaborados, los silencios, las negaciones, las injurias no respondidas. Defixiones es un mandamiento galasiano: no profanarán estas tumbas, ni las de las víctimas de los genocidios ni las de las víctimas del VIH. Que al menos a estos muertos les quede eso. Ninguna agresión sin respuesta. Aquí estoy, aquí estamos. Existimos. Uparxo: “Yo existo”.[3]

A la de por sí dificultosa distribución de la música de Diamanda Galás se sumó, para este disco en particular, el desinterés de productores por facilitar su tour. Los genocidios y el sida no son temas que el mercado pretenda posicionar, no al menos desde la innegociable postura de la intérprete: reconocimiento, denuncia, justicia y dignidad en un marco de altísima calidad técnica y artística. Son temas incómodos, y ella crea desde la incomodidad e incomoda, ése es su propósito. Busca en las posibilidades de sus cuerdas vocales la expresión que vehicule lo indecible del desgarro, a veces a costa de sí misma. Es urgente.

“La Diva de los muertos” la llaman también; no sin razón, si bien más allá del cliché de película de horror. Ahí, cuando todo parece rentable, susceptible de banalización y neutralización, ahí Diamanda Galás opera su consecuencia ética y su genialidad: aparece toda vestida de negro o desnuda del torso, con maquillaje cargado, drag, teatral, performática, rodeada de luces rojas y azules; grita, canta, recita: hace temblar, molesta, atraviesa. Los suyos no son espectáculos, son liturgias.[4] No es la condescendencia ni la paz de la doble moral lo que quiere transmitir sino la perturbación de la experiencia genocida, el abandono de los marginados, su violencia, su dolor, su sinsentido.

La voz de Diamanda Galás es un memorial de las víctimas de los genocidios de Asia Menor y del genocidio que es para ella el VIH; es la casa de la diáspora griega, asiria, armenia, y el refugio de los exiliados por el sida y los enfermos mentales. Su voz es el último recurso de los que no tienen ya ningún poder sobre la tierra: los muertos. Para ellos evoca cantando, para ellos invoca aman,[5] el último aliento de un soldado antes de morir: paz, misericordia, protección y seguridad.

* Este texto fue originalmente publicado en registromx en 2016.


[1] Mark N. Grant, “Diamanda Galás: The Extended Voice as Singing Id”, New Music Box, 2007: http://diamandagalas.com/about/press/articles/the-extended-voice-as-singing-id-new-music-box/.

[2]Entrevista a Diamanda Galás: https://www.youtube.com/watch?v=P16n_dBUVqY.

[3] “There’s a song I perform called ‘Uparxo’ – which just means ‘I exist’. It’s the simplest form of defiance”: http://thequietus.com/articles/02697-diamanda-galas-interview-talking-her-songs-of-exile. “Uparxo”: https://www.youtube.com/watch?v=Co3GEIlSjLE

[4] Como ella misma dice de sus trabajos en diversas entrevistas.

[5] Aman es una palabra de origen árabe que puede significar “seguridad, protección, paz o refugio”, en Grecia y Turquía se llama así a un tipo de canto improvisado. Diamanda Galás dice además que es “el último aliento de un soldado antes de morir”. En varios de sus discos echa mano de esta técnica acoplada a su estilo personal.

*PD. En esta entrevista que dio en Chile, Diamanda Galás dice que, por cuestiones políticas y sociales, se proclama “mexigriega”, y que escucha a Paquita la del Barrio: http://www.absentamusical.com/2011/09/interview-diamanda-galas.html.