Ataque de ansiedad

El mundo me duele
de su demasía;
duele, literalmente.
En los párpados,
en el nervio óptico,
en la mandíbula,
en los músculos,
en la punta de los dedos.
Su tanta dificultad.
El punto mínimo
expele su vocación
de inmensidad
y no puedo respirar.
Las cosas se tornan
huracanes mitológicos,
allí voy con este cuerpo tembloroso
atravesándolo por donde más pegan sus vientos.
El mundo me toma de la cabeza,
como las águilas reales
se roban a los cachorros de las cabras de las
montañas,
y me devora.
Soy un cachorro de cabra.
Una chivita que apenas bala
mientras intenta erguir sus cuatro patas.
Es difícil distinguir un temblor de un orgasmo,
es sabia Jacqueline Goldberg.
De un espasmo a otro,
de un erizar la piel a otro,
el sagrado misterio.
Hicieron bien quienes creyeron
que los epilépticos eran dioses.
Intuyeron la intuición correcta.
El secreto.
Es imposible volver de esta fragmentación
sin estar hecha fractales.
No soy una persona, soy un caleidoscopio.

 

Péptido C

Viste cómo esa culebrita de esferas se parece a un mala, pero se llama Péptido C. Y podría pasarlo por mis manos ciento ocho veces mientras recito en voz bajita namo ratna traya… Paciencia, como decía el maestro griego, paciencia, y sonreía, como iluminado, como el Buda dorado, el atlético y atractivo; aunque Mahakala, el gordo y monstruoso es mi favorito. Mahakala se lleva el ego. Y pienso con el Péptido C pasando por mis dedos ciento once mil veces en que vinimos para esto, vinimos a irnos. Refugio en la Sangha. En este beneficio de sentir la célula mínima al borde del abismo, cómo me lleva al origen de las cosas, en una regresión al Big Bang, paciencia y sonreír. Tengo miedo y el cuerpo no cede, pero hay que pelear. ¿Y por qué tendría que ceder?, ¿por qué debería ser tan especial que mi cuerpo 20 no sucumbiera? Mahakala, ahuyenta el miedo; toma, Mahakala, ten mi ego. Soy agua, soy débil.