
«No podemos hablar hoy de nada, si no hablamos primero de Gaza” dijo Rita Segato en abril pasado durante su visita a Oaxaca. Al mismo tiempo, escucho y leo por aquí y por allá el ya conocido “no hay palabras” para describir el genocidio en Palestina. Es verdad que cuando intentamos hablar del horror, nos tropezamos con los huecos que dejan las palabras, pues todo excede y nunca alcanzan. Y justo por esos huecos entra todo lo abarcable del mismo horror. Horror con miedo, con dolor, con hambre, con profunda tristeza de verse perder el piso, el suelo, la tierra, la Tierra.
Cuando algo duele, se grita, no se habla. Raquel Martí, directora ejecutiva de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA por sus siglas en inglés), dice: “se trata de niños que están en estado de shock y por eso no son capaces de hablar, con lo cual se le ponen las siglas de menor no acompañado, de familia desconocida, porque no se sabe quién es”, “Algunos de estos niños son tan pequeños que ni siquiera saben todavía su nombre”. “Son niños […] que solo gritan de desesperación, tienen pánico y todo ello sin padres o abuelos que puedan consolarles ni escucharles o darles espacio para su dolor”, dice, por su parte, Davide Musardo, psicólogo y gestor del equipo de salud mental de Médicos sin Fronteras en Cisjordania y Rafah.
El año pasado (no importa el mes, ni el día) se organizó un mitin, aquí mismo en Oaxaca, para mostrar solidaridad con el pueblo Palestino y para denunciar al estado genocida de Israel. Hubo pancartas, pintas, una bandera gigante de Palestina, micrófono abierto y espacio abierto para grafiti. “¡Las niñas de Gaza no son una amenaza!”, es una consigna con rima que ya había escuchado antes y que quería grafitear ese día, al lado de la catedral. Las palabras estarían insertas en los recuadros del clásico juego de piso que conocemos como “avión”. El que se puede jugar con tan sólo tener un gis y buena mano para no irse (muy) chueco.

Anteriormente ya había hecho este juego-consigna con frases como: “Aborto seguro y gratuito en todo México”, “No nos violen, no nos maten, ni una más” y “Un violador no será gobernador”. Algunos fueron carteles, otros fueron grafitis para ser pronunciados (gritados) y brincados, por adultos y niñes por igual. Esta vez, casi ningún adulto brincó pero varias niñas y niños sí lo hicieron. !Mira, un avión! Y sin más protocolo se brincó fuerte y claro: “¡Las niñas de Gaza no son una amenaza!”.
Al mandar a un amigo algunas de las fotos del mitin, olvidé el nombre del juego en inglés y me costó encontrar la traducción (hopscotch), pues la palabra “avión” no era exactamente lo que quería traducir. El clásico juego tiene decenas de nombres en toda América Latina.
El juego, ese tejido sin lengua que envuelve a humanos y más que humanos, difícilmente ata hoy a niñas y niños Palestinos que lo han perdido todo y a quienes les duele todo. Las condiciones de no-vida que esta guerra les ha impuesto incluyen el no estar atadas o atados a nada más que a la fuerza de gravedad que los jala al piso, al suelo, a la tierra, la Tierra y a este mundo.
INSTRUCCIONES: leer en voz alta o en silencio de abajo hacia arriba, como si se estuviera brincando con la voz y con los pies por múltiples aviones.