«El mundo, al final, sólo será habitado por sustitutos, y por tanto víctimas que no saben que lo son porque el insustituible sacerdote que levanta la espada sobre ellos no tiene nombre ni forma».

Roberto Calasso

I. Huachicolores

“Los huachicoleros son los mejores aliados de Peña y su Reforma Energética, han sido los únicos en lograr el buen precio de la gasolina para el pueblo”, dijo al mofarse, uno de los asistentes a la reunión del comité organizador de feria en algún lugar en el Valle del Mezquital, región que alberga a pueblos originarios de raíz Ñahñu y Otomí y hoy en día recibe en sus balnearios a numerosas hordas de turistas. Ahí cerca está la ciudad de Tula de Allende que antes fue la antigua capital tolteca Tollan-Xicocotitlan, con sus Atlantes y recintos del fuego sagrado.

En el presente, el fuego es expulsado día y noche por chimeneas industriales, nuevos altares del sacrificio planetario que dibujan el horizonte de una de las regiones más contaminadas del mundo gracias a las cementeras, una vieja refinería petrolera, minas y las aguas negras del Río Tula, que llegan de la Ciudad de México y se usan para el riego de cultivos de frutas y legumbres en un ciclo acuático que cierra cuando los vegetales son vendidos en los mercados de la CDMX. Mi padre, que trabajaba por allá en los años ochenta, me contó que en los canales de riego que corren paralelos al río, aparecen flotando burbujas espectrales capaces de envolver a un automóvil entero.

El tren de la Bestia también pasa por ahí, se detiene en la estación de Bojay donde algunos migrantes reposan uno o dos días en el albergue “El Buen Samaritano”. Cuentan que ya no abren el lugar por las noches desde que hace algunos años fue violado uno de los guardias del lugar. Y que cuando la policía encontró a los culpables, los llevaron a un pantano, los rociaron de gasolina y los amenazaron con prenderles fuego si volvían a aparecerse por ahí.

La zona es una de las que concentran mayor “ordeña” de combustible a ductos de Petróleos Mexicanos (PEMEX), en el país, para el negocio del huachicol. De hecho, el gobernador priísta en turno creó en julio de 2018, una Fuerza Especial Conjunta Antihuachicolera para combatir el robo de los hidrocarburos, mientras que en la redes sociales circula el Huapango huachicolero y se dice que un niño halcón puede ganar hasta $2500 pesos semanales pagado por los huachicoleros.

 

La explicación común dice que la palabra huachicol proviene de las bebidas alcohólicas adulteradas. Pero nuestra hipótesis mira hasta la palabra náhuatl: achicolli, que se refiere a un garabato o gancho de madera que era usado para sacar agua de los pozos. La palabra también hace juego con acocotli, que se refiere al acocote, el instrumento de los tlachiqueros para extraer el aguamiel del centro de los magueyes después de rasparlos.

Quizás la palabra achicolli evolucionó en el proceso de hispanización hasta ser hoy la denominación a uno de los grupos sociales más nebulosos del presente, que tambalea los imaginarios del equilibrio democrático y sus conceptos como la soberanía, la gobernabilidad y el Estado de Derecho. Que se quedan cortos para nombrar lo que ocurre entre la barbarie y los vacíos de poder de Estado en muchos puntos del territorio nacional.

Los huachicoleros son definidos como comunidades delincuenciales que viven de la extracción clandestina de combustible de los ductos de PEMEX. Una actividad que ha venido creciendo que se estima está presente en 25 estados de la República Mexicana y es una alternativa de vida para poblaciones enteras.

El Santo Niño Huachicolero y la Cumbia del Huachicol son los ritos y símbolos de una amalgama colorida: vinculación con cárteles del narcotráfico, corrupción gubernamental, un trabajo donde se juega la vida y afanes justicieros frente a los “gasolinazos”. Además es parte del amplio menú de la industria delictiva transnacional mexicana y la porosa línea entre lo legal y lo ilegal. Basta con ver el caso donde fue detectado el flujo de huachicol en los trabajos de construcción del nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. ¿Es posible aún establecer política públicas para regular el problema?

 

II. Mutación simbólica

¿A qué realidad pertenece el fenómeno huachicolero? La explicación que siento más cercana la esbozó Sergio González Rodríguez, en el libro Campo de Guerra, con la Teoría del an – Estado en México, relacionado con la ausencia de un Estado Constitucional de Derecho, que va más allá de una “negligencia vuelta costumbre” donde el gobierno no actúa. El an – Estado tiene que ver con:

La posibilidad autocorrectiva del Estado resulta a su vez inexistente, y esta anomalía se vuelve productiva: prolonga entramados fácticos, el umbral donde se une lo legal y lo ilegal bajo la sombra del Estado normativo. Es este caso, tal condición determinaría su propio concepto diferencial: un Estado que simula legalidad y legitimidad, al mismo tiempo que construye un an-Estado: la privación y negación del mismo (Gonzáles, 2014).

El mismo Sergio González (2009), afirmó antes, que este Falso Estado es propio de la cultura posmoderna, poscristina y ultravanguardista, que vive el retorno del “Dios Pan”, una potencia depredadora que se manifiesta como barbarie a través de: la esclavitud laboral, las matanzas del crimen organizado, la brujería sacrificial, la narcosis extendida y las decapitaciones. Ahí aparece la tesis de que la vieja fórmula cristiana “que supo convivir con las creencias paganas y las empleaba a su favor para la conquista espiritual”, se ha evaporado ante los embates modernizadores ocurridos, principalmente, durante el siglo XX.

Todo esto me recuerda a una conversación con Feike de Jong, el periodista que buscó la medida humana de la Ciudad de México y resultó en una caminata de 51 días en la que vio una revuelta religiosa generalizada, asociada al fin de la hegemonía católica y puede leerse en el desarrollo de varios cultos, como el de la Santa Muerte y su relación con grupos criminales. ¿En qué clase de transición estamos? Sin duda en la de una mutación simbólica profunda, de la que los obscenos y folklóricos desplantes digitales del “technochamanismo” son sólo la espuma.

En los siguientes meses habrá en México dos interesantes puntos de encuentro para el pensamiento de estos fenómenos desde la biopolítica y la necropolítica, ambos son conceptos que resuenan con lo aquí dicho. El primero es el Encuentro Biopolítica y Necropolítica en América Latina que será en Guadalajara durante el mes de octubre. Y el segundo es el II Coloquio Internacional Biopolítica y Necropolítica Situadas. Biopoder y Necropoder en la Era del Neoconservadurismo Global en la Ciudad de México durante el mes de noviembre.

 

 

Referencias

  • González Rodríguez, Sergio . (2009). El hombre sin cabeza. México. Anagrama.
  •  —————–. Campo de guerra. (2014). México. Anagrama.