
La obra de Philip K. Dick tiene una capacidad única para prever y cuestionar los grandes dilemas de nuestra sociedad contemporánea. En novelas como The Crack in Space (La grieta en el espacio, 1966) y The Simulacra (1964), Dick aborda temas como la manipulación política, la virtualización de la existencia humana y las respuestas cínicas de las élites frente a las crisis sociales y ambientales. En el contexto político actual, especialmente con la administración Trump y su impacto en las políticas ambientales y económicas de Estados Unidos, estas narrativas se sienten más relevantes que nunca.
En The Crack in Space, el problema de la superpoblación y el agotamiento de los recursos convierte al planeta en un lugar inviable para la vida de millones de personas. En respuesta, las élites recurren a la criogenia, congelando a grandes sectores de la población –en su mayoría, marginados y racializados– para mantener el sistema funcionando mientras buscan soluciones desesperadas, como la colonización de una Tierra paralela.
De manera similar, en nuestro presente, las élites tecnológicas y económicas tienen plena conciencia del impacto de sus decisiones sobre el cambio climático, pero en lugar de frenar la destrucción del planeta, aceleran la crisis. Políticas como la eliminación de regulaciones ambientales que planea el gobierno de Trump, reflejan un cálculo deliberado: el colapso climático es una oportunidad para reconfigurar el mundo bajo un nuevo sistema de control.

Mientras tanto, el mundo real es como el de The Simulacra, donde las personas viven en una falsa percepción de la realidad, manipuladas por simulaciones y narrativas cuidadosamente diseñadas por quienes controlan los medios y la tecnología. Las grandes corporaciones tecnológicas presentan sus soluciones como progresistas, cuando en realidad buscan encerrar a la humanidad en simulacros virtuales mientras el mundo físico se degrada.
En The Crack in Space, la criogenia se presenta como una solución para aquellos que no pueden ser mantenidos en la economía activa. Sin embargo, bajo esta narrativa subyace una distopía: los criogenizados no son tratados como personas con derechos, sino como un problema que puede ser almacenado hasta que haya una “solución tecnológica” o económica.
En nuestro presente, esta idea resurge bajo nuevas formas. Aunque no exista aún criogenia masiva, los simulacros tecnológicos actuales buscan un efecto similar: distraer y controlar a las masas. Los mundos virtuales ofrecidos por metaversos y tecnologías de realidad virtual no son solo plataformas de entretenimiento, sino posibles espacios de confinamiento para una población que podría, en un futuro, ser excluida de un mundo real devastado.

El cine hollywoodense se ha inspirado en las hipótesis de las novelas y cuentos de Philip K. Dick. Matrix está basada en estas ideas y todo el cine de metaversos. En la reciente toma de poder de Trump, los lugares más importantes eran para los oligarcas de las industrias de tecnología, en especial los miembros élite de la inteligencia artificial: Elon Musk, Sam Altman, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, entre otros
Hoy, las grandes corporaciones tecnológicas han reemplazado en muchos aspectos al Estado como regulador de la vida cotidiana. Empresas como Meta, Google, y OpenAI no solo dominan la información, sino que han comenzado a moldear el tejido de la realidad misma mediante tecnologías inmersivas como el metaverso y las herramientas de inteligencia artificial generativa. Estas compañías poseen un poder desmesurado para decidir qué es visible y qué no, y, en muchos casos, tienen un control mayor que los propios gobiernos.
Las élites tecnológicas no pretenden resolver los problemas del mundo físico –el cambio climático, la inequidad social o la pérdida de biodiversidad–, sino ofrecer espacios virtuales donde las personas puedan “vivir” en utopías simuladas mientras el planeta colapsa. Es una versión moderna de los criogenizados de The Crack in Space: mantener a las personas fuera del camino, desconectadas de la lucha por recursos reales y sumergidas en una ilusión.

En The Crack in Space, la apertura del portal hacia una Tierra paralela parece una solución milagrosa, pero rápidamente se convierte en un terreno de disputa política y económica. Los debates sobre quién tiene derecho a emigrar a esta nueva Tierra reflejan las tensiones raciales y de clase que Dick identifica como inherentes a cualquier “solución” de las élites.
Hoy, la narrativa de la colonización de Marte funciona de manera similar. Figuras como Elon Musk promueven la idea de un “nuevo comienzo” en otro planeta, pero esta utopía espacial no es para todos. La colonización de Marte es un proyecto exclusivo, diseñado para quienes tienen los recursos para escapar del desastre que ellos mismos han contribuido a crear. Como en The Crack in Space, la mayoría de la humanidad quedará atrapada en un mundo que se desmorona, mientras unos pocos privilegiados buscan su salvación en otros territorios.
En The Simulacra, la realidad política está manipulada por una combinación de tecnología y propaganda. El presidente es un actor, una figura simbólica que mantiene a las masas distraídas mientras el verdadero poder reside en las élites corporativas. Este simulacro político se refleja en el presente, donde los líderes populistas utilizan el espectáculo y la distracción para ocultar la falta de acción frente a crisis existenciales como el cambio climático.

En el ámbito tecnológico, el simulacro no solo es político, sino existencial. Las élites promueven la idea de que la tecnología –desde mundos virtuales hasta la colonización espacial– es la solución, cuando en realidad estas “opciones” perpetúan un sistema de desigualdad y explotación. El verdadero simulacro, como Dick advirtió, es la ilusión de elección: las personas creen que están eligiendo su futuro cuando, en realidad, sus opciones están diseñadas para beneficiar a unos pocos.
estamos encaminándonos a un futuro cada vez más dickensiano lo que era ficción especulativa en los cincuenta y sesenta es ahora una realidad
La combinación de los temas de The Crack in Space y The Simulacra y otras tantas historias de Philip K. Dick nos permite reflexionar sobre un futuro cada vez más cercano. Enfrentamos un mundo donde la crisis climática, la superpoblación y la desigualdad son aprovechadas como herramientas de control. La criogenia y los mundos virtuales son las versiones literarias de un presente donde la tecnología se utiliza para distraer y deshumanizar.
El desafío no es solo resistir el colapso climático, sino rechazar las soluciones ilusorias que se nos presentan como inevitables. Si seguimos aceptando el simulacro, corremos el riesgo de convertirnos en los criogenizados de Dick: almacenados en una realidad falsa mientras el planeta –y nuestra humanidad– se desvanece.


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