«Entonces dijimos: en el caminar y transcurrir de esta lucha nosotros nos vamos divertir, lo vamos a disfrutar, vamos a honrar el agua, la tierra, los recursos que le están dando sentido a esta lucha, vamos a compartir, vamos a convivir, no la vamos a pasar mal»
Ignacia Nachita Serrano, una de las mujeres de Ixtacamaxtitlán que resisten a la minería.
1. En el Talmud, puede leerse que:
«En todo tiempo hay siempre 36 justos sobre la faz de la tierra, cuando ellos desaparezcan el mundo acabará. No se conocen entre ellos y cuando uno de los justos muere es inmediatamente sustituido por otro. Se los representa como extremadamente modestos, humildes e ignorados por el resto de las personas». (Sanhedrín 97b, Sucá 45b, «sobre los Tzadikim Nistarim»)
2. Pero la tradición agrega también que estos 36 justos (o Tzadikim Nistarim [ צַדִיקִים נִסתָּרים, «justos ocultos»] o Lamed Vav Tzadikim [ לו צַדִיקִים]) que dan continuidad al mundo, están en la Tierra en tensión con la voluntad divina que quisiera terminar de una vez con esta humanidad que muestra siempre su incorregible impiedad. (Por eso «cuando ellos desaparezcan el mundo acabará»). Dios quisiera borrar su imagen y semejanza, y los 36 se sostienen entre la gracia y la severidad divina, como valedores de una humanidad que, sin embargo, también hace oídos sordos a su mediación.
3. Los justos son personas comunes y corrientes haciendo tareas comunes y corrientes, pero con el corazón puesto en el amor hacia las otras y los otros.
4. Al respecto, Borges ha escrito:
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
5. Y sin embargo, la tradición dice algo más. Agrega que al morir cada persona justa, Dios la retiene entre sus manos, dándole calor por 1000 años, pues cada tzadik muere con el alma congelada al haber negociado con la frialdad humana (y, agregamos, también con la severidad divina). Los tzadik son los iconsolables: desconsolados por la desgracia de los seres humanos, por su codicia, por su resentimiento, por su odio; pero también desconsolados por la severidad del Creador.
6. Son los iconsolables, pero también son los impotentes, pues sus pequeñas maniobras no buscan la notoriedad ni el reconocimiento ni la publicidad. Sus palabras cotidianas y sus actos cotidianos se basan en sostener la vida sin volverse líderes o gobernantes: no tienen un lugar. Ni el trono ni la cátedra. Tzadik están entre las personas, como relojeros que dieran cuerda infatigablemente a un campo de relojes. (Son también los agotados).
7. Tampoco son entusiastas ni profetas, no saben de las grandes fiestas ni de los carnavales y raramente son comediantes; y sus visiones tan precarias, pertenecen a lo porvenir más que al futuro o la promesa. Sin embargo, nadie como tzadik para hacer el viaje en el sentido del humor y permanecer en la alegría: la alegría que se expresa en el agradecimiento constante, en el detalle de la factura, en el saludo y la despedida.
8. Por eso, quizá, les llamo simplemente tzadik -sin artículo anterior y determinado, sin sustantivar demasiado-, porque me arriesgo a traicionar la tradición (¿y qué es continuar la tradición sino leerla mal para traicionarla bien?). Tzadik, acaso, no son 36 personas diferenciadas, con nombre, apellido y ubicación.
9. La tradición dice también que los 36 se encuentran en todo el mundo (unas versiones dicen que la mitad estarían entre el pueblo de Israel y los demás entre los gentiles). Pues 36 refiere a la gran totalidad, a los rumbos que completan 360 grados. Mas lámed-vav ( ל- ו) es también una forma del impersonal.
10. Mario Sats: «Al parecer la idea nace de un pasaje de Isaías 30: 18 en el que leemos: “Porque el Señor es un Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él ( lo ).” Será, pues, a partir de ese lo, formado por las letras lámed y vav, cuya suma numérica da 36, que surja la semilla de la leyenda. Desde el punto de vista meramente gramatical, lo es una expresión que se refiere a la tercera persona del verbo, palabra traducible como “de él o para él”, pero si ubicamos esa partícula en la palabra paz, de la que forma parte, ocurre que shalom le agrega el vocablo shem, nombre, lo que significa, entre otras cosas, que aquellos que desde lo secreto actúan en su nombre lo hacen para promover la paz».
11. Aquí “impersonal” figuraría como algo que no encarna en, que no hace lugar propio en una personalidad, en alguien. Impersonal como pre-personal. Lámed-vav tzadikim, sería más como la aparición del Paráclito para los cristianos: la epifanía de Pentecostés que posa gentilmente al Espíritu Santo en las cabezas de los apóstoles o justos. Si para la antigua tradición, Pentecostés era la entrega de la Ley a un líder, en la nueva tradición la gracia de la justicia flota sobre cada persona que esté dispuesta a recibirla. De manera que tzadik está en la palabra y la acción de cada persona que vive de manera meticulosa, que se ofrece al cuidado de la vida, que sostiene las relaciones y los acuerdos para la continuación de la existencia común.
12. Tzadik entonces no son (o no son solamente) las 36 personas justas, sino el espíritu de la justicia que se manifiesta en quien quiera (cualsea) aceptarlo amorosamente (entre la gracia y la severidad divinas; entre el odio y el desinterés humano) para mantener y sostener al mundo común (siempre entre «instantes de peligro») tal “como hacen los bosques por debajo del suelo entrelazando sus raíces para que la individualidad de los árboles se vea sostenida desde la sombra” (Sats).