Nacida en Chicago y naturalizada mexicana, Mariana Yampolsky (1925-2002) fue más que una simple observadora; fue una narradora visual que capturó con su lente la cotidianidad y la belleza de la vida rural en México, lo que la convirtió en una figura clave para la fotografía mexicana del siglo XX.
Mariana Yampolsky llegó a México en 1944, un momento de gran efervescencia artística y política. Fue la primera mujer en formar parte del Taller de Gráfica Popular (TGP), un colectivo artístico con un enfoque en las luchas sociales, en el que convivió con creadores de la talla de Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Luis Arenal y David Alfaro Siqueiros. En este grupo, Yampolsky desarrolló una sensibilidad hacia las desigualdades y las narrativas marginales, en su obra pone a menudo en el centro a mujeres trabajadoras, artesanas y campesinas, mostrando su cotidianidad con dignidad y respeto, lo que en su época desafiaban las representaciones estereotipadas de la época.
Uno de los aspectos más notables de la obra de Yampolsky es su enfoque en la mujer rural mexicana. A través de su lente, la fotógrafa capturó no solo la fortaleza, la resiliencia y la belleza de estas mujeres, si no también su vulnerabilidad en un entorno marcado por la pobreza y la desigualdad. Sus imágenes de mujeres tejiendo, cocinando o cargando agua, no son meros documentos de la vida cotidiana, son representaciones poderosas que ponen en el foco a las mujeres en la economía y la cultura.
Fotografías como Mujer con reboso (1950) o Niña en el campo (1975) muestran a mujeres y niñas en su entorno natural, trabajando o simplemente existiendo en sus comunidades. Estas imágenes, cargadas de una profunda empatía, invitan a reflexionar sobre la posición de las mujeres en la sociedad y la importancia de su contribución, a menudo invisibilizada, al sustento de sus comunidades.
El enfoque de Yampolsky hacia las mujeres puede ser interpretado como feminista en la medida en que sus fotografías desafían las narrativas patriarcales tradicionales, pues en lugar de exponer a las mujeres como objetos de lástima o exotismo, las representa como sujetos autónomos, con una agencia propia. La fotógrafa logra esto sin necesidad de recurrir al dramatismo; sus imágenes son poderosas precisamente por su sutileza, por la manera en que la vida cotidiana se convierte en un acto de resistencia y dignidad.
Así, Mariana Yampolsky no solo documentó una realidad; ayudó a darle forma a una visión de México. Su enfoque humanista y su énfasis en la dignidad de sus sujetos la colocan como una de las precursoras en la integración de una perspectiva de género en la fotografía documental. Lo que sirvió como base en las generaciones de fotógrafas y fotógrafos que han seguido sus pasos, explorando temas de identidad, género y justicia social desde una óptica crítica y comprometida.
Su obra, vista a través de una lente feminista, revela la complejidad y la riqueza de las vidas de las mujeres rurales mexicanas, ofreciendo una visión matizada y profundamente humana de un segmento de la sociedad que a menudo ha sido marginado o malinterpretado. En un mundo donde las imágenes tienen el poder de moldear nuestras percepciones, la obra de Yampolsky sigue siendo un faro de empatía, dignidad y resistencia.