En 2025, Google Maps cumple veinte años de existencia, dos décadas en las que ha redefinido nuestra manera de navegar el mundo, transformando desde la movilidad urbana hasta la economía digital. Sin embargo, su impacto va más allá de la simple utilidad cotidiana: Google Maps también ha influido en la forma como entendemos el territorio, la propiedad y el acceso a la información. Desde su lanzamiento, esta app ha evolucionado de un servicio de direcciones a un instrumento geopolítico y económico de primer orden. Las fronteras nacionales, la propiedad de la tierra y la delimitación de espacios urbanos han sido objeto de disputa en la plataforma. En algunos casos, la representación de un territorio en Google Maps ha tenido influencia en conflictos políticos y reclamaciones territoriales (golfo de América, ¿WTF?). Y como para todo ya existe un documental o una peli que explique o hable sobre algún tema, hablaremos sobre la serie documental  El código de la discordia.

El código de la discordia (Alemania, 2021) del director Oliver Ziegenbalg  (disponible en Netflix), recupera la pelea de dos emprendedores alemanes que demandaron a Google por la sustracción de un algoritmo y fueron derrotados en los tribunales. Esta historia sucedió en 2014 cuando la empresa de software alemana ART + COM presentó una demanda contra Google bajo el agumento de que la compañía había utilizado sin permiso el código de su proyecto Terravision, una innovadora aplicación interactiva en 3D desarrollada en los años noventa que combinaba fotografías aéreas, imágenes satelitales y datos geográficos, para dar forma a Google Earth que después “evolucionaria” en Google Maps.

En el juicio, el diseñador Carsten Schlüter y el programador Juri Müller se vieron obligados a testificar frente a un juez y un equipo de abogados implacables, e intentaron demostrar que su trabajo había sido descaradamente copiado. Según el guion de esta dramatización basada en hechos reales, la traición provino de un millonario de Silicon Valley con apariencia de hippie, quien se encargó de filtrar la información con precisión y astucia.

En tan solo cuatro episodios esta serie mantiene un buen ritmo narrativo, con un toque de humor agridulce y nos remite a la película Red social (David Fincher, 2010) y a las series Halt And Catch Fire y Silicon Valley; pero más allá de ser una buena serie para pasar un domingo acostados, nos hace pensar, en principio, en el  cinismo de las grandes empresas tecnológicas y cómo el capitalismo es un monstruo  de cien mil cabezas que nos hace pensar que emprender es la ruta para el éxito y después se apropia de estos emprendimientos. Otro aspecto crucial es el impacto de Google Maps en la privacidad, muestra de ello es la tecnología de Street View que captura imágenes sin consentimiento y colecciona datos de ubicación.

Por último, esta serie es un recordatorio de que los mapas no son neutrales: son herramientas que pueden moldear nuestra comprensión del mundo y afectar nuestras vidas de formas insospechadas. En un momento en que la información geoespacial es más influyente que nunca, la serie documental de Netflix nos enfrenta a la pregunta clave: ¿qué tanto control tenemos sobre la forma en que nuestro mundo es representado?

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