Ella disfruta de las largas caminatas, las comidas en terrazas en tardes soleadas donde se puede sentir consentida por los rayos del sol, detesta el sonido infernal –como ella lo llama- de la música que emiten las máquinas de los cilindreros y cuando pasa al lado de uno de ellos se tapa los oídos, nunca le ha gustado ser el centro de atención, prefiere pasar desapercibida en todas las situaciones. Siente compasión por los ancianos que piden monedas en las calles, cada que ve a uno le da todo el dinero que lleve en morralla, aunque después se quede sin monedas para el parquímetro. Vive en un departamento viejo cerca del centro de la ciudad, sola, a veces consigue roomies pero siempre extranjeros y por una corta estancia  de no más de 6 meses, no le interesa convivir con alguien por más tiempo.

 

Es hija única, la relación con sus padres tiene altibajos, no hubiera querido ser la única hija porque tiene toda la atención y preocupación de sus padres sobre ella, pero lo ha sabido sortear de alguna manera, sin descalabros. Su madre cada que tiene oportunidad le hace saber que ella es muy exigente y por eso no tiene un hombre a su lado, eso se lo dice mientras le sirve su comida favorita que preparó por su visita. Su padre no opina sobre su vida, pero siempre le recuerda que llame, que la familia siempre tiene que estar comunicada y unida.

 

Su vida amorosa era catastrófica – como ella misma lo nombraba- bastaba escuchar como se expresaba de sus amigas con pareja donde a ella no le parecía la libertad que perdían al fundirse con el otro, por su parte, no había podido durar más de unos cuantos meses con sus parejas porque se terminaba enfriando la relación. La última relación intensa y tal vez en la única en la cual se había sentido enamorada, fue con su maestro de música, hace ya algunos años, él era mayor que ella y tenía unas costumbres y horarios raros, le apasionaba como podía hablarle de un sin fin de anécdotas interesantes por horas y ella no se aburría, a ella le interesaba mostrarle su mundo también, pero a él no parecía llamarle la atención, ya que vivía en una constante apatía por la vida, eso sí, el sexo era sublime.

 

Era un 19 de Septiembre del año en curso, parecía ser un día como cualquier otro día entre semana, la misma rutina, el despertador sonando a la misma hora , lo único inusual es que ella se entretuvo un poco más de lo normal recostada en la cama pensando en lo tanto que había cambiado su vida en el último año y que todavía la hacía sentir un tanto extraña.

 

Salió de su casa, hacia el mismo trayecto, siempre ha pensando que todos son unos zombies por las mañanas, nunca ha conocido a una sola persona que no actúe como tal. Una vez en el trabajo se empezó a sentir intranquila mientras estaba sacando unas copias para una licitación, sentía que no podía tragar saliva y se le cerraba la traquea sin que ella pudiera hacer nada más que tratar de respirar hondo, esta situación la hizo querer salir a tomar aire por un momento antes de salir a comer, era cerca de la 1 de la tarde.

 

Cruzó la calle y se dirigió hacia el Bosque de Chapultepec buscando tranquilizarse y respirar aire fresco, pensaba que ese episodio era algo relacionado al estrés  y a la exigencia de las últimas semanas sobre ganar esa licitación que significaba mucho para el futuro de la compañía donde trabajaba, además de sentirse preocupada por su cada vez más marcada procrastinación, empezó a caminar y a adentrarse en el bosque, poco a poco sentía como podía respirar mejor y pensó que era buen momento para regresar al trabajo. De repente sintió un fuerte mareo, pensó que era que no había desayunado bien, pero empezó más intenso y se dio cuenta que era un temblor y era uno de los fuertes.

 

Se sintió segura porque no había nada a su alrededor más que árboles y arbustos, además de un espacio grande sin algún árbol alto que pudiera caer, esperó a que dejara de moverse ferozmente la tierra y empezó a caminar de regreso, en el camino empezó a ver a la gente con la cara desencajada, preocupada, ella pensaba que había sido un temblor recio pero no tanto como lo parecía que había sido. De repente gente corriendo sin rumbo, tratando de comunicarse con sus familiares sin éxito, gente llorando y otros consolando a los afligidos, las calles parecían un éxodo y pensó que era tal como en un capítulo de The Walking dead, Le costó trabajo llegar a la calle de su edificio entre la gente yendo en dirección contraria, cuando por fin iba acercándose vio a lo lejos que su edificio se había derrumbado, pudo ver el hueco entre los dos edificios vecinos, de repente sintió un sudor frío que le recorrió de la cabeza a los pies, trató de estar de pie, pero ese estado la obligó a sentarse en la banqueta, pensó que pudo haber muerto de no haber salido, que le daba pena por la gente que seguramente no había podido salir del edificio y estaba atrapada con o sin vida entre los escombros.

 

Y así, viendo como había mucha gente acomedida por ayudar en franca solidaridad haciendo cadenas para pasar escombros y mucha gente impávida con cara de terror, por un momento pensó en que debía acercarse más, pero no se le hizo una buena idea, no se creía capaz de ver un cuerpo muerto aplastado por los escombros ni tampoco gente viva en shock. Reparó en que realmente no reconocía a nadie de los que estaban a su alrededor en ese momento, aunado a que solamente tenía dos meses de haber entrado a la compañía, no había hecho amigos aún. Decidió dar la media vuelta y empezó a caminar hacia su casa, afortunadamente traía consigo su teléfono móvil y su cartera, nunca sale sin ellos, aunque el celular estaba quedándose sin batería. Trató de llamar a su mamá pero no entraba la llamada, por lo poco que le quedaba de batería no iba a poder intentarlo de nuevo y se dio por vencida.

 

Justo yendo hacia su casa fue pensando en que no era casualidad que por la mañana estuviera pensando en lo tanto que había cambiado su vida el último año, en que una parte de ella estaba vacía, no se sentía completa,  en que no pasaría nada si ella de repente desapareciera, que la dieran por muerta, que nadie la extrañaría, estaba segura que sus padres sí, pero eso no la hizo recapacitar, pensó que era un buen momento, en su cabeza estaba la voz de su madre repitiendo una y otra vez –Heredaste la depresión de tu padre-  ella nunca se había considerado depresiva, pero en ese momento no le causó extrañeza recordar esa frase que había acompañado esta decisión.

 

Su madre hizo una búsqueda exhaustiva, una campaña por redes sociales, hasta salió en los noticieros, pero como se sabe, siempre hay inconsistencias en el conteo de decesos y gente rescatada con vida y pensaron que como no fue reconocida a tiempo pudo haber terminado en una fosa común.

 

No se volvió a saber de ella, en el recuento de los rescatados y muertos estaba ella, pero como desaparecida, nadie de sus compañeros resultó rescatado con vida, nadie pudo decirle a sus familiares que realmente ella no estaba ahí. Para ella el temblor no solo sacudió la tierra, había sacudido su vida y era el momento de empezar de nuevo.