La marea dijo al pescador: hay muchas razones para mis olas furibundas. La más importante es que estoy por la libertad de los peces y en contra de la red.”

Sherko Bekas

 

La decisión de Trump, el 6 de octubre pasado, de ordenar la retirada de las tropas estadounidenses desplegadas en el norte de Siria ha abierto otro capítulo de violencia y muerte en Medio Oriente, pues en dicho país, azotado por una cruel guerra civil desde 2011, se gesta una nueva crisis en la cual confluyen intereses y tensiones internas, regionales e internacionales contrapuestas. En el cruce de esas dinámicas se encuentran los kurdos de Siria.

Los medios de comunicación se han inundado de análisis y conjeturas sobre la decisión de Trump y los posibles escenarios que la invasión turca abre, pero pocos han intentado mostrar la historia y complejidad de la nación kurda en general y de los kurdos de Siria en particular. Ese es el objetivo central de esta reflexión.

La nación kurda no es solo un grupo de aproximadamente 30 millones de personas desperdigadas por el mundo, como el simplismo político sostiene; es un fenómeno complejo que remite a lazos culturales e históricos atesorados y transmitidos de generación en generación para combatir el olvido y la asimilación cultural a la que su población ha sido sometida. Este pueblo, originario del Kurdistán, región ocupada por cuatro Estados nación desde el siglo XX, ha estado sometido a violentos procesos de asimilación y negación de su identidad étnica y nacional por los Estados turco, sirio, iraní e iraquí.[1]

El origen del pueblo kurdo es incierto. Sus miembros descendientes de tribus indoeuropeas asentadas en el área denominada por ellos Kurdistán hace 4,000 años y que para el siglo VII E.C. los conquistadores árabes del Medio Oriente reconocerían dicha zona con ese término y aplicaron el término kurdo a la población de las montañas sometida a un proceso de islamización.

El siglo XIX será testigo de la aparición de un sentimiento nacionalista entre algunas tribus y clanes kurdos que entrará en competencia y conflicto con otros movimientos nacionales modernos nacientes y más poderosos como el árabe, persa, turco y armenio.

En la actualidad, la población kurda está concentrada principalmente en Turquía, donde habitan 15 millones (18% de la población total del país), Siria, con 2 millones (10% de su población), Irak, con 6 millones (18%) e Irán, con 8 millones (10%). Los kurdos representan el cuarto grupo étnico más grande de Medio Oriente, detrás de turcos, árabes y persas.

La nación kurda presenta una paradoja: es un grupo étnico dividido territorial, lingüística y religiosamente[2] que ha sido reprimido por cuatro movimientos nacionalistas distintos y al mismo tiempo es innegable que dichos movimientos nacionalistas han influido en el desarrollo de su conciencia nacional al intentar asimilar, prohibir y limitar las expresiones culturales y políticas kurdas. A lo anterior hay que sumar la influencia intelectual, política e incluso económica de una diáspora kurda que suma más de un millón de personas y se ubica en países como Alemania, Francia, Inglaterra, Suecia, Australia, Estados Unidos, Rusia, países del Cáucaso, árabes y de Asia Central.

Ninguna potencia actual interesada en Medio Oriente puede darse el lujo de ignorar el problema kurdo o evitar formular una política kurda como parte de su acercamiento general al Medio Oriente

Wadie Jwaideh

Los kurdos de Siria

El caso de los kurdos sirios merece una atención especial por su evolución histórica de comunidad atrapada entre las luchas regionales entre Siria, Irak y Turquía a una resistencia nacional y un renacimiento de las demandas políticas, económicas, culturales e identitarias por largo tiempo ausentes, pues de ser meros espectadores pasivos de la lucha kurda en Medio Oriente, desde el 2004 el Kurdistán sirio, denominado Rojava en kurdo,[3] se ha convertido en el centro neurálgico del nacionalismo kurdo y un actor a considerar por las potencias de la zona.

Desde la revuelta del Sheikh Said de 1925 y el establecimiento de la Liga Xoybun (Independencia) en 1927 en la ciudad de Bhamdoun (actual Líbano) los kurdos de la actual Siria han estado en constante resistencia a los proyectos de arabización y desplazamiento poblacional implementado por el poder central.

La década de los cincuenta del siglo XX vería la aparición del primer partido político kurdo en la República Árabe de Siria con el Partido Democrático Kurdo de Siria. Las dinámicas políticas kurdas cambiarían con la creación del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) el 27 de noviembre de 1978 encabezado, entre otros, por Abdullah Öcalan, y que enfrentaría militarmente al Estado turco desde sus cuarteles generales de Damasco a partir de 1984 y que ha dejado más de 50,000 muertos, millones de desplazados y miles de villas y pueblos kurdos destruidos. El PKK encontraría en el gobierno sirio a un aliado en su lucha contra Ankara, pues Damasco le brindaría apoyo militar y logístico.

La firma de los Acuerdos de Adana, celebrada entre Ankara y Damasco el 20 de octubre de 1998, terminaría con el patronazgo y la protección siria del PKK. Entre sus cláusulas destaca aquella en la que Siria etiquetaba como una “organización terrorista” al PKK y sus grupos afiliados[4]. Este acercamiento turco-sirio eliminó cualquier posibilidad de transferir recursos, armas y peshmergas[5] desde Siria. El histórico líder del PKK, Abdullah Öcalan, fue forzado a huir del país y eventualmente sería capturado y enviado a la prisión de Imrali, en Turquía.

Entre los grupos afiliados al PKK en Siria destaca el Partido de la Unión Democrática (PYD) establecido en 2003. Esta organización cuenta con sus propias fuerzas armadas que, durante la guerra civil siria, han logrado establecer un lugar seguro no sólo para los kurdos del norte de Siria sino también para millones de sirios desplazados por la agresión del gobierno e ISIS y ha conseguido la atención internacional. En ese sentido se fundaron en 2004 las Unidades de Protección Popular (YPG por sus siglas en kurdo) como brazo armado oficial del Comité Supremo Kurdo del Kurdistán. Este grupo ha sido considerado terrorista por Turquía debido a sus vínculos con el PKK y ha tomado preeminencia en la lucha contra el Estado Islámico y mantener la zona de Rojava estable en medio de la guerra civil siria. El Kurdistán sirio, que se había mantenido relativamente en calma después de la firma de los acuerdos de Adana que, como se mencionó, inauguró un periodo de relaciones muy fluidas y amistosas entre Ankara y Damasco, explotó en una revuelta con el Serhildan (levantamiento) kurdo en la ciudad de Qamishli. Lo que empezó como una riña entre seguidores de dos equipos de futbol (el Qamishli kurdo y el Deir el Zor árabe) desembocó en una rebelión de grandes proporciones que para algunos autores como Harriet Allsopp[6] explica el inicio del proceso político que hoy, quince años después, Erdogan pretende terminar.

El gobierno de Assad, enfrascado en una guerra de supervivencia por más de ocho años, permitió el desarrollo de las dinámicas kurdas en Rojava como una medida táctica que dejaba a las fuerzas kurdas el combate al Estado Islámico y la contención de Turquía en el norte.

En septiembre del 2014 la ciudad kurda siria de Kobane fue atacada brutalmente por fuerzas del Estado Islámico. Como resultado de su lucha heroica contra este grupo terrorista, los kurdos de Siria recibieron atención mundial no solo por su éxito militar sino también por su proyecto de Federación Democrática de Rojava que descansa en tres pilares: democracia directa, ecología y liberación de la mujer[7].

El desarrollo kurdo en Rojava ha preocupado al presidente turco Erdogan, quien ha tomado todo tipo de medidas para impedir y aislar a los kurdos sirios. Entre las decisiones de Erdogan destacan el apoyo directo e indirecto a guerrilleros del Estado Islámico en la zona de Rojava y en las últimas semanas ante la claudicación y traición de Trump el ejército turco ha invadido y bombardeado de manera despiadada a los kurdos de Siria y establecido una infame narrativa que los califica como terroristas aliados del PKK.

Mientras escribo estas líneas (22 de octubre de 2019) se informa que Erdogan ha alcanzado un acuerdo con Vladimir Putin por el cual las tropas  del YPG se retirarán completamente de la frontera con Turquía por lo menos 32 kilómetros al sur dejando el control de la región a patrullas conjuntas ruso-turcas. Esto pone fin a la traición de Trump, quien ha entregado a los kurdos, principales aliados de Estados Unidos en la región, a manos de Assad y Putin y da un golpe mortal al prestigio estadounidense mundial.

Los kurdos de Siria enfrentan un desafío más en su historia, quizá el más determinante de todos pues su proyecto emancipador e igualitario, que podría ser una alternativa a la crisis estructural que padecen los Estados nación centralistas del Medio Oriente, está en riesgo de fracasar por la cobarde e irresponsable decisión de Trump, la agresividad y las ansias de anexión de Erdogan, la complicidad de Putin y la confusión de la Unión Europea.

No todas son malas noticias para los kurdos, pues si bien en el plano diplomático y militar están en franca desventaja, habría que reconocer que nunca en su historia habían recibido tanta atención mediática, académica y muestras de solidaridad a nivel internacional.

La causa kurda ha ganado las calles y la simpatía mundial y se convierte en un tema conocido y sentido a lo largo y ancho de Europa, América Latina y Medio Oriente que atrae el interés de millones de personas y eso ni Erdogan, ni Putin, ni Trump lo pueden evitar.

 

 

_____________________________

[1]  Para consultar más sobre los kurdos: Estos son los kurdos. Análisis de una nación, libro que compilé en 2014.

[2]  Si bien la mayoría son musulmanes sunas, hay grupos kurdos shiias, alevíes, cristianos, zoroástricos y judíos. Lingüísticamente el idioma kurdo se fracciona en varios dialectos entre los cuales el sorani, zaza y kurmanji con dominantes.

3 La importancia de los acuerdos de Adana es tal que en enero de 2019 el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, los citó como referente a cualquier problema entre Turquía y Siria en relación con el PKK y sus grupos afiliados.

4 Guerreros kurdos. Peshmerga significa “aquel que enfrenta a la muerte”.

5 El libro de Allsopp se llama The Kurds of Syria y fue publicado en 2014.

6 Sobre el proyecto de Rojava consultar The Battle for the Mountain of the Kurds, de Thomas Schmidinger.