Hace tiempo me fijo en algo mientras veo series en plataformas de streaming ‒sobre todo de Netflix‒ y en algunas películas, un detalle que ha llegado a inquietarme: las casas limpias. Me descubro diciendo cosas como “¿a qué hora limpia si se la pasa persiguiendo criminales?, ¿con tres adolescentes tiene la casa así de limpia?, naaah”. La pregunta siguiente se anticipa: dentro de la trama ¿quién limpia las casas que aparecen en productos audiovisuales de ficción?, ¿quién las mantiene impolutas? Está claro que sus habitantes no, o no siempre.

Es cierto que en la ficción debemos dar muchas cosas por sentadas; aceptar el juego, la convención. Si fuera teatro, seguramente no prestaría atención a la limpieza de la utilería que hace las veces de casa. ¿Por qué lo hago con las series? Quizá he entrado en una zona confusa sobre la representación, quizá pido de los personajes y los escenarios que sean como nosotros, que todos y todas quedemos representados allí. Es decir, pido que para que me resulten verosímiles, los escenarios en los que se desenvuelven ciertos personajes se parezcan a la vida real.

Por fortuna, no soy la primera (¿Soy la única a la que…?) en escribir sobre este particular. Kim Williamson hizo una revisión para howstuffworks de las diez casas más imposiblemente limpias de la televisión estadounidense, que pueden leer aquí.  Así que ahí les voy.

Pienso en Quédate cerca (Reino Unido, 2021), la protagonista, Megan, tiene tres hijos adolescentes, su marido trabaja fuera de la casa y ella pasa buena parte de la trama averiguando cosas sobre la reaparición de un hombre de su oscuro pasado. La casa, amplia, por cierto, aparece siempre rechinando de limpia y nunca vemos a ningún personaje atenderla. O How to Get Away with a Murder (EEUU, 2014-2020): ¿cómo rayos Annalise (epítome de la persona ocupada donde las haya) y su marido mantienen esa casa caótica limpia?, allí va todo mundo, desfilan personajes (muchos, universitarios) y la casa nunca se ensucia. ¿Debería no importarme?, tal vez, sin embargo, me exaspera.

En la tercera temporada de You (EEUU, 2018-2021) Love y Joe son padres de un bebé, viven en una casa de los suburbios californianos, in-ma-cu-la-da aunque él pasa sus días asediando mujeres y en la librería y ella atendiendo su negocio… y asediando a las mujeres que asedia su esposo. La única vez que los vemos limpiar la casa es por un asunto que sale mal y termina medio destruida.

Mi explicación más básica es que si viéramos a nuestros personajes limpiar, no habría tiempo de que hicieran todo lo otro que la trama exige de ellas y ellos y resultaría aburrido, para el caso mejor ver a Marie Kondo. Pero, momento… ¿por qué se espera entonces de la vida fuera de la pantalla que podamos hacerlo?, quiero decir: trabajar, cuidar de otras y otros, sobrevivir a la vida y encima mantener impoluta nuestra vivienda. Esta exigencia de productividad aparece como uno de los subtextos que el asunto de las casas limpias o sucias acarrea. Iremos desvelando más.

[Nota al margen: en las telenovelas mexicanas es muy común que en ciertas casas (clase media alta y alta) aparezcan las trabajadoras del hogar, muy pocas veces con tramas desarrolladas (aliadas o enemigas de las protagonistas); su presencia acaso da cuenta, a veces, de las desigualdades de este país. ¿Sería este un problema que la televisión contemporánea busca evitarse?]

Sigamos con las series. Please Like Me (Australia, 2013-2016), por ejemplo (que amo con pasión) tiene un protagonista en sus veinte que cocina en casa con frecuencia, no obstante y pese a que él pueda estar fuera de la mañana a la noche, la casa aparece “milagrosamente” limpia cada vez.  Nunca vemos a Josh o a Tom –su roommate– lavar los platos, barrer, trapear, sacudir. Limpiar no es dramáticamente relevante… hasta que lo es, y aquí la suciedad se pone interesante.

En el episodio 5 de la temporada 1, cuando preparan la casa que los padres (divorciados) de Josh compartieron y venderán, Rose –la madre y cuya salud mental es el eje de esta temporada– dice que por estar deprimida no aspira. Josh la secunda y asegura que comparten hábitos, pero en pantalla vemos otra cosa. El diálogo es muy interesante:

Alan.- ¿Debería aspirar? ¡Jesús!, ¿cuándo fue la última vez que aspiraste?

Rose.- Estoy deprimida, no aspiro.

Josh.- No me mires a mí, somos de la misma familia. Tenemos los mismos hábitos.

La casa ni siquiera se ve polvosa, solo acumula bolsas y papeles, desordenada acaso. La casa de Josh tampoco se ve como un lugar que nadie aspira.

Es decir, limpiar cobra relevancia en la historia cuando dejar de hacerlo es un rasgo de carácter del personaje, casi siempre con una carga negativa. Cuando aparece suciedad, esta se vincula, cómo no, de alguna manera en términos morales. ¿Quiénes habitan las casas sucias? Casi siempre personas con consumo problemático de drogas o alcohol, enfermas, mujeres depresivas e irresponsables. Please Like Me hace referencia a esto con humor en una trama lejos de la sordidez.

Me salgo de mi corpus de series para mencionar dos ejemplos de películas. Primer caso: Can You Ever Forgive Me? (Dir. Marielle Heller, EEUU, 2018). Esta película protagonizada por Melissa McCarthy cuenta un episodio en la vida de Lee Israel, una escritora de biografías y revisora de textos, de carácter amargo, solitaria y aficionada a la bebida, que por necesidad económica y suerte se convierte en una maestra del engaño. En algún punto del filme, cuando su actividad de estafa ha comenzado, un trabajador acude a su casa a hacer un servicio y en el momento de entrar decide retirarse por el olor a suciedad. Sí, Lee Israel, la borracha estafadora, no limpia [Pretends to be shocked]. Enseguida Lee limpia el departamento con ayuda de su amigo Jack.

Segundo caso: Cake (Dir. Daniel Barnz, EEUU, 2014), en esta película una mujer solitaria que vive con dolor crónico y duelo postergado, Claire, interpretada por Jennifer Aniston, convive casi de forma exclusiva con Silvana, la trabajadora que limpia su casa, personaje al que da vida Adriana Barraza. Claire apenas puede moverse por el dolor de cuello y columna que la acompaña todos los días a todas horas, así que paga por que le hagan la limpieza de la casa. Silvana se va convirtiendo en una especie de asistente/cuidadora, casi el único vínculo de afecto de Claire. Digamos que Claire cuenta con los recursos económicos que le permiten pagar los servicios de Silvana, importantísimo detalle. Si Claire fuera pobre, quizá su casa aparecería desastrosa.

El caso de Jessica Jones (EEUU, 2015-2018) es curioso. Toda la primera temporada vemos su cama sin tender y botellas vacías de alcohol en su buró, pero los platos están lavados, y su pequeño espacio, aunque descuidado, limpio. Desde luego, nunca vemos a la ocupadísima Jessica Jones limpiar nada, ¿a qué hora se ocupa de esos platos que aparecen allí lavados? Misterio.

Los personajes que no limpian sus casas, sobre todo mujeres, pueden poseer una combinación de rasgos: pobreza + adicción, adicción + más madre soltera, salud mental inestable + precariedad, etcétera. Tomaré como ejemplo el caso de Bine Ludar, personaje de la serie alemana Dogs of Berlin (Alemania, 2018). Bine es madre soltera y vive en condiciones precarias en un barrio pobre de Berlín y, ¡claro que sí! (no podría saberse), es afecta al alcohol. Su pequeño departamento suele ser un caos, el fregadero de la cocina siempre está atiborrado de trastes sucios. Pero en el episodio 6, en un arranque por recuperar las riendas de su vida y encaminarla a mejores horizontes, Bine ¡limpia su casa! Este pequeño triunfo se ve opacado por el hecho de que no tiene cómo alimentar a su hijo.

Una película que hace de esta dicotomía limpieza/suciedad vinculada con rasgos morales de los personajes un juego dramático interesante es A Second Chance (Dir. Susanne Bier, Dinamarca/Suecia, 2014). Para contarles por qué debo revelar cosas de la trama, lo siento. El oficial de policía Andreas (interpretado por Nicolaj Coster-Waldau) catea el departamento de un adicto y presunto traficante de drogas, allí encuentra a un bebé en medio de una suciedad difícil de soportar (es de verdad una escena desoladora, advertencia), la madre yace, drogada, cerca de él. La policía toma al bebé en custodia. En paralelo, el hijo de semanas de Andreas y su esposa Anna muere súbitamente. Ante el shock que experimenta Anna, Andreas decide intercambiar a los bebés, ya que, pese a lo que se espera, el hijo de la pareja de adictos está bien de salud (y se parecen mucho). La madre del bebé nota de inmediato que el cuerpo que le muestran no es el de su hijo y luchará hasta el último momento por demostrarlo. La investigación lleva a Andreas a descubrir una verdad horrible: su hijo ha muerto por una hemorragia cerebral causada por el síndrome del bebé sacudido. Anna, una mujer elegante y distinguida, en una casa impoluta y cuidadosamente diseñada, maltrata a su bebé cada vez que llora, claro, sin que su marido lo sepa. Solo que ahora creen que lo ha hecho la mujer drogadicta y eso “tiene sentido” para todos. La directora toma sin tapujos los prejuicios de la mujer precaria con consumo problemático asumida como irresponsable y sucia, y a la mujer de la alta sociedad, profesional y sin vicios, como perfecta para invertirlos conforme avanza la trama. Les dejo al menos el final sin revelar para que la vean.

Somos bellos, somos cool

Preguntando en Twitter (mi termómetro, lo confieso) descubro que este “detalle” de las casas limpias se percibe como parte de toda una cultura de lo “mostrable” en redes sociales y medios; una cultura del diseño de sí para que las personas y sus entornos luzcan cool: lo “instagrameable”. Esto tiene consecuencias en la gente, producen una cierta ansiedad por el hecho de no poder alcanzar un cierto nivel de vida o no estar en la capacidad de dedicarle el tiempo necesario a una casa para tenerla como aparecen representadas. Claro que cool podría ser lo opuesto: no limpiar ni diseñar tu entorno, pero según lo que el parámetro actual nos presenta, el caso es este: casas limpísimas y siempre limpias, hiperdiseñadas. Esto se nutre además por la existencia de personajes que viven en casas que no se condicen con los trabajos que desempeñan. [Hablando de rentas a sobreprecio y especulación inmobiliaria, cof, cof…]

Y aquí podríamos entrar en toda una ramificación de la existencia de escenarios/locaciones imposibles, no solo limpísimos, sino además diseñados como para la semana de la moda, incoherentes con la razón de su existencia. Tomemos por ejemplo la oficina policial de Sorjonen (Finlandia, 2016-2020), una oda al diseño de interiores: minimalista, sobrio y estilizado. No pretendo hacer una cruzada contra la limpieza o el gusto exquisito. Mi punto es otro, eso de la “verosimilitud” que les decía. La recepción de la oficina de Kari Sorjonen parece el lobby de un museo y no el lugar de trabajo de un equipo de investigadores que tratan con delitos horridos. [Ahora sospecho que es negra/gris por esta razón, un guiño al tipo de tramas.] Entre las series noir que se hacen en el norte de Europa veremos esto con frecuencia.

Me pregunto: ¿qué repercusiones tiene fuera de la pantalla la estilización de espacios como una oficina de policía o escenas del crimen? [apunto algo a este último respecto en: https://jeronimomx.info/nordic-noir-mujeres-muertas-y-las-trampas-de-la-estetizacion-de-la-violencia/]

Una honrosa excepción, dado que sus personajes pertenecen de lleno a la era Instagram, es el caso de Girls (EEUU, 2012-2016), el departamento de Lena, al menos como he vuelto a ver en las tres primeras temporadas (no me dio tiempo de ver más, disculpas, pero tres de seis me parece justo) suele no ser una oda a la limpieza o a Pinterest ni un nido de cucarachas. Lo mismo sucede con el resto de los escenarios, son visualmente ordinarios y comunes. Si bien no vemos a los personajes limpiando, al menos no vemos departamentos inmaculados listos para aparecer en alguna revista de prestigio. Un respiro en medio de las casas-museo que pueblan las pantallas hoy. Si Lena Dunham y su equipo han podido darle verosimilitud a este aspecto de la ficción, asumo que no es imposible.

Todo esto me lleva a pensar en una especie de clasificación de los espacios limpios/sucios a) cuando son decoración (de diseño), b) cuando son dramáticamente relevantes. Si son decoración, se privilegia su visualidad, que sean bellos, cool, que estén diseñados (no olvidemos el marketing subliminal, ¿qué nos venden esos sitios?) sin importar si aportan algo a la trama o a los personajes (muchas veces, restan). Los personajes apenas interactúan con su hábitat y los objetos en ellos. Estas casas aparecerán limpias sí o sí aun cuando viva una horda de ogros en ellas. Si son dramáticamente importantes. Aquí podríamos subdividir en ramas: b.1) cuando la casa es parte de la trama o podría llegar a constituir un personaje y b.2) cuando su mantenimiento cruza la personalidad de quien la habita: fíjate en quién no limpia su casa en la serie o en la película y podrás encontrar, junto conmigo, una tipología de carácter moral.

Por supuesto que este repaso no agota los ejemplos, sin duda hay más casos y matices, y mi clasificación es incipiente. Era mi idea ampliar este texto para hablar de la pobreza mostrada en series porque tengo la intuición de que aparece siempre traducida en escenarios sucios y desordenados, pero no tuve oportunidad de revisar casos puntuales y merece su propio tratamiento. Prometo segunda parte. Pueden contribuir con sus ejemplos en @LeonardoIsaura, en Twitter.

Maid, un caso peculiar

Debo hablar de uno de los últimos estrenos del año pasado de Netflix, Maid (EEUU, 2021). Esta miniserie basada en el libro The Maid de Stephanie Land cuenta la historia de una joven madre que, por violencia doméstica, debe separarse de su esposo y encontrar una fuente de ingresos urgente para ella y su hija, por lo que se contrata como trabajadora de limpieza de casas. Aquí sí sabemos quién limpia: trabajadoras precarizadas, en muchos casos inmigrantes latinas que trabajan demasiadas horas por unos pocos dólares. Un caso raro entre los que hemos revisado, no solo porque la limpieza es explícita, sino porque la protagonista de la serie trabaja limpiando casas.

Bonus

Durante la escritura de este repaso, muchas personas recordaron a Mónica, personaje de Friends (EEUU, 1994-2004), quien tiene una obsesión por la limpieza y la vemos limpiar su casa y su restaurante.