La figura del vampiro ha sido una presencia constante en la mitología, la literatura y el cine, que ha evolucionado a lo largo de los siglos para adaptarse a los miedos y deseos de cada época. Desde las antiguas leyendas eslavas sobre seres que regresaban de la muerte para alimentarse de la sangre de los vivos hasta las representaciones modernas en la cultura popular. Desde el Nosferatu (1922) de F. W. Murnau, pasando por Drácula (1992) de F. F. Coppola en los noventa, hasta el más reciente Nosferatu (2024) de Robert Eggers, el vampiro ha encarnado una variedad de significados simbólicos: la muerte, la sexualidad reprimida, la otredad y la inmortalidad.

Antes de llegar al cine, el vampiro ya había dejado una huella profunda en la literatura. La novela Carmilla del autor irlandés Sheridan Le Fanu (1872) y Drácula de Bram Stoker (1897) sentaron las bases del vampiro moderno, pero como sucede en Occidente, es la figura masculina del vampiro la que se queda en el imaginario, por lo que hablar de Carmilla se vuelve necesario.

La novela gótica Carmilla es una obra pionera en la literatura de vampiros, pues antecede veinticinco años a Drácula (1897) de Bram Stoker y fue originalmente publicada como un serial en la revista literaria inglesa The Dark Blue (1871-1872). Esta novela no solo estableció muchos de los tropos que asociamos con el género vampírico, sino que también introdujo una figura femenina seductora y peligrosa que desafió las normas de su época. La historia, ambientada en un castillo aislado en Estiria, sigue a la joven Laura, quien se ve envuelta en una relación inquietante con la misteriosa Carmilla, una vampiresa que combina elegancia y terror en igual medida; en esta novela, Le Fanu explora temas como la sexualidad reprimida, la dualidad del ser humano y el miedo a lo desconocido, todo envuelto en una atmósfera gótica y llena de presagios.

Carmilla, como personaje, es una figura ambigua: es tanto una víctima como una depredadora, y su relación con Laura oscila entre la amistad íntima y el peligro mortal. Esta complejidad ha hecho que la novela sea objeto de numerosos análisis desde perspectivas feministas, psicológicas y queer, ya que su narrativa sugiere una exploración subversiva de los roles de género y la sexualidad en la sociedad victoriana.

Desde una perspectiva feminista, Carmilla ha sido analizada como una crítica velada a las restricciones impuestas a las mujeres en la sociedad victoriana. La figura de Carmilla, una vampiresa que seduce y ataca a otras mujeres, puede interpretarse como una representación de la autonomía femenina y la subversión de los roles de género tradicionales, pues Carmilla es un personaje que ejerce un poder inusual para una mujer de su época. Ella no está sujeta a las normas sociales que rigen el comportamiento femenino; en cambio, es independiente, seductora y peligrosa. Esta autonomía puede verse como una crítica a la dependencia y pasividad que se esperaba de las mujeres victorianas. también, Carmilla desafía el estereotipo de la mujer como ser débil y sumiso, presentando en su lugar una figura poderosa y dominante.

Otro aspecto a destacar desde el feminismo es la relación entre Carmilla y Laura que ha sido interpretada como una exploración de la intimidad femenina en un contexto represivo. La novela sugiere una atracción romántica y sexual entre las dos mujeres, algo que era tabú en la época. Esta relación puede leerse como una crítica a la heteronormatividad y una celebración de los vínculos emocionales y eróticos entre mujeres. Y, por último, la vampirización de Laura por parte de Carmilla puede interpretarse desde el feminismo como una metáfora de la pérdida de autonomía que experimentaban las mujeres en una sociedad patriarcal, la sangre, que Carmilla extrae de Laura simboliza la vitalidad y la fuerza que las mujeres eran obligadas a ceder en un mundo dominado por los hombres.

Por su parte, los estudios queer han encontrado en Carmilla un terreno fértil para explorar las dinámicas de género y sexualidad, así como la subversión de las normas heteronormativas. Uno de estos aspectos es el erotismo homoerótico que se puede leer de la relación entre Carmilla y Laura. La novela describe la atracción física y emocional entre las dos mujeres de una manera que desafía las convenciones de la época. Este erotismo subyacente ha llevado a muchos críticos a considerar Carmilla como una de las primeras obras de literatura queer. Por otra parte, Carmilla no solo desafía las normas sexuales, sino también las de género, su comportamiento y apariencia andrógina la convierten en una figura que trasciende las categorías binarias de masculino y femenino. Esta ambigüedad de género puede verse como una crítica a las rígidas estructuras de género de la sociedad victoriana. Por ultimo y bajo esta mirada, el vampiro se presenta como una figura que existe en los márgenes de la sociedad, lo que ha sido interpretado como una metáfora de la experiencia queer; Carmilla, al ser una vampiresa, representa lo «otro» en términos de sexualidad y género, y su relación con Laura puede verse como una exploración de la identidad y el deseo queer en un contexto de represión social.

Carmilla en el cine

La influencia de Carmilla en el cine es poca pero innegable. Desde el nacimiento de este arte, la novela ha inspirado una variedad de adaptaciones que han reinterpretado su historia y personajes. Carmilla fue llevada al cine por primera vez como Vampyr, la bruja vampiro en 1932, por Carl Theodor Dreyer, una adaptación que sigue el estilo del libro completo A Glass Darkly, en el que se incluía Carmilla. En 1960 se estrenó Et mourir de plaisir, dirigida por Roger Vadim; La maldición de los Karnstein (1964), de Camillo Mastrocinque, y más adelante,The Vampire Lovers (1970), dirigida por Roy Ward Baker y producida por Hammer Films, que lleva a la pantalla la historia de Carmilla con un enfoque en el erotismo y el horror gótico. Esta película, protagonizada por Ingrid Pitt como Carmilla, es considerada una de las adaptaciones más fieles y populares de la novela. Otras piezas menos relevantes fueron Lust for a Vampire, dirigida por Jimmy Sangster en 1971, y Twins of Evil dirigida por John Hough el mismo año.

Para nuestra sorpresa, en México se realizó una de las adaptaciones conceptuales más notables: Alucarda (1977), dirigida por el cineasta Juan López Moctezuma, que  si bien no es una adaptación directa de Carmilla, bebe claramente de la tradición gótica establecida por Le Fanu y lleva sus temas al extremo. Alucarda se desarrolla en un convento aislado, donde la joven Justine conoce a Alucarda, una mujer enigmática y carismática. Su amistad rápidamente se transforma en una relación intensa y destructiva, llena de elementos sobrenaturales y erotismo oscuro. López Moctezuma utiliza la estética gótica para explorar temas como la represión religiosa, la liberación sexual y la locura, creando una experiencia visual y emocionalmente impactante. La película, aunque no es fiel a la trama de Carmilla, captura la esencia de la novela: la tensión entre lo deseable y lo peligroso, y la exploración de lo prohibido.

Asi, Carmilla no es solo una novela gótica, es un referente poco explorado en la cultura contemporánea que ha trascendido su época para convertirse en un ícono del vampirismo. Carmilla sigue siendo relevante no solo por su impacto en la literatura gótica y de vampiros, sino también por su exploración de temas como la sexualidad femenina, la otredad y el poder de la literatura para generar una crítica a las estructuras represivas de su tiempo.

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