“Ante la Ley hay un guardián. […] El guardián lo somete con frecuencia a pequeños interrogatorios, le pregunta sobre su país y muchas otras cosas, pero son preguntas hechas con indiferencia, como las que hacen los grandes señores, y al final le repite una y otra vez que aún no puede dejarlo entrar.”, dice Kafka. La ley en México tiene guardianes para el acceso a la justicia que recogen las palabras y las desdoblan, las desaparecen fijándolas; que vuelven a la declaración ministerial silencio.
Marisol se presenta ante el Ministerio Público (MP) a comparecer frente al Estado en su representación judicial después de haber vivido un crimen. Entonces, la guardiana de la ley procede a hacer las preguntas que sirven para soterrar la expresión de Marisol: “Qué pasó. Quién fue. Cuántos eran. Cómo iban vestidos. […] De qué edades. Preguntas sobre los precios de las cosas que se robaron. Preguntas sobre las cosas que escuchamos. Y sobre lo que sospechamos. Preguntas que no aparecen en el documento, pero que lo estructuran. Preguntas”: comparecer ante el Estado. Miranda Fricker nos dice en Injusticia epistémica que debemos preguntarnos cuáles son nuestras relaciones con el poder y entender que este opera activa y pasivamente como capacidad de los agentes sociales de actuar, pero también existe como estructura sin que un agente en particular lo ejerza. El poder social se constituye por ambos y su capacidad de ejercer control social. Marisol García Walls se enfrenta a los dos, a la agente del MP (nunca mejor dicho agente) y al sistema judicial como estructura.
La precisión de que se comparece ante el Estado en desigualdad de poderes es fundamental porque ya nos vislumbra una cadena de injusticias sociales que ponen en situación de inequidad a grupos poblacionales enteros, por ejemplo, para quienes no pueden declarar los hechos, ni siquiera eso, por falta de ajustes.
Volvamos a Miranda Fricker, ella define como injusticia testimonial a la que “se produce cuando los prejuicios llevan a un oyente a otorgar a las palabras de un hablante un grado de credibilidad disminuido: la injusticia hermenéutica se produce en una fase anterior cuando una brecha en los recursos de interpretación colectivos sitúa a alguien en lo relativo a la comprensión de sus experiencias sociales”, tengo la tentación de estirar la liga, si se me permite, y tratar de entender la declaración ministerial a la luz de la intervención de Marisol en Comparecencia (in)voluntaria (Ediciones La Palma, 2023) como una especie de injusticia epistémica muy compleja.
Dice Marisol: “Querido presente. Frente a la narración libre del relato, me doy cuenta de que la declaración que tengo entre mis manos está cooptada por una manera oficial de contar los hechos. ¿Dónde queda aquí mi voz? […] Pienso: el testimonio y la denuncia son, muchas veces, la promesa falsa de que habrá justicia”. Técnicamente, a Marisol no le fue negado el acceso a la declaración ni su palabra fue puesta en duda explícitamente, pero sí fue, como ya dije, socavada. Es decir, nadie le ha dicho “no te creo”, pero la injusticia ha operado de un modo más ominoso: “Cuando declaré, mi historia no fue requerida. Nadie me preguntó qué fue lo que pasó. Por dónde quería empezar a contarla. Sólo se me dijo «empieza»”. Marisol tiene acceso al canal para dirimir la violencia, pero este canal la violenta. Sus palabras han sido excluidas del discurso oficial, ¿ha sido, en este giro, excluida de la justicia?
Cuando Marisol se presenta, 14 años después del crimen, al mismo MP a una declaración voluntaria la agente le dice “Este no lo es [el espacio para declarar lo que Marisol quisiera agregar a su declaración inicial]. Este es una agencia del Ministerio Público y nosotras investigamos delitos y tratamos de llevar a cabo todas las diligencias que sean idóneas para poder esclarecer ese hecho y que las víctimas tengan acceso a la justicia.”, Marisol le responde en algún momento: “lo que quiero decir es que es doblemente cruel no poder testificar tal cual como uno quiere […] Lo único que quiero decir es eso, que yo estoy haciendo un proyecto donde para mí era muy relevante tener una declaración en la que constaran mis palabras y no las de alguien más…”.
¿Hay otros espacios que no son los del acceso a la justicia los que operan entonces como justos epistemológicamente, es decir, donde la hablante puede testimoniar exactamente como necesita, su verdad? ¿Cuáles son los espacios para que se exprese lo inexpresado (Benjamin/Shoshana Felman dixit)?
En los terrenos de la declaración ministerial (y del juicio en particular) esto no es lo importante, no la verdad de la persona que declara, sino “la verdad” que puede conducir a una decisión, una finalidad, como dice Shohana Felman en El inconsciente jurídico: juicios y traumas en el siglo XX: “Se supone que un juicio es una búsqueda de la verdad, pero, técnicamente, es una búsqueda de una decisión, por lo que, en esencia, no busca simplemente la verdad, sino una finalidad: una fuerza de resolución”. En este punto debo decir que el “caso” de Marisol no ha llegado a ningún juicio ni resolución jurídica alguna, y sin embargo, su propia búsqueda de la verdad ya ha sido obstaculizada por los formatos de la burocratización de la justicia, peor aún, los ha cooptado: “Me interno en la barriga de la bestia burocrática. […] En el módulo donde me toman la declaración, la funcionaria pide que pase «la de la violación»”.
Ahora bien, pienso en otra cosa, no es la palabra expresiva la que se busca desde luego, pero tampoco es cualquier palabra, es “la palabra de honor y ante la ley”. ¿Palabra de honor?, cavilo mucho en qué quiere decir esto, en qué pasa cuando Marisol dice “Yo jamás diría: cuchillo como tipo cebollero, daga con empuñadura. ¿A dónde me dirijo para corregir las palabras de lo que, en primer lugar, nunca quise decir?”, ¿ha dejado entonces este discurso de ser honorable porque los transcriptores operan sobre la memoria y sus palabras?
Dice también Shoshana Felman que “Un texto literario es, en cambio, una búsqueda de sentido, de expresión, de significación y de comprensión simbólica. Propongo hacer uso de esta diferencia en los objetivos literarios y jurídicos, leyéndolos de forma cruzada y contrapuesta.”, Comparecencia (in)voluntaria está en este cruce, pero lo que plantea es más importante: ¿debemos esperar a la literatura, el arte, el memorial para que la justicia se realice, para que se exprese lo inexpresado?
“Tardé un tiempo en comprender lo que parecía ser evidente para las personas a mi alrededor. Que rendir una declaración ministerial, en el país donde vivo, lejos de iniciar un camino hacia la reparación y la justicia, representa el proceso inverso. El proceso en el que empiezas a desaparecer.” Entonces, Marisol devuelve el gesto al desmembrar la declaración, recuperando e interrogando las palabras. Extrañándose. Comparecencia (in)voluntaria es un ejercicio de resistencia y de verdad al no permitir que la declaración se apropie también de su silencio.
Cierro con un tuit que encontré en mi time line mientras preparaba estas reflexiones:
“Primero tienes que poner denuncia en una comisaría y tienes q contar lo q te han hecho, después empieza la instrucción y tienes q contar lo q te han hecho, después pasas x una psicóloga forense a la q le tienes q contar lo q te han hecho, y x último el juicio, donde, además de contar lo q te han hecho, tienes q escuchar al abogado de tu violador poner tú testimonio en duda e intentar hacer creer q la culpable eres tú. El haber denunciado se convierte en un camino con mil espinas, y aún asi lo hacemos,lo mínimo es q se nos respete. #SeAcabó”.
*Una versión de este texto se leyó en la presentación de Comparecencia (in)voluntaria (Ediciones La Palma, 2023) el pasado 1 de noviembre en librería U-Tópicas.