He de confesar que odio las ferias del libro, al menos en México; me resultan del todo aburridas y protocolarias: presentaciones de libros, pláticas seudoacadémicas, firmas, talleres, etc, y casi todas parecen repetir el mismo esquema formal y oficialista.
Desde hace tiempo, sin embargo, sigo la escena argentina, en específico Zona Futuro, un espacio dentro de la Feria Internacional del Libro Buenos Aires, un radar de nuevos nombres y tendencias que conjuga actividades en formatos no tradicionales: desde mundiales de poesía hasta festivales de videojuegos y lectura, pasando por talleres y exhibiciones interactivas. Platicamos con Esteban Castromán, uno de sus curadores, y esto fue lo que nos dijo.
Edgar Rivas.- ¿Cómo nace la idea de Zona Futuro?
EC.- Cuando hace más de diez años fuimos convocados por la Feria Internacional del Libro Buenos Aires (hablo en nosotros inclusivo, porque me refiero a Editorial Clase Turista, el movimiento de activismo cultural y experiencias literarias que formamos con Lorena Iglesias e Iván Moiseeff), la consigna era atraer nuevos públicos a la feria. Si bien su convocatoria masiva la ubicaba como el evento cultural de mayor convocatoria en Latinoamérica, aún no había logrado integrar a la escena independiente. Entonces creamos Zona Futuro, un radar permanente de nuevas estéticas, tendencias y tecnologías alrededor del libro y la lectura.
ER.- ¿Cómo se desarrolla la curaduría o selección de ponentes, actividades y conciertos?
EC.- Lo pensamos como un verdadero festival transdisciplinario de cultura alternativa. Desde el principio y año tras año, Zona Futuro fue planteando diferentes ejes conceptuales con el objetivo de amplificar la resonancia de ciertos temas que hasta el momento tal vez solo circulaban en zonas especializadas del mundo literario: los 20 hechos que están cambiando la lectura en la era digital (2012), el boom de las editoriales independientes (2013), la literatura más allá del libro (2014), dominación digital, ciencia ficción y emancipación (2015), lo experimental como búsqueda de nuevos sentidos (2016), las nuevas interferencias en el mapa cultural (2017), la construcción de mundos paralelos (2018), el laboratorio del libro (2019) y de lo artesanal al metaverso (2022).
ER.- Vemos a la interdisciplina, la experimentación y la improvisación como los ejes principales de Zona Futuro, ¿nos podrías hablar más sobre ello?
EC.- Zona Futuro es un espacio que siempre desborda de público y sus actividades se alejan de los formatos tradicionales para cruzar el mundo literario con la música, el cine, la historieta, las artes escénicas, los movimientos sociales y el universo digital. Colectivos artísticos, producción en red, filosofías del hazlo tú mismo y emergencia de movimientos sociales son algunos formatos que generan nuevos mundos culturales, valores, escenas y sensibilidades que se propagan a pesar de las restricciones y los recursos limitados de Latinoamérica.
Mapuches que rapean la historia argentina y sus injusticias, ceremonias de cultura heavy metal que cruzan teoría crítica con presentaciones de libros y riffs hipnóticos, poesía queer, clases donde se trenzan las teorías de los fractales y la literatura; festivales de fanzines, bandas en vivo, performances contra la cultura del patriarcado, nueva literatura rural, obras de teatro encapsuladas, talleres para evocar una voz propia de escritura y descubrir trucos de magia digital desde el diseño; poesía porno y celebraciones de revistas alternativas integran, entre muchas otras cosas, la programación de Zona Futuro. Tal vez cierta atmósfera punk y el espíritu de trabajar en red sean los puntos donde su diversidad de propuestas logra encontrarse.
ER.- ¿Cómo ves el panorama de la literatura en América Latina y en particular de Argentina?
EC.- Me encanta todo ese entusiasmo musical e hipnótico de cada proyecto cultural que no para de nacer.
ER.- ¿Qué más sigue o en qué otras cosas han pensado?
EC.- Vivimos adentro de un monstruo esquizoide y mutante que llamamos realidad. ¿Acaso quién podría afirmar alguna cosa sobre el futuro? Mientras tanto, nada mejor que bailar… como si el presente continuo fuera una zona liberada con luces estroboscópicas, música al palo y magia incomprensible.