
Mil novecientos ochenta y seis comenzó denso, cargado de presagios. En enero, Yemen del Sur caminaba en medio de una guerra civil que duró once días y causó miles de víctimas. Mijaíl Gorbachov hablaba tajante al siguiente mes ante el XXVII Congreso del Partido de la Unión Soviética. Sin saberlo aún, sus palabras sobre el Glasnost y la Perestroika eran la sentencia para la Guerra Fría, las esquirlas de lo que quedaba del orden político heredado de la Segunda Guerra Mundial. Azuzaba al liberalismo.
Mijaíl Gorbachov, un apparátchik[i] surgido paradójicamente de las entrañas mismas del sistema, inició un profundo programa de reformas en la economía —la perestroika— y una verdadera revolución en la cultura —la glásnost o transparencia—.[ii]
Como consecuencia calamitosa, el conteo de una bomba de tiempo estalló en el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil el 26 de abril. La fisión nuclear y una lluvia radioactiva, pertinaz, ácida, nos recordaba lo frágiles y pequeños que somos. La soberbia tecnológica con un disfraz progresista dejaba tras de sí una nube tóxica que cubría los campos, las ciudades y las sienes de la vieja estatua de Lenin. Era el comienzo del colapso socialista.

El cometa Halley regresaba desde su elipsis milenaria, testigo secular de nuestra infancia tardía como especie. Disciplinado, guiado por la puntualidad universal, como cada ocho décadas, atravesaba nuestro Sistema Solar, y nosotros, diminutos, al observar su magnificencia, queríamos atrapar algo de sus saberes innatos: entonces calibramos satélites, enviamos sondas, transbordadores. En nuestro atrevimiento, repetimos la leyenda de Ícaro. El 28 de enero, en transmisión mundial, un impacto súbito, fulminante: el transbordador espacial Challenger se pulverizaba a los 73 segundos de haber despegado, dejando atrás una estela fatídica que simulaba una obra de arte de otro infierno, uno sin divina comedia. Su misión formaba parte del convoy para estudiar la estela del cometa.
En sus visitas pasadas Halley había sido dios, poesía, escarnio, y en ese momento siguió su curso, sin parcialidad, sin sentimientos, sin atender estas atribuciones, su único propósito: la melancolía de ser un cuerpo celeste autómata en medio de la infinitud.
Nunca he deseado tener un telescopio. Ver estructuras que en distancia y tiempo están a años luz me parece, según cierta sutileza, pernicioso.
“Un rumor debajo de la piel
Casi sin querer
Estamos en camino entre los espejismos” [iii]

Mientras tanto, las fotografías personales iban de ser scout en el parque de Acacias y de juegos sobre la cerrada Martín Mendalde, con goles contra la pared o persecuciones hasta la entrada del metro Coyoacán, y sobre la cama de un vecino, un VHS con la polémica película El Exorcista. Esa tarde de cine con los amigos, el diávolo se presentaba ante mí con efectos especiales, no sería la última vez.
En avenida Coyoacán 1851, en proceso de transición, aún no sabíamos si tendríamos algún destino más certero como familia, lo que sí recuerdo es haber llorado en el balcón del departamento tras la derrota de México contra Alemania en los cuartos de final del Mundial. Era sábado, un 21 de junio, fue uno de los momentos más frustrantes de la infancia consciente, y yo miraba el piso desde el quinto piso, los autos pasaban con textura celofán, decorando en transparencias un pesar infantil, que como sentencia se instalaba en la memoria: “acostumbrarse a perder” como país, como familia, como persona. En esos días me habían robado la bicicleta que me regaló mi abuelo Gaspar de cumpleaños.
La costumbre de “no ganar” como idea, a pesar de las buenas calificaciones, a pesar de vivir en privilegio en la Colonia del Valle, a pesar de que debería actuar como un niño y divertirme. ¡Y qué si me importaba el pesar! Tuve una construcción de identidad maximizando esa sentencia. Nadie te enseña a ver la vida de determinada manera o a priorizar lo real, por lo menos desde mi emoción no era fácil categorizar. Un berrinche desaliñado, casi absurdo, la reconciliación del goce tardaría en llegar.
“Ay, que pesado, que pesado
Siempre pensando en el pasado
No te lo pienses demasiado
Que la vida está esperando”[iv]

A dos años de las elecciones, el 14 de agosto de 1986, en el periódico unomásuno se presentaba públicamente la Corriente Democrática del PRI ¿cómo?, ¿por qué? Cuauhtémoc Cárdenas junto a Porfirio Muñoz Ledo[v] empezaban la quiebra estructural del partido político hasta entonces encumbrado en la presidencia. Rompiendo la hegemonía del hasta entonces “dedazo” institucional del partido tricolor, un ritual que conciliaba a toda la élite política del país para “destapar” al candidato presidencial escogido por el presidente saliente. Cárdenas se estaba anticipando a Miguel de la Madrid y a Salinas de Gortari, creando un frente para ser un presidenciable adentro del partido o en el caso extremo, afuera. Un evento que dio vuelta al país, cimbrando algunos de los pilares hasta ahora concebidos de nuestra democracia perfecta, lo que daría pie a muchos acontecimientos de la “participación ciudadana” en los años por venir.

En septiembre, en Chile, siguiendo con el vaivén de los caminos democráticos, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) una organización marxista-leninista, ala militar del Partido Comunista de Chile, realizó un atentado al entonces dictador Augusto Pinochet. En la cuesta Achupallas, a 40 km de Santiago, se llevó a cabo la denominada Operación Siglo XX.
El violento frenaje de los cinco autos coincidió con el inicio del fuego cruzado. Los testigos cuentan que el primer impulso de Pinochet fue bajarse del auto para hacer frente al enemigo, pero que su chofer y edecán se lo impidieron. La orden de retroceder salió desesperadamente de las radios. “Se armó un acordeón con el frenado de los vehículos. Mi capitán (MacLean) empezó a gritar atrás, atrás, atrás”.[vi]
La violencia del Tercer Mundo intentaba abrir caminos de libertad, palabra de doble filo: útil para la economía, pero también para forzar cambios estructurales en los sistemas políticos. ¿Nos faltaba acompañarla con fraternidad e igualdad? Quizá. Aunque, claro, para eso tendríamos que dejar atrás a los últimos monarcas franceses.
Como fotograma icónico del almanaque de ese año, aún alcanzo a ver la mano de Dios que fue indulgente con Maradona contra los ingleses, y algo cruel con el mundo entero. La epopeya, tragedia y distopía, como estelas de 1986, un cometa elocuente.

[i] Un apparatchik era un funcionario profesional a tiempo completo del Partido Comunista del Unión Soviética o el aparato del gobierno soviético (аппарат, aparato). academia-lab.com
[ii] Isabel Turrent, Glasnost: la transparencia y la expiación, Letras Libres, 1 diciembre de 2022.
[iii] “En camino”, 1986, Soda Stereo
[iv] “Ay, qué pesado”, 1986, Mecano
[v] Leticia Robles de la Rosa, “Cuauhtémoc Cárdenas creó cisma con salida del PRI”, Excélsior, 24 de noviembre de 2014.
[vi] . T. Palma, I. Bazán y F. Siredey, “El atentado a Pinochet en tres tiempos”, La Tercera3 de septiembre de 2016.