“La máquina que nos destruye es obra nuestra. De nosotros depende reducirla a nada. Atacar sus mecanismos nos evita la lucha contra quienes los mantienen y lubrican con nuestro sudor. La ganancia se arruina al rentabilizar su decadencia. Arruinar su rentabilidad favorece su colapso.”
Raoul Vaneigem, “Solo nos gobierna el miedo”
El placer de los hallazgos se experimenta de diversas maneras. Si la famosa consigna bíblica que sostiene que el que busca encuentra puede verificarse, eso ocurre en el espacio terrenal —que debió ser la única inspiración para Mateo, quien se supone la escribió, o para cualquiera de las voces ocultas y colectivas que suelen estar tras esas figuras reificadas en su hipotética santidad. Luego, las puertas que se abren después de que hemos llamado son causales y no casuales. De cualquier manera, tal cosa puede permitir que la alegría aparezca. Porque justo es en la acción y en sus devenires materiales donde puede hallarse la maravilla. Y, comienzo diciendo esto debido a que así me ocurrió con la edición y publicación de dos breves textos de Raoul Vaneigem (Cinocéfalo, 2023).
El primer encuentro fortuito fue consecuencia de la realización de una pieza de arte acción en la Ciudad de México, para la cual retomé un ensayo de Vaneigem que circulaba en la red: Elogio de la pereza refinada. Un acto muy simple que consistía en tirarme al piso de algunas plazas comerciales, que poseen extrañas legislaciones para regular la relación entre lo público y lo privado. Se trata de territorios ambiguos que, al permitir el paso de mucha gente, deben dejar ciertos espacios abiertos para su normatividad, lo cual implica límites no del todo bien pautados. Ya en el suelo, yo leía el texto de principio a fin, mientras me revolcaba para lograr que un traje de lino blanco se fuera manchando de suciedad poco a poco. Aquello se llamó: Tlazolli; pereza refinada a la venta, en referencia a Tlazoltéotl, deidad mexica de la inmundicia, el erotismo y la regeneración. El vínculo con el pensamiento de Vaneigem se realizaba en el deseo desencadenado por una holgazanería no productiva para jugar con las relaciones de igualdad, en tanto ningún poder puede estar por encima de la soberanía de una negación al trabajo.
Y es que a Vaneigem siempre lo tuve en mi registro, pues algunos de sus textos (Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones o Las herejías), habían sido un derrotero para tomar con tiento la obsesión de la vida cotidiana y académica, en un tiempo en el que el productivismo neoliberal de finales de los noventa comenzaba a reventar la existencia de muchos de nuestros ídolos genuinos surgidos de la cultura de masas. Raoul Vaneigem (21 de marzo de 1934, Lessines, Hainaut, Bélgica), quien estudió filología romana en la Universidad libre de Bruselas e impartió clases de literatura en la Escuela Normal de Nivelles, fue uno de los principales miembros de la Internacional Situacionista creada por Guy Debord. El Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones (1967) acompañaría al célebre texto de Debord La sociedad del espectáculo: ambos trabajos fueron el sustento discursivo que preparó la llegada de las revueltas del 68. Muchas de sus consignas fueron entonces reapropiadas por los participantes del movimiento, quienes decoraron las paredes de las ciudades con frases extraídas de sus textos. Sin embargo, Vaneigen abandonó la IS por diferencias con su fundador en 1970. De su pensamiento puede decirse, de principio, que ha pugnado por una cooperación social basada en la autonomía y la autogestión generalizada.
Entonces aquella pieza, presentada una década después de mis primeros encuentros con el autor en una muestra de arte contemporáneo, me hacía ejercer en acto un pensamiento que invitaba a una obstinación del deseo en despojarse de lo que lo corrompe, en refinarse sin cesar hasta alcanzar esa gracia que transmuta en oro vivificante el plomo de la miseria, de la muerte y del tedio. Se trataba de la aplicación de tales alquimias en contextos alienados específicos que, mediante un proceso realizable, pudiera arrojar algunos frutos reflexivos acerca de las complicaciones derivadas de tales licencias. De modo que uno de los sobrantes de aquella experiencia se verificaba en el ánimo: una breve decisión para irrumpir en territorios mediados por el mercado permitía vislumbrar brevemente la potencia para otras incursiones de ese mismo tono, a la vez que la animadversión de las fuerzas de la culpabilidad que alimentan su deseo por detenerlas. Bastaba, pues, una ruptura para estremecerse y llegar a la conclusión de que estamos determinados por el contexto, y que nuestros atavismos son subsidiarios y, a veces, auxiliares del sistema que condenamos. Pero, que eso depende de una voluntad que se vuelve soberana en la claridad de su dirección y en su continuidad. Luego de aquella experiencia, apareció un breve catálogo con otras piezas presentadas en la muestra. Yo describí la parte que me correspondía, y la dejé ahí para luego subir a la Red la versión en pdf [https://goo.su/DPsG3f9].
El segundo encuentro afortunado ocurrió mucho después, justo a unos días de que yo renunciara, en medio de la pandemia de COVID-19, a mi trabajo en el posgrado de una universidad que me tenía harto por su excesivo burocratismo y por la falta de miras hacia algo que no fuera la reproducción del status, independiente a toda reflexión genuina. Yo había huido a las montañas, pero seguía trabajando en línea, lo cual me mataba el ánimo y, lo peor: el deseo. Y es que la ciudad detenida no me estaba ayudando, por lo cual decidí largarme a un pequeño pueblo en Morelos (estado, por cierto, que ha sido pasaje de muchos pensadores de la izquierda libertaria de distintas latitudes). Y fue ahí que, mientras me curaba de la locura pandémica, recibí un correo de Javiera Mondaca, traductora de los textos que terminé por editar, en el cual me contaba que había visto el fragmento del catálogo de la pieza realizada unos años antes, por lo que pensó que yo podía ayudarle a encontrar a quien se interesara por publicar algunos textos de Raoul en México… Y nada más qué agregar a la anécdota, salvo que tal encuentro tiene también su realización en una publicación que me hizo regresar a la labor editorial.
El libro Retorno a la vida implicó entonces para mí no solo la posibilidad de darle continuidad de manera más comprometida a un proyecto editorial, sino un gesto venido de una puerta abierta como ímpetu hacia una poética de la insurrección que siempre me ha movido, pues al engarzarse con la vida cotidiana hace evolucionar un alegato a favor de la construcción de lo común. Aquello que solemos identificar como las contingencias del mundo, puede presentar salidas desde la autodefensa y la soberanía. Cuando Vaneigem dice en su texto luchamos por un retorno a la vida. No necesitamos lanzar un desafío a la muerte, está compartiendo el basamento sobre el cual está apoyada su obra: la reivindicación del erotismo sobre la pulsión de muerte que es cotidianidad enajenada y acumulación. Y la autogestión de la existencia, aunque sea posible en pequeños fragmentos de soberanía, no precisa únicamente de técnica política, sino también de lo que solo la poesía es capaz de ofrecernos: la conmoción para vislumbrar, de manera sensible, un porvenir gestionado con tales fuerzas, y que tiene aún mucho por dar de sí.
“La civilización del trabajo condena al exilio de uno mismo. Allí reside la verdadera causa de ese malestar universal que el pensamiento desencarnado atribuye a una maldición ontológica. A la separación de nosotros mismos, que nos prohíbe gozar de la vida, se añade una subdivisión en dos funciones —una intelectual y otra manual— producida por una sociedad de amos y esclavos. Esta distinción artificiosa ha propagado un modo de aprehensiones binarias. Toda realidad acompañada celosamente de su contrario se convierte en una trampa donde queda atrapada nuestra voluntad de superación. El dualismo y su lógica de A y de no-A obstaculizan y paralizan nuestra voluntad de restaurar la unidad con nosotros mismos y con el mundo, que el reino de la separación ha roto.”
Raoul Vaneigem, “Retorno a la vida”
Retorno a la vida [y el texto inédito Sólo nos gobierna el miedo]
Vaneigem, Raoul
Traducción: JAviera Mondaca
Editorial Cinocéfalo
México, 2023