La tribu yaqui se asienta en el sur del estado de Sonora, a la ribera del río que lleva su nombre: el río Yaqui. Pero desde hace varios años vienen enfrentando a las autoridades estatales y a las empresas privadas que pretenden desviar el afluente del río, sin tomar en cuenta que, gracias a un acuerdo alcanzado en 1937 con el gobierno de Lázaro Cárdenas, los yaquis tienen el dominio sobre el mismo. Las atrocidades cometidas por el gobierno mexicano desde principios del siglo XX han marcado la relación con esta tribu, sin embargo, la situación no ha cambiado mucho, ya que con la intención de obligarlos a detener las movilizaciones y protestas, los gobiernos estatales de Sonora encabezados por los gobernadores Padrés y Pavovlich han generado una persecución política y mediática que ha llevado a varios de sus líderes a la cárcel.

Pero en el territorio yaqui se vive además otra guerra sorda, silenciosa: la entrada a su territorio de drogas como el cristal podría ser considerada como parte de una estrategia para desmoralizar y desmotivar a la tribu y detener su resistencia organizada.

Ahora es posible comenzar a ahondar en este contexto gracias a la labor del documentalista valenciano asentado en México Sergi Pedro Ros, director del documental Laberinto Yo’eme, que se presentó en el Festival DocsMx 2019, y en el que se hizo acreedor al Premio de Opera Prima.

Sergi Pedro Ros es Maestro en Cine Documental por el CUEC y trabajó durante cinco años, en colaboración con el fotógrafo Cesar Gutiérrez Miranda, en la filmación de Laberinto Yo’eme, documental que permite conocer la capacidad de resistencia y de lucha política del pueblo yaqui, que no ceja no ante los embates de las fuerzas de seguridad del Estado, ni ante el crimen organizado. Con Laberinto Yo’eme nos entrega una mirada sobria de la lucha de un pueblo que no ha sido derrotado a pesar de todos los riesgos que corren sus miembros al proteger sus tierras.

Platiqué con el director sobre su Opera Prima, un trabajo coral en el que las palabras y el entorno se conjugan para que el espectador conozca la forma de vida de una comunidad en resistencia.

 

Javier Moro Hernández: ¿Cómo fue tu encuentro con la historia de la resistencia de los yaquis?

Sergi Pedro Ros: Conocí a varios de ellos en una Cumbre Tajín y me quede completamente abrumado, me fascinó, a nivel artístico, lo que estaban haciendo, me pareció muy profundo. Pero me di cuenta de que no sabía mucho de ellos, no conocía su historia, porque también la historia oficial los tiene escondidos, para que nadie los vea. Todo eso me hizo saltar las alarmas, me empecé a preguntar por qué nadie los conoce. Me di cuenta de que los han dejado sin agua, que les han robado el agua del río Yaqui, que tienen problemas políticos, son uno de los grupos más violentados del país. A principios del siglo XX eran casi un millón y ahora quedan 30 mil, es un exterminio, y cuando empiezo a relacionar lo que sucede cuando a un pueblo le quitas el acceso al agua, me doy cuenta de que el intento de exterminio no acabó durante el Porfiriato, que el intento de exterminio prosigue hoy.

JMH: ¿Hubo un proceso para ganarse la confianza de los yaquis?

SPR: Quería contar una historia que me parecía importantísima y más que ganarme su confianza, me puse a su disposición. Lo que les dije es que yo quería luchar con ellos, sobre todo al principio les dije que me dejaran pelear con ellos, y mi manera de pelear con ellos y mi trinchera es hacer una película; yo quería estar con ellos y aprender, pues son unos políticos brutales, tienen una capacidad y una inteligencia política brutal, pero pasó cierto tiempo antes de que yo pudiera decirles que más allá del robo del agua veía una agresión a través de la droga, que no viene sola. Cuando tuvimos confianza, ellos me insinuaron que la droga había entrado a territorio de la tribu yaqui y ahí fue cuando les dije que en mi investigación me había dado cuenta de ese problema y les pregunté si querían que yo siguiera filmando y ellos dijeron que sí, porque los blancos creen que con la droga van a destruir a la tribu yaquí; me dijeron que ellos sabían que tienen un problema con eso, pero abrazan a los hermanos que tienen ese problema [adicción al cristal], y que nunca iban a dejarlos fuera.

JMH: Por un lado, el despojo del agua, pero también está la adicción al cristal. Se están enfrentando a poderes fácticos muy poderosos.

SPR: En muchos documentales se habla solo de un aspecto de la lucha, y yo quería narrar una historia en la que se contarán todas las luchas y que se pudieran ligar y relacionar todos estos aspectos para agitar la conciencia del espectador y pudiera observar que no solo era la lucha externa ―que es la lucha por el agua―, sino que también existe la agresión política en el terreno de lo privado ―que se da a través de la metanfetamina―, que te agrede en lo más íntimo, te genera problemas físicos que te impiden luchar, esa es la intención. Pero luego con los miembros de la tribu pasan otras muchas cosas, porque hay yaquis que pueden tener una adicción muy fuerte, pero son unos luchadores tremendos; ese es el juego del poder, desestructurar familias, comunidades, desestructurarte como persona en relación con el entorno. Entonces, lo que queríamos era mostrar la lucha por el agua, pero lo que intenté fue plasmar todas las aristas de los problemas que suceden cuando los grupos indígenas son dueños de sus tierras, y el río Yaqui es un recurso muy importante. Los yaquis están en medio de todo esto, porque en su territorio no solo hay agua, también hay minerales y es de los pocos territorios que está gobernado por un pueblo originario.

JMH: Quería preguntarte sobre las decisiones estéticas, retratar la magia como un elemento central, como un elemento que cohesiona socialmente al grupo, pero que te permitió, por ejemplo, hacer planos donde tomabas el baile, aunque también el desierto, la luz del atardecer.

SPR: Para mí era esencial no folclorizar a la tribu yaqui y la magia es un elemento vital al interior, ellos estructuran su pensamiento a través de ella, tiene un sentido vital que los mantiene vivos. Para mí la magia no es una cuestión abstracta, es identitaria y da un profundo sostén, y decidimos tratarlo con una estética imponente, pero al mismo tiempo sobria, la cámara no hizo florituras, trabaja con la luz natural, con los elementos de la naturaleza, con la tierra, con el aire, el fuego, y los mira de tal manera que nos provoca una evocación. Quería que fuera una mirada que se da cuenta de que esos elementos son el sostén de la vida, y entonces los colocas con una importancia superlativa, pero al mismo tiempo con un respeto máximo hacia la tribu y a sus elementos discursivos, de pensamiento y de identidad.

JMH: Hay otro elemento que logra retratar el documental, que es la toma de decisiones colectivas, su forma de entender la política es a partir de la comunidad.

SPR: Para mí era muy importante reflejar justamente eso, entonces tome una decisión muy arriesgada a nivel cinematográfico, que fue hacer un coral extremo: en vez de hacer un documental en el que retratas a un solo personaje o un grupo pequeño de personajes, que llevan una lucha, con los cuales me puedo identificar, decidí retratar la mayor cantidad de personas posibles, con todo aquel que pudiera, yo creo que casi ningún día repetimos entrevistas; filmamos a 150 personas que hablaron a cámara, que nos contaban su manera de ver el mundo, nos contaban historias, te enseñaba su casa, traté de ver al mayor número de personas posibles. Entonces, los que conocen la lucha de la tribu yaqui pueden darse cuenta de que faltan algunos personajes importantes o que han tenido una presencia más mediática, lo cual me parece importante, porque lo que nosotros queríamos era generar un coral extremo en el que se notara que nadie tiene más peso que otros.