En septiembre de 2017 iba a entrevistar al escritor chino Liu Zhenyum, quien visitaba nuestro país para presentar su novela El pequeño gran salto de Liu, publicada por la editorial mexicana Siglo XXI, que con este libro inauguraba su colección El País del centro, dedicada a buscar un acercamiento a la literatura contemporánea del gran país asiático. El avión que traía al escritor chino tuvo que ser desviado, primero a León y después a Houston, porque la Ciudad de México había sido golpeada la tarde del 19 de septiembre por un sismo de 7.0 grados de magnitud. El autor tuvo que viajar de Estados Unidos directamente a Chile, segundo país de su gira por Latinoamérica, para presentar por primera vez parte de su obra.
Las novelas El pequeño gran salto de Liu y La palabra que vale por diez mil forman parte de una extensa obra de quien es considerado como uno de los escritores más importantes de una generación que incluye a autores como Yu Hua o Mo Yan, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2012, por citar a solo dos autores que fueron inspirados por la vida rural para hablar de las grandes transformaciones políticas, económicas y sociales que el Tigre asiático ha vivido en las últimas tres décadas.
Hablar de China sigue siendo un gran misterio: el férreo control político y social que el Partido Comunista ejerce sobre la población también ha impulsado, desde finales de la década de los noventa del siglo pasado, una profunda reforma económica que ha permitido el nacimiento y crecimiento de muchas empresas privadas, que han convertido a varias de las ciudades chinas, como Shangai, Pekín, Hong Kong, en epicentros tecnológicos y comerciales esenciales para el mundo globalizado de hoy.
Esta situación de un acelerado y profundo crecimiento económico más un control severo de las relaciones sociales, son sólo algunas de las contradicciones severas que podemos observar en la sociedad china contemporánea. Contradicciones que están en el centro de la obra de Liu Zhenyun.
En su novela El pequeño gran salto de Liu, el autor nos propone una narración vertiginosa que fluye a través de una ciudad que se transforma todos los días, Shangai: máquinas, obras, construcciones, cientos, miles de personas que corren de un lado a otro buscando trabajo, sustento, comida; días y noches interminables en donde lo que observamos es un movimiento constante que no se detiene, que no da respiro; es el escenario en el que el cocinero Liu busca recuperar una bolsa con dinero y una usb que forman parte de un botín que llegó hasta sus manos de manera imprevista y que desapareció después igual que como vino.
Los grandes negocios inmobiliarios y las grandes fortunas nacidas a partir de las obras de construcción de los enormes rascacielos y edificios de oficina, que hoy conforman el skyline de la ciudad, se ven cuestionadas a través de la mira lúcida y crítica de Liu Zhenyun, quien observa cómo esas grandes fortunas nacen, crecen y explotan al abrigo del poder político, que dispone que todo el escenario influya de manera positiva para que los grandes capitales no dejen de llegar a la ciudad, sigan construyendo y sigan aprovechándose de una población marginada, que vive en condiciones de pobreza y que ha debido migrar desde las regiones rurales del sur de China para poder conseguir un trabajo de lo que sea en medio de todo ese caos.
Pero más allá de la corrupción en las altas esferas del mundo de los negocios, que se confunde y se imbrica con la corrupción que domina también al mundo de la política, Zhenyun nos lleva de la mano por las calles de la ciudad, esas calles atestadas de gente, en donde la corrupción pequeña, a menor escala, también es el día a día con el que deben convivir sus pobladores. Corrupción y violencia, una violencia sorda, soterrada, de pequeños delincuentes que están listos a asaltarte y a sorprenderte al menor descuido, al menor leve parpadeo. Las calles que Zhenyun nos muestra son calles en las que habitan, sobreviven y compiten miles, millones de personas. Algunas más afortunadas que otras. Aunque la gran mayoría de ellos son personas que abandonaron familias, tierras, libertad y sueños para llegar a una ciudad que los consume, los liquida en esa misma búsqueda de un sueño, de una ilusión: tener un buen trabajo, tener dinero y poder vivir algún día en alguno de esos enormes rascacielos que cientos, miles, millones de manos, ayudan a construir. Un sueño que, nos damos cuenta a través de la prosa inteligente, crítica y sumamente cruda de Zhenyun, es imposible cumplir.
Porque hay que decirlo, el nuevo sueño chico de progreso controlado por un Partido Comunista centralista, autoritario es imposible que se cumpla. Porque lo que ha generado la política económica del régimen es una profunda y cruel desigualdad. Lo que vemos en la novela de Zhenyun son dos Chinas: la de abajo, la del pueblo, la de las calles: marginal, violenta, abandonada a su suerte. La China de la calle, la China de la comida callejera. Aquí debemos mencionar que el protagonista de la novela es cocinero en una construcción. Forma parte de una enorme cuadrilla de obreros que están trabajando en la construcción de un enorme (otro) rascacielos dominada por una de las enormes firmas constructoras. Liu es un hombre del pueblo, medio cínico, medio descreído, medio distraído, que quiere salir adelante, pero que se ha dado cuenta de que para hacerlo es necesario cometer pequeñas trapacerías de vez en cuando: robar un poco del dinero que tiene presupuestado para los alimentos de los obreros, comprar algún producto en mal estado porque es más barato, asociarse con los comerciantes para que le den un poco más caro algún producto y ganar así una pequeña comisión por comprarle a él y no a otro. Pequeñas trapacerías, pequeña corrupción, podríamos decir.
Pero el golpe de suerte que da pie a la novela: encontrarse una pequeña bolsa con diez mil yuanes y una usb que él no necesita y que ni siquiera revisa, se convertirá en la pieza de toque de una novela que podríamos definir como tragicómica, ya que la vida y las peripecias que tiene que sortear Liu para recuperar la bolsa con el dinero nos llevará a conocer los rincones más oscuros de la vida cotidiana de su ciudad: la inseguridad, la vida nocturna, las pequeñas mafias regionales, que extorsionan y roban a mansalva a los pequeños comerciantes de los puestos de comida y que venden productos de segunda mano por toda la ciudad. Una vida caótica, intensa, que pasa desapercibida para la policía y los sistemas de seguridad del Estado. Pasa desapercibida o simplemente a las autoridades no les interesa controlar ese caos. Porque como veremos en la novela, a mayor caos, mayores ganancias para la corrupción, ya sea ésta pública o privada. Corrupción que en muchos casos se retroalimenta, crece junta, se necesitan para seguir construyendo, para seguir permitiendo el comercio ilegal, seguir ampliando los mercados ilegales en los que tanto autoridades como empresarios salen ganando.
La novela de Zhenyun nos lleva así a conocer los entresijos de una sociedad compleja, distinta, en la que perviven y coexisten una tradición milenaria, un complejo y autoritario sistema político y unas ansias profundas por renovarse y formar parte del concierto contemporáneo del capitalismo. Y lo hace con una prosa cotidiana, pero que al mismo tiempo es compleja, porque nos narra sin parar, sin detenerse una vida que fluye a una velocidad impresionante, y en la que nadie se detiene a mirar o a ayudar al prójimo. Aquí el que se cae se queda solo. Y ese será el caso del protagonista, del cocinero Liu, que tendrá que lidiar solo en contra de todos lo que se robaron la bolsa que él robó en primer lugar. La novela avanza entre cientos de peripecias, con ese tono mitad tragedia, mitad sátira, en la que nos encontraremos con una visión desencantada e irónica de la sociedad contemporánea china. Una visión que nos deja en claro que el modelo autoritario en la política y liberal en la economía, tal vez estén creando una sociedad demasiado compleja para manejarla, para conducirla. Pero no lo sabemos a ciencia cierta porque China sigue siendo un poderoso misterio, un país cuya literatura, arte y tecnología siguen en expansión, abarcando cada vez más, pero del cual aún conocemos muy poco. Y es por eso que la literatura de Liu Zhenyuan es un regalo poderoso, porque nos permite entrar a ese gigante asiático que todavía nos asombra y asusta.