iba matando canallas
con su cañón del futuro
Silvio Rodríguez
querido
amado
admirado
kamarada Vladimir Volodia:
Te escribo esta carta
desde un año singular
(¿es 2020
más extraño
más único
más extraordinario
que 1917?)
1.
¿Recuerdas, kamarada, ese momento en que
finalmente
pudiste dar por inaugurado el futuro?
¿Cuando declaraste que las calles y su gente
y la revolución en el arte
y el arte en la revolución
eran ya el futuro?
La velocidad que quiebra
la mirada sobre los cuerpos
El sonido de las máquinas
como la flauta encantadora
que nos trae a la Tierra prometida
El reino al fin de los impuros
de los absueltos por los mismísimos demonios.
Cómo olvidar, Maiakovski
tus versos repletos de voltaje
tan indispensables como la red eléctrica en los soviets
tus piruetas circenses en la pista
del inmortal Lazarenko
donde aprendiste que una revolución
sin risa
puede convertirse en un burócrata aburrido
aplaudiendo en el Bolshoi
¿Te acuerdas, tovarich
que cambiaste la camisa amarilla
(con la que educabas a los burgueses simbolistas
a sones de bofetada)
por la cabeza franca, sin pelo
y la mirada rala que Rodchenko
puso en plata de constructivismo?
Debes saber primero que Meyerhold
dijo en tu honor
que ante las calumnias que pusieron la pistola en tu corazón
deberíamos avergonzarnos
y que nadie, ni él
había estado a la altura de tu profecía
2.
Vsevolod Meyerhold
Aquí empiezan las malas noticias
que resumo en una frase:
El futuro se acabó muy pronto
(o tal vez solo vivió en tu boca
¿a qué sabía, dinos, el futuro?)
Al Doctor Dapertutto
al gruñón pierrot de la biomecánica
lo negaron tres veces los ingenieros del alma
y el padrecito José
lo torturó en los sótanos del Paraíso
y así se llevó también al otro Osip, a Mandelstam
a Bujarin
a Babel
a Trotski lo alcanzó muy cerca de aquí
y a tantos que te vieron rugir en el Café de los futuristas
El amor por la patria dio inicio a otros tiempos
otras eróticas
en que la electricidad se enchufó a los testículos
de quienes amaban la vida por encima del padre
Las fábricas se alimentaron
de campesinos triturados
de intelectuales congelados y enlatados
en los campos de Siberia
Todo un siglo de esto, Volodia
El mundo entero (se) extravió (en) el futuro
Las ecuaciones de Einstein que soñaste
abracadabra de la inmortalidad
sumó a tus 150 000 000
de aplastados por la historia
otros cientos de miles en las islas del Japón
Por hacer cuentas:
hubo millones más en Leningrado, en Polonia, en Cataluña
hubo miles en Vietnam
hubo cientos una noche en Tlatelolco
(¿recuerdas, Vladimiro
cuando entraste con el gordo muralista mexicano
a ver al padrecito
para convencerlo de enterrar todavía más las ruinas
y apostarlo todo por el performance futurista?
El camarada José entonces
les dio la cátedra de su reinado:
El futuro es mi palabra porque nadie
más que yo
conoce lo que está escrito en el libro del porvenir)
1973, año cercano a La chinche,
no fue el momento de la resurrección
sino la fecha que machacó el último clavo
en el ataúd del largo velorio del futuro
Aviones
tus amados aviones
pasaron sobre los acantilados y arrojaron
obreros
estudiantes
poetas
a los rompientes de la costa
(Cuéntale tú, Zurita
cuéntale que yo no puedo)
El año 2000 se ha escapado
y no pudimos enviarles a la Mujer Fosforescente
ni detener la trituradora de los burócratas
En su lugar, aumentamos unos grados
la temperatura de la tierra
(Olvidé decirte, sin embargo,
que la humanidad pisó la Luna)
3.
Este es, pues, 2020
hermanito
(qué pájaros habría hecho cantar
nuestro maestro Khlebnikov con esta cuenta)
y estamos todos encerrados
-no recuerdo si la palabra gulag te dice algo-
Los puros miran a través de las ventanas eléctricas
que conectan Moscú con Pakistán
Cuba con Singapur
Los impuros, como siempre, salen a morir a plazos
o bajo la rodilla de un policía
las madres, las esposas y las niñas
no encuentran reposo
en ninguna habitación de
la casa
El mundo se detuvo, Volodia
no a causa de una chinche sino de algo más pequeño
Nunca supiste de los virus
pero si hubieras sabido que son unas cosas
que solo alcanzan la vida
para reproducirse a través de otra cosa
viva
que no están completamente vivos
ni completamente muertos
sino que viven para matar
¿qué misterio bufo hubieras tirado por la borda?
¿qué artefacto
hubieran diseñado Popova, Tatlin o Stepanova
para los malabares de la máquina célibe
del maestro Vsevolod?
Hubieras construido Vladimir la máquina del tiempo
que te trajera al veinte veinte
donde estaría yo en este escritorio
invocándote
frente a una silla vacía
a la espera de que abras la puerta como el matón de tu película
y tomes asiento
y cantes a las pálidas estrellas poemas del futuro
ese animal mitológico
que extinguimos desde su primer respiro
(Lily dice
que todos los días
te sigue amando)