
Los Blues Brothers aparecieron en mi programa de radio hace algunos días, y recordé que son de esas bandas —o mejor, ideas— que forman parte de los archivos extraños y diversos que siempre me acompañan escondidos en algún bolsillo del pantalón, y de repente, cual generación espontánea, aparecen en ciertos momentos y con distintos pretextos para hacerlo. Al voltear la mirada me di cuenta de que la película que los impulsó a la fama vio la luz en 1980, y no podía dejar pasar el tren que avistaba el Guardagujas de Juan José Arreola[1]. Así fue que, gracias a conversaciones con amigos, comencé a percatarme de que en esa década nuestro país pudo haber vivido los años más oscuros y, quizá por eso inmóviles, pasmados, como consecuencia del lastre arrastrado de tiempo atrás. Tan es así, que se le ha denominado la “década perdida”[2], y en ella la concentración del poder y el cinismo de nuestra clase política llegaron al punto más alto.
En estos reencuentros con la escritura, una serie de aristas empezaron a hacer fila, ¿el pretexto?: esa década perdida que inició en el año de 1980 y que me da un chance para ayudarme a entender, a consciencia, lo que sucedió a partir de aquel año.
Sin precisarlo, desde la lejanía, el marco social que trazaba el año 1980 nos envolvía en un ambiente ácido; veníamos del ataque sistemático por parte del Estado mexicano a la Liga Comunista 23 de Septiembre que se llevó a cabo del año 1977 al 1978[3], pero legitimando, por otro lado, a la izquierda no radicalizada con su participación política, al pasar a ser parlamentaria a partir de una reforma política presentada por Jesús Reyes Heroles, el entonces secretario de Gobernación. Claro, una reforma atiborrada de simulación, algo que hasta el gobierno de Peña Nieto era un acto teatral recurrente.
“La simulación es un tema trabajado por Jean Baudrillard, se refiere a las estrategias de la apariencia, a las estrategias de la seducción, a la sustitución de la realidad por la hiper-realidad, es decir, por la virtualidad” —Raúl Prada Alcoreza— [4]
Era que alcanzábamos a divisar el horizonte de un mar de incoherencias que aún nos sigue mojando los pies. Lo recuerdo, en ese momento todo era muy tricolor, nacionalista, olor a burocracia en las coladeras, pisábamos los charcos de grasa que adornaban con kitsch cada esquina de las principales calles del Distrito Federal, donde las tardes nubladas eran eternas, fútiles, de infancias en casa sin Ipads, buscando jugar a los barcos piratas en nuestras literas, cortinas ligeras y, atrás, en la realidad, un rasgo de fatalidad, de vacío. Y es que las esperanzas alicaídas venían susurrando de las calles, en mi caso, podía escucharlas débiles en medio de ese color ocre verduzco dado por la contaminación habitual. No había mucha fe social, pues nuestro devenir era un placebo que venía de la manga de Beto el Boticario, sí, un mago de televisión. Absurdo.
En los puestos de periódicos, las imágenes blanco y negro del presidente José López Portillo me generaban la idea de un bloque, de un sistema de personas que están bajo las órdenes de algo, en este caso de un rey pequeño de nuestro país tercermundista, que ya había dado muestras de la elocuencia para acrecentar su legado nepotista con la creación de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México en 1978, donde se tocaban piezas de su hija Paulina[5]. Y ese 1 de enero de 1980 empezaba con el IVA como lo conocemos, preparándonos, según él, para administrar la opulencia; él, un político que también fue informante para la CIA[6] quien nos gobernaba desde su soberbia:
“En la época actual, los países pueden dividirse entre los que tienen y los que no tienen petróleo. Nosotros lo tenemos”, José López Portillo, durante el Primer Informe de Gobierno, 1977

Estábamos corriendo como país en medio de un maratón populista, económico, que escondía el amontonamiento de nuestro monstruo más prolífico, sí, ese priista que todos llevamos dentro. Con la Coplamar (Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados), el IMSS y la Conasupo. Entre otras tantas bondades, parches, el gobierno federal también se adueñó de las empresas que estaban a punto de quebrar para evitar el desempleo, sin pensar en las consecuencias[7]. Un barril sin fondo.
“José López Portillo vivía las mieles del poder. Era la época del precio del petróleo por las nubes, la economía en auge… siempre grandilocuente, hablaba de ‘administrar la abundancia’, resolver el problema de pobreza de su generación y las subsecuentes, mientras su esposa se desplazaba por la ciudad con 11 vehículos escolta y los hijos se casaban en fastuosas bodas donde los regalos eran automóviles, viajes, terrenos, cuadros, joyas…”[8].
El petróleo era en esa época un factor de poder, de estatus. Su proliferación en territorio mexicano daba la sensación de que la buena fortuna era algo natural, pero ¿para quiénes? El descubrimiento de petróleo en Veracruz, Tabasco y Campeche había sido un golpe de suerte, sí, un eco del cadáver exquisito de la Revolución Mexicana, por lo que algunos de nuestros fantasmas por fin podían bailar, a ritmo del rock en el Tianguis Cultural del Chopo instalado también en ese año[9], burlándose del futuro próximo, ya devaluado sin exorcismos, sin mea culpa.
Estaba echándome agua esa noche aquel carnal
La chota lo chotea, te catea ya sabrás
El bisnes era el chile por el mero callejón
La tranza estaba echa pero el bato se pelo
Que aguas ni que aguas
Con la tira el apañón
Las manos en la masa
Y que al tambo caigo yo.
Te toca a ti pagar el pato bato
No le saques
Jaime López
Cómo verán, ese año no terminaba por empezar y López Portillo ya se había acabado el maltrecho D. F., una urbe que en ese entonces se peleaba con Tokio por ser la ciudad más poblada del mundo[10]. Aún no sabemos cómo escapamos de esa denominación cruenta, y cómo es que seguimos hasta hoy: 1980 aún tiene mucho de qué hablar, este es solo el principio.

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[1] Juan José Arreola, Confabulario, Planeta, 1963.
[2] “Crisis económica conocida como la ′Década Perdida′”, en Mexicohistorico.com.
[3] Alejandro Peñaloza Torres (2018), “El aniquilamiento de la disidencia armada en el marco de la reforma política en México. El caso de la Liga Comunista 23 de septiembre (1977-1978)”, Cuicuilco. Rev. cienc.antropol. vol. 25, núm.
[4] Raúl Prada Alcoreza (31 de marzo de 2015), “La simulación política | Sustitución de la realidad por la hiper-realidad”, ssociólogos, blog de Sociología y Ciencias Sociales, https://ssociologos.com/2015/03/31/la-simulacion-politica-sustitucion-de-la-realidad-por-la-hiper-realidad/
[5] Mireya Cuellar (18 de febrero de 2004), “Corrupción, frivolidad y despilfarro, ejes del sexenio lopezportillista”, La Jornada, México D. F.
[6] Alfonso Sotelo (16 de abril de 2023), “Documento desclasificado revela que este ex presidente mexicano era informador de la CIA”. El Heraldo de México, https://heraldodemexico.com.mx/mundo/2023/4/16/documento-desclasificado-revela-que-este-ex-presidente-mexicano-era-informador-de-la-cia-498032.html
[7] Cecilia Alfaro (25 de octubre de 2019), “José López Portillo y Pacheco: La solución somos todos”, Universidad Nacional Autónoma de México, Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Vallejo.
[8] Mireya Cuéllar, art. cit.
[9] Juan Manuel Ortega Riquelme (2014), “La ciudad de México en los 80: ′Los Panchitos′, el Tri y ′El Negro′ Durazo”, en MXC, https://mxc.com.mx/2014/08/11/la-ciudad-de-mexico-en-los-80-panchitos-el-tri-y-el-negro-durazo/
[10] Ídem.