Han quedado atrás los memes de Julio Iglesias, a dios gracias… y también a Octavio Augusto, el emperador romano que le puso nombre a estos próximos 31 días que se enfilan hacia el ocaso del año —tan rápido, ya ven cómo vuelan las cosas—. Octaviano, como también se le conocía, deseaba tener su mes para que todos lo recordaran: trascendentalismo que sí funcionó, porque aquí estamos hablando de él. Y no es ocioso el hacerlo, pues parece no ser tan indigno, si se le piensa como quien hizo posibles cuatro décadas de lo que se conoció como la Pax Augusta. Aunque, claro, perfeccionada a la vez con un modelo expansionista que ha sido escuela para otros pueblos depredadores. Es por eso por lo que toda hegemonía no solo quiere habitar una temporalidad definida, sino marcar la historia con insignias varias para hacer que prevalezcan sus dispositivos. Nombrar un mes nos parecerá poca cosa, salvo si vinculamos tal intención con el tiempo que delimita: una manera de ceñirlo a los acontecimientos para la vida que, siendo en gran medida arbitrarios, muchos piensan como incontrovertibles. ¿Cómo entonces subvertir, aunque sea brevemente, el dictado para el empleo de ese tiempo dado? Quizá en su dispendio, que implica desfuncionalización. Opongo acá, pues, contra un hacer sometido al precepto, los balbuceos del gran Luca Prodan —que parece también tener nombre romano. Agosto, agosto, jopo, perra, ¿perra?, ¡¡perra!! “Divididos por la felicidad” es otra de esas notables pistas de Sumo que más bien parecen experimentaciones o ensayos realizados en algún galpón del Gran Buenos Aires. Tiempo nublado de postdictadura militar, mucha farlopa y vino barato —hay quienes dicen que se lo inyectaban para pasar sin preámbulos a la peda radical—. Quién sabe. En todo caso, muchos de quienes rememoran aquellos versículos, los incorporan como un canto en honor a la felicidad pedida:
No matter what existed
A few short years ago
The happy days were busted
And that’s the way things go
What a good time
What a lonely time
1.- Ante el asco por el espectáculo olímpico que alegoriza el asesinato, renuncia
Premiar el esfuerzo diferenciado es propio de las culturas, incluso de las no necesariamente competitivas. Porque es falso que todas lo sean por igual: una cosa es superar los sueños rituales en una danza junto a las entidades tutelares en turno, y otra dar en algún blanco para sublimar las ganas de matar por deporte a todo lo que se mueva. Pero no pido absoluta lucidez: el mejor ejecutante es aquel que, más allá de controlar todas las implicaciones culturales en su acto, puede dar la pirueta sin equivocarse. Lo que digo es que, ya de sí, esta competencia tontorrona entre naciones termina siempre por desilusionar, tanto en lo colectivo como en lo individual. Imaginemos a muchos de sus laureados décadas después como víctimas del desplazamiento o las adicciones. El velocista Usain Bolt, el ciclista Lance Armstrong o el también velocista Ben Johnson han sido algunos de los muchos obligados a devolver medallas gracias a que se halló que cuando las obtuvieron estaban dopados. Y eso se hace o sobre la base de la deshonestidad, o de las excesivas reglamentaciones que impiden la libertad de sus héroes producidos por el acatamiento a la norma. Sea lo que sea, las contradicciones se suceden como gotas en un chubasco de mediocridad oculta por las supremacías deportivas. ¿Para qué? Una prolongación de la política delimitada por la ficción de las naciones. Nadia Comăneci, arrinconada por el Estado rumano, es uno de los ejemplos más conocidos: una medalla, sí, pero a un alto costo sociopolítico. Otro similar es el de Kristina Timanovskaya, velocista bielorrusa quien rechazó las órdenes de su delegación para volver a su país antes de lo previsto. Y otro ejemplo contundente de contradicciones políticas: el secuestro durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, cuando el grupo terrorista “Septiembre Negro” retuvo a once miembros de la delegación de Israel en la Villa Olímpica, lo cual tuvo como resultado la muerte de dos de sus atletas. Yo, como contrarrecomendación no diría que hay que hacer lo mismo, pero sí indagar sobre lo que se oculta detrás de carreritas y milimétricas punterías. Mejor la renuncia, no solo a verlos en ninguna plataforma mediática, sino a competir en ellos —si es que casualmente eres un deportista olímpico—. ¿Vieron lo que hizo el judoca argelino Messaoud Redouane Dris? No se presentó a su enfrentamiento contra el atleta israelí Tohar Butbul, boicoteando la competencia en protesta por la ocupación judía en Palestina. Aunque el argumento fue en principio una descalificación por superar el peso de su categoría, esto es muy poco usual en deportistas profesionales. La misma delegación israelí ha declarado que se trató de una «retirada» y no de una inhabilitación. Entonces, sí es posible: dar media vuelta y largarse. A eso me refiero.
2.- El teatro de la estupidez en “La Casa de los Famosos”. Asco por el espectáculo de la falsa intimidad mediatizada
Sí, más asco. ¿Por qué no, si luego podemos curárnoslo con vida verdadera? ¿Que qué es eso? Una parcialidad, claro, porque la vida verdadera es todo, y no solo lo que a mí me guste. Lo que pasa es que en ella también se incluyen los “peros”, brillantes como estrellas lejanas en la noche de la estupidez. De hecho, me parece que tales conjunciones adversativas son la llave para eso: una vida más verdadera. Luego, aceptando que una parcialidad puede volverse común según las tendencias preponderantes en la historia, digo algo evidente: uno a uno de los participantes que intercambian maniobras para la vida controlada en el programa televisivo “La casa de los famosos” son imbéciles redomados. ¿Estrategas? Sí, claro, para regodearse en la misma miasma que los ha engendrado, llena de privilegios, pero de ideas chatas. Por supuesto, su abyección es de lo más obvia. El punto es que el rating de tales proyectos supera el nivel de los programas que, con el arribo de las plataformas digitales, estaban cayendo cada vez más en un pozo de olvido. La telebasura con este tipo de transmisiones encontró su reconformación, adaptándose a hábitos de nuevas generaciones que en pequeños cuadritos del celular consumen clips de la misma clase de banalidades, pero fragmentarias. El formato está cuidadosamente planificado, entonces, para reproducir comportamientos de los que se puedan extractar recortes que van directo hacia las redes sociales. De hecho, fueron los llamados realities los pioneros de tales modos de compartir las trivialidades de la vida cotidiana de cualquiera, con la mera posesión de un dispositivo electrónico. Un proceso que, si bien es democrático, ha postrado aún más al homo videns ante la suspensión de su propia existencia. Porque si ella se juega en esos intríngulis de la habladuría y la táctica para el encuadre, ya me imagino el incremento de los ataques de ansiedad y los rivotrilazos implicados. Claro, muchos a eso se han dedicado por siglos: a disfrazar la alienación con máscaras de astucia, en las que todo sentimiento de solidaridad es traicionado por el deseo de éxito individual. El tema de fondo es que su consumo masivo está engendrando una estandarización de la conducta que se basa en lo que estos pobres diablos televisados alcanzan a entender de las relaciones y el mundo. Y, de ningún modo diría que hay que dejar de consumir el contenido de las redes, sino ser muy específicos con el algoritmo para que cada que nos mande basura distractora, presionemos en las preferencias el botoncito que dice “no me interesa”. De hecho, hoy cuando lo hice, al darle refresh a la página de videos apareció este otro reality de la verdadera verdad verdadera de la vida real: Ellos Viven en Túneles Debajo de Las Vegas – YouTube ¿Tienes dudas sobre el capitalismo? Ahí, mejor, interesantes respuestas.
3.- Náuseas por el CowParade y por el arte de supermercado
Imposible no encontrarse con esos trastos de fibra de vidrio con forma de vaca en muchos lados. Sobre su superficie, artistas variopintos muestran sus destrezas. Hay para todos los gustos, y de distintas calidades. Creadores de hueva, y otros técnicamente impecables, varios de hueva también. Luego, los brandings a veces le entran a la pintada ¿por qué no, si puedes poner a un chalán mal pagado para que se exprese libremente? Pero, cuidadito con que no pongan su logo promocionando la maravilla de producto que venden. El evento lleva años reproduciéndose. En un origen, no estaba afiliado a ninguna empresa, pero ahora, al menos en la emisión mexicana, se encuentra patrocinada por… ¿adivinen quién?: una marca de leche. El concepto original fue creado en 1998 en Zúrich, Suiza. Su director se llama Walter Knapp, empresario de origen sueco que ha sido socio de distintas tiendas departamentales. Y de ese modo, ya tenemos el paquete de la instrumentalización mercadológica del arte, cosa que parecería inocente, un hobbie de “genios disruptivos” de las ventas. Los más simples dirán: es que entonces ¿cómo le hacemos para que coman? Y, el ingenioso artista, les firma el contrato porque en el fondo, como ya lo ha documentado con precisión Flaubert es su novela La educación sentimental, hay un deseo recíproco entre burgués y artista: mientras que el uno añora la ruptura de cadenas en el espíritu bohemio, el otro necesita de un reconocimiento que valide su salida de la función capitalista, con una nueva entrada triunfal. Al final no pierdo —dirá— pues mi arte puede ser al menos conocido. Resultado: los domingos de agosto los paseantes que se animen a caminar por Avenida Reforma, luego de su sagrada visita al Bosque de Chapultepec, verán a las vacas luminosas, homenajeadas, no carnívoras ni convertidas en bisteces. Son eso: vacas, inofensivas, artísticas. ¿Qué puede haber de malo en ellas? Quizá, en todo caso, de nuevo lo banal: punto de cruce cultural de todo capitalismo. Habiendo ocultado a toda costa el hecho de que un trabajador debe ofertar su tiempo de vida a cambio del sustento de la familia, la diversión se deja para la búsqueda de lo bonito o, en todo caso, de lo entretenido. Y el artista, que ha sido condenado a una doble función como bufón y ejemplo de quien peligra por atreverse a ejercer sus subjetividades en un lugar en el que la industria cultural las fetichiza para el mercado, debe reducir su actuar a los espacios establecidos, y a aceptar las migajas de un “buen” empresario que lo usa para vender su marca en millones y anunciar… leche. ¿Una muestra más? Acá esta joyita: en estos días, caminando por la zona, encontré la vaca con la que participó la Selección Mexicana de Futbol (¡!). Se trataba de una que portaba la camiseta oficial usada por los jugadores. La pieza se llamaba “Locos por el arte”. Y pensé, sin mucho esfuerzo, que un título que describiría de mejor manera la conformación perversa que ahí se desarrolla, podría sustituir la palabra “Locos” por la de “Tontos”. ¿Alternativa? Vandalízalas. Ponte un pasamontañas y actúa en grupo. Ráyalas con consignas y dibujos impúdicos. Conviértelas en un baño público. Haz verdadero arte.
4.- Asunción de la Virgen María, Señora de los Rostros Múltiples (y su vertiente política)
No es la Señora de los Rostros Múltiples, claro, pero podría serlo. Eso pasa con las deidades populares: que ganan piso y se vuelven muchas cosas a la vez. Su virtud consiste en que, a pesar de poseer significados contradictorios, pueden soportarlos todos. Y es el creyente diferenciado quien elige en qué quiere creer. De cualquier modo, la liturgia católica le atribuye unos poderes, que ya quisieran muchos superhéroes, a una vigorosísima virgencita que tiene la facultad de ser amiga hasta de los agnósticos. Y es que, si nos detenemos un poco en ello, su figura es más política de lo que se puede imaginar. El de su asunción, por ejemplo, es un dogma que dice que la Virgen María, al finalizar su vida en la tierra, fue llevada al cielo en cuerpo y alma. ¿Así, o más sorprendente, curvilínea y elocuente? Se celebra el 15 de agosto como uno de los eventos significativos en el calendario litúrgico católico en muchas partes del mundo. Eso, digamos, es lo que habrá que atender con cuidado. La Assumptio Beatae Mariae Virginis fue oficializada como un dogma de fe por el papa Pío XII, cediendo a las presiones ejercidas a lo largo de varios siglos. Unas de las primeras vinieron de los evangelios apócrifos, llamados así debido a que no eran reconocidos como parte de las sagradas escrituras, pero que tenían un formato similar. Lo interesante de ello es que ahí se muestran ya diferencias interpretativas que denotan disidencias. Porque todo aquello que no es el dogma, lo define en su posibilidad de afirmación, o negación. Y ¿qué pasaba si se terminaba por aceptar que la Virgen María poseía un carácter de radical divinidad? Que se volvía otro tipo de representante, con una agenda que se presta a la exégesis sectaria de los fieles. Nuestra Virgen de Guadalupe es, sin duda, un logrado resultado de ello. En México podrás no creer necesariamente en ningún dios, lo cual puede no afectar la fe que se le tiene al signo guadalupano. Su participación a modo de emblema de las gestas revolucionarias la implica como símbolo de resistencia cultural a las imposiciones ajenas a las populares. Y, por eso esto: las mil caras de una divisa poderosa comienzan con un reconocimiento presionado por las masas. Lugo, contrarrestar la fuerza del dogma, se hace atendiendo a las mil celebraciones apócrifas que, con el paso del tiempo, se vuelven oficiales. Así, por ejemplo, la fiesta de la Virgen de la Asunción se lleva a cabo en San Pablo Zoquitlán, una comunidad indígena ubicada en la Sierra Negra de Puebla. Y estaremos en lo correcto al pensar que ahí la interpretación del dogma seguramente no será lineal, sino llena de escisiones rayanas en la apostasía. El ritmo de la cultura está marcado por tales altibajos profanos, en los que definitivamente vale la pena participar.