
Estábamos instalados en la segunda parte de la década, un sinfín de acontecimientos ya nos habían abrumado y 1987 seguía con cambios drásticos. En el primer semestre nos habíamos ido a Av. del Imán, en la unidad del Infonavit donde empieza Av. Aztecas, en Coyoacán. La novedad, lo precario: en un cuarto nos instalamos cuatro niños. Mi primo Alejandro, un carpintero muy capaz, se las tuvo que ingeniar para idear una litera de tres camas, una empotrada arriba sobre la pared del frente, dos abajo en paralelo y la cuna. Los muebles ya eran pocos y adecuados para un pequeño departamento, estábamos en un primer piso, era muy blanco, como un limbo pernicioso que me resultaba muy incómodo. El tiempo corría más rápido, pues seguíamos en la misma escuela y debíamos ir en metro a la Del Valle, teníamos menos tiempo para espabilarnos y desayunar. El Metro CU ya era nuestro nuevo referente.
Mientras, el país tenía su propio policía karmático.
Cárdenas* en 1987 aprovechó la realización de la XIII Asamblea Nacional del PRI para insistir en su propuesta de que la candidatura presidencial del tricolor fuera votada por la base militante del partido.
La batalla por la candidatura se dio y se resolvió en esa Asamblea Nacional porque Salinas, como operador del proyecto de De la Madrid, acaparó la presidencia de todas las comisiones y evitó que el grupo cardenista tuviera espacios de proyección de sus propuestas. La victoria de Salinas fue contundente: el plan de gobierno que habían redactado economistas progresistas del postcardenismo fue tirado a la basura y en su lugar se colocó el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988 redactado por Salinas.[i]

En esa unidad habitacional se podía jugar, pero era un ambiente diferente; tan era así, que alguna vez hubo navajas de por medio y sin juego. La infancia ya era afilada, algo cruenta y con la carne viva al momento de interactuar. Los enemigos de carne y hueso también eran una novedad. Sin darme cuenta, la realidad se fragmentaba con residuos de alquitrán salino, en enojo, en desorden anímico del pasado reciente y ese presente se dilataba mucho más ácido. Mi padre ya había entrado a trabajar a Bimbo, y en el segundo semestre del 87 nos avisaban de otro cambio, nos íbamos en el otoño al tres veces heroico puerto de Veracruz. Estábamos en un flujo errante, sin consideraciones, sin preguntas y con un desplome de la bolsa mexicana de valores a la vuelta de la esquina. El crack bursátil y la inflación no daban tregua al país y, claro, a nosotros.
En medio del río democrático y el encarecimiento de casi todos los insumos, el 14 de octubre el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) registraba a Cárdenas como candidato a la presidencia de la República. El país en plena crisis económica y nuestra modesta historia iban de la mano.
El 19 de octubre de 1987, las bolsas de valores, incluida la mexicana, colapsaron, debido a una caída sin precedente de los precios de las acciones cotizadas en dichos mercados. Esta circunstancia convirtió en pobres a muchos accionistas de la noche a la mañana. [ii]

Veracruz
El otoño recién estaba en movimiento, nuestra mudanza era el comienzo de un tipo de rehabilitación parca, alicaída, sin vítores. Al fondo el olor penetrante al mar del golfo en el ambiente fue la primera gran impresión. La sal marina nos inundaba por todos lados, era parte de la humedad que llenaba los poros de sudores nuevos, de colores que a pesar de ser recientes para nosotros, en su contexto pudieran ser viejos, históricos. Recuerdo el ocre secular, delineado en crema de las calles, los cielos enormes, azules, sin finales citadinos; las palmeras en hileras cuneiformes, los huancaxtles, altos, verdosos. Las casas del centro de la ciudad, blanquecinas, vaporosas, siempre testigos del paso del tiempo en relatos porteños que aún se siguen contando.
Nos instalamos en una casa de principios de siglo XX, en la calle de Antón Alaminos, Fraccionamiento Reforma, a cinco cuadras del Malecón. Una barda pequeña y blanca nos separaba de las olas verdes, también pequeñas, templadas. Ahí, después de muchos meses, podíamos respirar en cierta tranquilidad. Nos adaptamos rápido y logramos pasar en una larga exhalación a 1988, claro, después de cantar “la rama”[iii] para pedir “aguinaldo” entre los vecinos.
“Hola buenas noches, ya estamos aquí,
aquí está la rama que les prometí;
que les prometí venir a cantar,
pero mi aguinaldo me tienen que dar.
Naranjas y limas,
limas y limones,
más linda es la virgen
que todas las flores”.
Los nuevos aires nos permitían reconocernos sin mucha fatalidad, sin mucho esmog, a pesar de la tristeza de mis padres ante el derrotero de los últimos meses. Dentro de la recuperación, tuvimos que vivir en una nueva austeridad, ante las deudas adquiridas, por algunas semanas solo comíamos arroz y enfrijoladas. Parecíamos flotar a diario en la sensación de que íbamos a tardar para retomar confianza en lo general, pero teníamos a nuestros nuevos amigos: el mar y su inseparable horizonte.
Las costumbres, las relaciones eran diferentes. Llegamos a una escuela religiosa donde las fiestas patronales eran un asunto de preparación y logística que yo consideraba demasiado fastuosas; obvio, para una institución católica del interior del país debía ser así. Fue mi primer y único encuentro con los Legionarios de Cristo, quienes andaban buscando nuevos feligreses en medio del alumnado para eventos varios, con la promesa de asistir a la visita a México de Juan Pablo II en 1990.
Cuando me invitaron me parecía buena idea integrarme en este nuevo mundo, y fui a una reunión donde nos explicaban algunos requisitos para poder entrar al grupo. Nada fuera de lo normal, pero mi abuelo Gaspar, que algo sabía, instó a mi madre a no dejarme entrar bajo ninguna circunstancia, y así fue. A la larga supimos de manera atroz por qué.[iv]
“Los reclutaba según las instrucciones que había recibido de la Legión: tienen que ser de buenas familias, guapos e inteligentes. O sea que los feos no son material para los Legionarios”.[v]
Nuestro primer carnaval lograba despertarnos; primero, la quema colectiva del Mal Humor: incendiar 1987 me parecía una buena idea para escapar del pasado reciente. Después, en televisión estatal, la coronación de los reyes del carnaval, que eran elegidos a través de los votos que venían impresos en los principales periódicos del estado. Ubico al Dictamen como nuestro referente impreso en la casa. El “rey feo” era el chivo expiatorio de todo el festejo, el bufón cínico y la víctima del público enardecido, quienes buscaban en él a su Coliseo, a su Plaza de Toros, y poder ejercer así su escarnio milenario, siempre violento, dictador.

Las comparsas, los disfraces y los carros alegóricos inundaban con música en vivo las calles aledañas y el Malecón; cerraban el paso vehicular para colocar sillas, gradas de madera y un estrado en algún punto cerca del centro de la ciudad, donde estaban los funcionarios municipales, así como los reyes del carnaval. Las bailarinas con mallas de talle largo y telas pequeñas que simulaban faldas cortas, lograban en su empoderamiento ser apariciones de goce, de un encanto tribal único, en medio de las tardes azul violeta del puerto.
El 19 de febrero de 1988 ocurrió un paso importante en la construcción de la futura unión monetaria europea: los ministros de finanzas de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) acordaron reforzar el Sistema Monetario Europeo (SME) y darle un papel más sólido al ECU (European Currency Unit / Unidad Monetaria Europea).[vi]
En la escuela, propiamente en los recesos, pude observar cómo la religión permeaba en muchas de las actividades en el Instituto Rougier, colegio fundado en 1961 por la congregación de las Hijas del Espíritu Santo. Las monjas ejercían su liderazgo en la comunidad escolar sin ningún pudor y observaban detenidamente el comportamiento de los alumnos, ya que muchos niños de la clase media alta o alta del puerto estaban inscritos ahí. La cooperativa era operada en su totalidad por ellas, creo recordar que ahí aprendí a comer las tradicionales picadas rojas. Al lado, estaba una pequeña biblioteca, donde, en las paredes, los cuadros sólo tenían imágenes religiosas, de los cuales no lograba calibrar los personajes o su utilidad, quizás no quise hacerlo. El uniforme nos ayudaba a mis hermanos y mí a pasar desapercibidos ante nuestra nueva circunstancia. Aunque también me ayudaba “algo” que solía escuchar por parte de los jarochos: Tú no pareces chilango. Esta frase pude entenderla hasta hace algunos años, era mi falta de malicia que pareciera ser algo natural en algunos capitalinos.

La fiesta de Pentecostés en el Instituto fue un paradigma en medio de mi “depresión” infantil. Telas largas naranjas y amarillas tiraban del tercer piso hacia la explanada del patio, se abrían del centro hacia las paredes de los lados, ofreciéndonos a la vista un tipo de túnel espiritual, festivo. Mis compañeros parecían ser muy felices ante el comienzo de las actividades anuales de la iglesia; yo, entre las sombras de los telares, el confeti, la música y las sonrisas infantiles del Fuego Nuevo, traté de acompañarlos en el disfrute, no sé si lo logré, pero sin duda es un buen fotograma de mi infancia.
Buscando opciones para divertirnos, a diferencia del miedo imperante en el Distrito Federal por ir a cualquier en actividad en familia, por obra de la circunstancia, pudimos ir a los juegos de los recién ascendidos Tiburones Rojos. Los rosarinos recién llegados: Comas, Bauza y Omar Palma, nos daban un muy buen espectáculo en medio del histórico estadio Pirata Fuente. El rojo imperante en su circunferencia, la brisa del mar dando volumen y fuerza al ondear de las banderas eran un marco que me ayudaban a olvidar el trasiego personal.
Aunque nuestra vergüenza nacional llegó al límite con la llegada de los cachirules en la selección sub 20. Rafael del Castillo, presidente de la Federación Mexicana de Futbol en aquel año, había alterado las actas de nacimiento de algunos jugadores, fue descubierto y el sueño de ver a México en Italia cayó estrepitosamente. Nuestro futbol daba cátedra de la corrupción imperante en el país.
Las alteraciones de documentos llegaron a un final tajante el 20 de abril de 1988, con las revelaciones de los periodistas y el 20 de junio de ese mismo año, México recibió la sanción de la FIFA. El fax era claro: el país quedaba suspendido dos años de los mundiales de categorías juveniles. La sanción iba más allá: México quedaba descalificado del Mundial de Italia 90.[vii]

Por si fuera poco, todo el país estaba a la expectativa de la próxima celebración de las elecciones presidenciales, que han sido un punto de inflexión en la historia democrática de México. Cárdenas allanaba un terreno todavía poco fértil en una oposición competitiva, pero su calibrar en el camino para ser candidato de la izquierda era un marco novedoso, casi pulcro, solo porque ahora entendemos que el único camino para una oposición relativamente fuerte era a partir de una escisión del PRI. Sí, era la única escuela política con oportunidades para trabajar en la gestión de la administración pública hasta ese momento y, claro, lo que esto significase en el sacrificio de la ética radical de cualquier burócrata.
La madrugada del 3 de julio de 1988, en una calle de la colonia Merced Balbuena en la Ciudad de México (CDMX), la vida de Francisco Xavier Ovando y su asistente Román Gil fue trágicamente segada. Ambos fueron hallados sin vida en un automóvil, víctimas de un asesinato que conmocionó al país y elevó la tensión de unas elecciones presidenciales ya marcadas por la desconfianza dentro de la historia política de México.[viii]
En medio de un ambiente enrarecido por la muerte de dos colaboradores cercanos a Cuauhtémoc Cárdenas a pocos días de la jornada electoral, llegamos al 6 de julio, cuando más de 50% del electorado ejercía su derecho, resultando en todo su proceso una jornada para el olvido. A las 19 horas deberían haber salido los primeros resultados, pero no fue así. Ante la expectativa, un comisionado de la entonces Comisión Electoral Federal informó que el sistema se había “caído”.

Rosario Ibarra, Maquío y Cárdenas entonces acudieron a la Secretaría de Gobernación para denunciar las anomalías de los comicios y señalaron que se estaba llevando a cabo una manipulación del resultado electoral a partir de las fallas en el sistema de cómputo. Bartlett no quiso escucharlos y al poco tiempo dictaminó la victoria del candidato oficial del PRI.
“Estoy convencido del triunfo de mi partido. El mundo tendrá que reconocer este ejemplo que dieron los mexicanos en esta jornada democrática, al acudir a las urnas y conservar la paz y la tranquilidad”, afirmó el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, el 7 de julio de 1988.
Amanecimos con una democracia abatida y con un futuro próximo con un mal sabor de boca, no entendía mucho de política, pero sabía que había un disgusto por la idea de la corrupción en general. Aún conservo esa sensación casi inocua, a veces hasta infantil, pero que me ha ayudado en algunas ocasiones a discernir en momentos claves de mi vida.
En ese año ya me tocaba entrar a la secundaria y entonces me inscribí a la Escuela Técnica Industrial No. 26 en el turno vespertino, y el segundo semestre del año lo pasé aprendiendo a bailar salsa en las tardeadas del plantel, y sin darme cuenta empecé a escribir. La maestra de Historia nos invitaba a hacerlo en un tipo de concurso para realizar un ensayo periodístico y ganarse algunos premios, yo quedé entonces en tercer lugar y me gané un escritorio. Sí, fue un año más dulce que agrio, y aún teníamos un muro en Berlín que dictaba el poder decidir caminos, aunque eso pronto acabaría…

[i] Carlos Ramírez (13 de febrero de 2022). De Tapados y Destapados: La sucesión de 1988, Indicador Político.
[ii] Clara Zepeda (20 de Octubre 2022). El crac del 19 de octubre de 1987 esfumó millones en unos segundos. La Jornada.
[iii] “La rama” es una tradición navideña que nació en la región del estado de Veracruz, sin embargo, es representativa también de los estados de Oaxaca, Guerrero, e incluso se extiende hasta Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán.
[iv] Redacción El Universal (7 de enero de 2020). “Legionarios de Cristo, quiénes son y por qué los investigan”, El Universal.
[v] Erick Moctezuma (5 de agosto de 2025), “’De buena familia, guapos e inteligentes’; así reclutaba niños Marcial Maciel para abusar de ellos”, El Universal.
[vi] Unión Económica y Monetaria. Banco Central Europeo. ecb.europa.eu
[vii] “La dura lección de los ‘Cachirules’”, 22 de junio de 2013, ESPN.
[viii] Anel Rangel (17 de noviembre de 2024). “El hombre que pudo evitar el triunfo de Salinas de Gortari”, Revista El Quinto Poder.