
Diosas y dioses representando toda maravilla, cada emoción encontrada y también miles de fatalidades y miedos. Lo humano tiene —por fortuna— todas las formas posibles, y no solo unas cuantas dictadas por cualquier doctrinario convencido. Así, el mes que nos guste es regido también por infinidad de deidades, que son ideas de aquello que, a pesar de no poderse enunciar, sí es posible representar. Mayo está ahí para dar cuenta de ello: Maia viene de una figura antecedente llamada Bona Dea, extraña entidad del panteón romano, quien rondó los siglos I y II luego del supuesto nacimiento de Cristo. Se trataba de la fuerza femenina de la fertilidad. Se dice de ella que representaba también lo pudoroso, aunque yo en estos casos descreo de las interpretaciones moralizantes para hablar de tales atributos, pues lo puro o lo impuro son valores negociables en el tiempo. Si la fertilidad puede realizarse solo en el coito, creo que más bien detrás de su figura se encuentra el deseo. A pesar de que, por ejemplo, se dice que los ritos a su favor solían llevarse a cabo en un templo ubicado en el Monte Aventino, se le adoraba a la vez de manera privada.
“Maia Maiestas” —Maia la Grande— para los romanos implicaba también la salud y la curación, por lo que solía representársele con una serpiente. Maya —Maia— quiere decir en griego “la pequeña madre”, siendo una de las Pléyades, hijas de Atlas y Pléyone. Se trata de la primavera que acecha, como prueba de la transformación. Un cuerpo pudriéndose dará, a pesar de todo lo acontecido para su caída, nuevos organismos que crecerán más allá de ninguna razón moldeable. Lo que nace se gesta en mayo, a la vez que el desarrollo de la conciencia, que no es más que el asomo de otro ser intentando hilar ideas que le den sentido a lo incognoscible. La curiosidad de aquello que nos antecede y precede, a pesar del miedo que puede provocar el saber. Hölderlin lo previene en su poema Patmos: “Allí donde crece el peligro, crece también lo que salva”.
Así, la “maldita primavera” aparece para desmentirnos: “¿Cómo es posible que estén tan felices ante lo que solo puede provocar rabia?” —preguntará el ingenuo. Porque la sangre hierve al calor del sol y de sus ritos de ebullición. Los adoradores de lo concreto terminarán sus días sin entender, pero sobre sus tumbas bailarán los adolescentes que, escapando de los bombardeos, fornicarán ahí cuando llegue la noche, pues ¿cómo podrían regular lo que impulsa su deseo? Ese es el triunfo frente a la muerte, ante el que la madre universal —la no moralista ni fetichizada—, sonreirá oculta tras los oscuros bosques.
Eugenio Montale tiene un hermoso poema que dibuja la mirada atónita de lo humano al pie de lo ilimitado y su abundancia. En Ex voto, nos dice:
Entiendo
tu terca voluntad de ausentarte
porque es así como se manifiesta
tu magia. Múltiples son las astucias
que yo advierto.
Así, muchas “astucias” del vacío son llenadas por los ritos solares. Y posiblemente esas mismas fuerzas sean las que organizan las potencias del cambio. Mayo también es recordado por los movimientos que intentaban modificar la estabilidad de las cúpulas. Dos referencias adicionales. Una, el poema del ecuatoriano Jorge Enrique Adoum: “Mayo de 1968 (siglo XXI)”:
Huelga general, descontento en el paraíso, semanas como un domingo de siete días
en las que no se puede hacer sino el amor y hacer la guerra
o andar sin objeto […]
Y esta joya de los Rolling Stones relacionada con las revueltas de mayo: “Street fighting man”:
Gritaré y gritaré, mataré al rey
Criticaré a todos sus sirvientes
[I’ll shout and scream, I’ll kill the king
I’ll rail at all his servants]
La felicidad de los sacrificados: el día de la Santa Cruz y del Albañil
Se dice que fue el día en el que se localizó la cruz de Cristo. Sería Santa Helena, madre del emperador Constantino, quien la hallaría en Jerusalén tras las excavaciones en el Monte Calvario. Su nombre litúrgico es el día de la Invención, por el latín invenio, que significa descubrir. Aunque, ya se sabe que todo rito oficializado posee remembranzas y vestigios de otros antiguos y ocultos. Con regularidad se sostiene que esta celebración es el manto que cubre un rito pagano llamado la fiesta del Árbol de Mayo. En Roma, por ejemplo, un pino era decorado con flores y cintas y llevado al templo de Cibeles. En muchas otras tradiciones los troncos eran (son) también adornados y colocados ante las puertas de las iglesias. Todo ello es la manifestación de un patrón de fertilidad, que posiblemente emula a falos preñadores de la tierra. En México el 3 de mayo se celebra también el Día del Albañil bajo el mismo nombre y respeto a la cruz, honrando a quienes ofrendan su cuerpo y vida a la dura tarea de levantar los templos que guardarán las costumbres de la modernidad: casas y edificios que representan la coraza y las ideas de la necesidad ocultas tras el simbolismo de lo cotidiano. Mistificación más allá de la funcionalidad, en el lugar de la pura concesión: la cruz es, justamente, decorada con flores por el gremio, como remembrando aquellas celebraciones arcaicas en honor a los árboles. Ninguna fiesta mejor que esta. Gran peda universal entre ladrillos y cemento, una comilona para la que a veces no se necesitan cubiertos. Solo mucha tortilla, buen Bacachaca y cigarritos de tabaco o María, antes de volver a las montañas conurbadas en las periferias.
Si todos los días fueran día del trabajo, y no solo laborables…
Al 1° de mayo no se le puede olvidar, porque en el trabajo y su remuneración se recrudece la vida de todo ser humano. Si, como dice Marx, eso es lo único que puede generar plusvalía debido a que es en él que el valor de un objeto se crea, hoy la cosa pinta mal en la sofisticación de la máquina. Y es que en la diferencia entre el salario pagado y el valor fundado por el trabajo se potencia la muerte de todo trabajador. Siendo ello la esencia del capitalismo, el empresario dueño de los medios de producción objetualiza los procesos a niveles de máxima eficiencia, lo cual conduce a los cuerpos hacia su radical cosificación. Y ahí la constante fatalidad moderna: aquel tiempo necesario usado para la creación de bienes mediante operaciones seriadas en las que todo trabajador gasta su vida, es irrecuperable. Muerte, pues, del espíritu. Porque no solo se trata de su dispendio material, sino de la incapacidad para imaginar lo otro, aquello que antes era lo mismo: la realidad en el rito y el mito hoy es tratada como sueño o, peor aún, como ilusión. Ahí el problema con el materialismo llano, inhábil para figurarse que lo que el trabajo pospone es la práctica de lo vital más allá de su función. Es ese el delirio de los pueblos, su opio: el derecho a la dignidad implica, en realidad, la apropiación del tiempo. Y, la maquinaria moderna que ilusoriamente nos liberaría del trabajo, posee un grandísimo problema: se ha robado el conocimiento de la realización de toda labor socialmente necesaria, para dejar en la calle al trabajador que ya ni siquiera podrá ofertar su fuerza si así lo necesitara. Post-trabajo, que le llaman. De ese modo el antiguo proletario, ¿estará condenado a mostrarse en un Only Fans infinito para poder sobrevivir?

Día del puntal de la cultura
Más precariedad ahí donde se encuentra el difusor de conocimiento del mundo. Los maestros son los transmisores de las “verdades”: aquellas que han sido fabricadas para dotar de sentido a la realidad. Para mí los buenos y comprometidos con la sensibilidad de sus aprendices son figuras de respeto y cariño. Pero la enseñanza vicaria que los malos maestros me han brindado es altamente ponderable. Los más autoritarios, los necios y desmedidamente crueles muestran también la verdad. Ser o no ser, siempre ahí el dilema. Pero lo que no se es, o no se quiere ser, juega un papel especial en eso que sí es posible mediante la aclaración del ánimo. Sin contrincantes no habría dialéctica, y en la observación del mundo también está la renuncia al poder y sus artificios. ¿Festejarlos el 15 de mayo? Sí, ¿por qué no? Gramsci nos dice que como medio para derrocar a las hegemonías culturales, quienes llevan la batuta son ellos, pues en su conciencia y técnicas de transmisión está la posibilidad del desarrollo de la inteligencia crítica. Uno solo de ellos que se arriesgue a moverse del centro donde se encuentran los hábitos de enunciación, mostrará la viabilidad que hay para mantener una gnosis diferenciada del mundo. Así, la defensa de su independencia es vital para los porvenires de los nuevos ciudadanos, que no la tendrán fácil.
Plaza de Mayo y el día de las madres (buscadoras)
Particulares paralelismos. Más allá del lugar común que suele separarnos en idiosincrasias basadas en el prejuicio, lo humano tiene siempre una fuerza que también enseña a amar, a pesar de las distancias y las vicisitudes. Y acá, dolor de dolores, encontramos un hilo con aquello que ha sido un símbolo de resistencia y coraje para el mundo. Las madres de la Plaza de Mayo en Argentina hallaron, desde la fragilidad y el malestar, un espacio para la confluencia. Y en plena dictadura, cuando los torturadores estaban aún martirizando los cuerpos, las mujeres de pañoleta comenzaron a reunirse para mostrar la pesadumbre provocada por sus hijos desaparecidos. ¿Dónde es posible esconderse, sino en aquello que parece inofensivo? Si bien una vez declarado el estado de sitio fueron expulsadas, ellas regresaron luego de una peregrinación, adoptando el característico pañuelo blanco que aún hoy usan. Porque a pesar de que la democracia regresó a su país, continuaron sus labores, exigiendo castigo para los militares que habían consumado las desapariciones. Si una madre no ha de desfallecer ¿qué puede seguir haciendo en esas circunstancias? 10 de mayo. Pensemos ahora en las madres buscadoras mexicanas, rascando con palas y uñas la tierra para localizar al menos un hueso del hijo desaparecido víctima de un aparato criminal incrustado desde hace décadas en muchos escalafones del Estado. El abismo en el estómago tanto si lo encuentra como si no. Un manto negro debería cubrirnos al pensar en las madres que acá, a diferencia de lo que ocurrió en Argentina, son asesinadas luego de tales búsquedas infructuosas y de pedir justicia sin ser del todo atendidas y escuchadas.

El 31 de mayo Porfirio Díaz deja México
Ser de aquí o de allá. No ser de ningún lado. La patria es una idea abstracta que le da rumbo a nuestra aparente libertad cuando nacemos. Porque, en realidad, llegamos al mundo atados y vinculados a quienes nos dan de comer. Y eso no está necesariamente mal, si no nos creemos del todo el cuento del respeto absoluto a las ideologías familiares. De cualquier modo, ¿quién nos enseñaría a usar una cuchara sin ello? Sin embargo, hay casos paradigmáticos. Cuando visitaba el cementerio de Montparnasse en París, me encontré con el pequeño mausoleo de nuestro dictador más renombrado. Y me sorprendí al asomarme a su interior de que hubiese gente que aún hoy y en ese lugar le llevara banderitas mexicanas o imágenes religiosas. Más allá de las mitologías del mal, en el país que se inventó el conservadurismo la cosa estaba hecha. Lo único que extraña es que, ya sea como símbolo de fatalidad o de su personificación como ogro histórico, lo que hay detrás de ciertos personajes es su capacidad que tienen para producir muerte. Por eso su potencia es polivalente y de fuerzas en constante transformación ante las cuales no hay que descuidarse. Todorov dice del símbolo que es un signo que no agota su sentido en una única interpretación. Porfirio Díaz, más allá de la persona, representa al monstruo de lo político en el corazón de lo mexicano. Y aquellos que le alaban en su cripta son otros tantos Díaz que, en aquel país del anciene regime como en éste, desean hacer pasar su razón como si fuera divina fuerza pura y salvadora. ¡Puagh! En política o en cocina, en gimnasia o en magnesia, los dictadores se sobreponen a la verdad colectiva para imponer su ley. Y semejantes personajes, aunque no deberían habitar ninguna tierra, al menos en el destierro están mejor. Por eso este día sí debería ser de celebración.

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