Escrito a caballo entre el ensayo y algún remanente dramático, este libro es una exploración sobre el imaginario escénico en sus excesos, límites y deseos. Es un recorrido singular donde se nos invita a transitar los múltiples espacios y las diversas formas que lo escénico puede tomar.

1.

El caso es, amigo querido, que me encuentro en un debate con y contra mí. Ya sabe qué ofensivo resulta cualquier conflicto ajeno; a ojos de algún sentido común, nada que cualquier disciplina no pudiera curar, proveer, resolver, restituir. Pero no, ni tanta buena voluntad.

Tendemos a distancia —cualquier acontecer ajeno se juzga previsible, le presume legible—, una entre tantas estrategias por y para defender. Afanados articulamos enseguida: resistir la magnitud de aquello que nunca llegaremos a controlar. Habrá que decirlo alto: aquel ver que asociamos a imaginar también implica ilusión de poder. Y sí, no sólo me sentí tentado, culpé de lleno a lo que fuera —cotidiano, divino; suya cada responsabilidad—.

Tampoco diré que me hace gracia; hablar de mis tropiezos, en cualquier momento derivarán aje- nos. Mil coartadas, ya ve usted; y son más eficaces cuando las articulamos como personajes sin reto —encarnaciones a medida, instrumentos de combate plenamente funcionales, dramáticas auto contenidas, complacientes; situaciones a modo—.

Presencias que ejercerían el trozo de voluntad que cándidamente evadimos —se equivocarían por nosotros y en nuestro favor; se harían cargo del peso de cada venganza porque, ahí sí, coincidimos, seríamos pobres, limitados, ciegos—. A distancia tendemos. Extraña viabilidad; obstinada economía cada espectacularidad. Así nosotros, tan entretenidos. Raro placer.

Me apresuro, lo sé —ansia mía, embotado sigo, lucho; contenerme, conducirme, sorprenderme—. Si algo resta de aquella vieja paciencia, empatía, me gustaría insistir con usted. Lo invito a divagar alrededor de curiosidades parecidas, conflictos a dos dimensiones —polarizados, polarizantes—, caída de largo espectro.

Ya hace tiempo estoy seguro, ningún imaginar es vano. No importa si apenas se le asocia a la capacidad de aparecer esto como aquello, nunca es un ejercicio que se corresponda exclusiva y soberanamente a soledad. Su solo hacer ya presupone elección —sentido, desplazamiento, roce—, relación en potencia. Silencio para los demás, ocio, cada trenzado se corresponde a intersección. Alguna que aún no entiendo o sospecho.

Transcurrir, callar, disimular. Entablar o evitar relación, eso también. Intención —forma contemporánea de la acción, margen de posibilidad—. Me descubro en situación —lo sabía, intuí—, me compete. Priorizo repentinamente: un equilibrio que no preví. Quede así, por ahora, sin juicio ni validación: conflicto por vivir, por venir. Cada particularidad, borde performativo —deriva en situación, disyuntiva—, combinación articulante; a ella contribuimos, así resistamos. Capacidad o torpeza, aquello que imaginamos se exteriorizará también; ya colindamos relación.

Deriva, proceder que no identifico cercano ni propio; es probable que tampoco entienda por qué regreso y repito. Vértigo, orilla del comportamiento. Emergencia, borde por explorar, ¿soy este que apenas reconozco? Ya ve usted qué pregunta. Capacidad sorprendida, fuerza de aquellos que aparecerían lejanos, inaccesibles; estrategias adaptativas —puesta en prueba, ensayo—. Situación que finalmente concertamos; lucha a ciegas. Iniciar apenas; burdos, expuestos, conflictos aflorantes — los habríamos heredado, negado, sublimado—, traficantes. Imaginar borboteante, larga herramienta de convivencia.

Es lo que alcanzo a este momento, imagino enganches, nudos, falsas partidas; a ellos contribuimos ahora mismo —no sé— a continuar, fastidiar, emplazar, redundar, criticar. Asumo, amigo mío, que, como palomita de San Juan, de tantas vueltas al foco, acabaré por quemarme; no lo retraso más: me inquieta la deriva en la que resultamos imaginarios, imaginantes. Zozobras; una que todavía me motiva. Aunque parezca extraño, esta deriva es uno de mis soportes; igual le parezco ingenuo.1

_________________________________________________

1 Sirva esta nota como advertencia a la edición. Y es que así la encontrará, repartida en el camino de lectura. Conscientes de nuestro rol, procedería un prólogo —anuncio, guía—, introducción al caso que nos convoca, optamos estrategia, una que permitiera al lector el tipo de sorpresa que el material produjo en nosotros y en los voluntarios que amablemente lo revisaron entonces, cuando todavía lo creíamos roto, en desorden. Suponemos que los documentos que aquí le acercamos provienen de la misma pluma; fueron encontrados en botellas y en la misma orilla: una playa que el náufrago creyó su isla. El buen trato del hallazgo permitió una exploración cuidadosa de la documentación y del sitio. Poco a poco encontramos que la disposición de las botellas sugería algún patrón de lectura, el recorrido que finalmente arriesgamos aquí. Vendrán segundas ediciones, nos retarán —lecturas deslizantes—. A nuestra postura le sobreviven dos preguntas, cuerpo a la movilidad de ésta —convengamos— primera segunda trama, ¿por qué nuestro náufrago no arrojó —envió— sus botellas al océano? O, todavía más inquietante, ¿es que las recibió? ¿Quién es el destinatario, finalmente? ¿Por qué organizó su archivo así, en aquella orilla? La sugerencia queda abierta y sigue atractiva: posibilidad narrativa, situación en juego derivante, casi dramático.

* Gracias a la autorización de festinalibros reproducimos un fragmento de este libro.