Conocí a Arcángelo Constanti en el año 2009, cuando de la revista en la que trabaja me asignaron entrevistar a la artista rusa Olia Lialina, una pionera del net.art que, entre otras obras, creó en 1998 la primera galería virtual dedicada exclusivamente a la venta y coleccionismo de este “nuevo” arte. En ese tiempo, Constantini era el curador del proyecto Arte en red cyberlounge del Museo Tamayo.
A partir de ese primer encuentro, las obras de Arcángelo Constantini empezaron a llamar mi atención por su interés en el código, los dispositivos electrónicos y las interfaces digitales, que lo hicieron uno de lo pioneros del net.art en México y que tiempo después lo llevaron a desarrollar proyectos más complejos. Uno que recuerdo especialmente de esa primera etapa se ocupaba de imágenes pornográficas de la red, en el que el usuario hacía un develamiento por medio del mouse. De esa época también es Bakteria.org, un proyecto que sigue en proceso, y manifiesta su preocupación por el dibujo, las redes y la biología artificial, adelantándose a temas que hoy son cruciales en debates sobre inteligencia artificial y ecología digital.
Desde esas primeras piezas digitales la obra de Arcángelo Constantini exploraba las posibilidades creativas de los medios electrónicos y analógicos, pues su interés no solo es sobre lo digital y sus implicaciones, sino también sobre los efectos de lo tecnológico en su uso y desuso, es decir, en las piezas posteriores de Arcángelo podemos notar una experimentación sobre el uso de la tecnología, el paso del tiempo y la obsolescencia.
Una constante en la obra de Arcángelo Constantini es el diálogo entre sonido y visualidad. En este campo, Arcángel comenzó experimentado con la señal de televisores al crear interferencias que se transforman en ruido electrónico y generan experiencias estéticas por medio de circuitos alterados y hardware intervenido como medios de producción. Dentro de estas piezas tenemos el proyecto Atari Noise en el que interviene esta primera consola de videojuego y mediante el hackeo provoca reflexiones sobre el juego mismo y el impacto de la tecnología en nuestra percepción sensorial.
Hasta febrero del próximo 2025, en la Fonoteca Nacional se presenta Chaos Surf: artefactos performáticos, la primera retrospectiva de Arcángelo Constantini en la que se presentan más de veinte artefactos sonoros que se exponen como acciones performáticas especulativas. Estos artilugios no son solo simples objetos, sino “instrumentos sonoros”, es decir, “herramientas” vivas cuyas posibilidades y comportamientos se exploran en el contexto de una improvisación dinámica y de la escucha.
En la exposición se exhiben las obras de más de veinte años de producción, así como los objetos sonoros que por sí mismos son estéticamente propositivos; vemos guitarras intervenidas, radios, grabadoras y otros aparatos de trasmisión hackeados por cables, sensores y tarjetas de sonido que mediante una consola (hecha exprofeso) nos presenta un video en el que el artista explica la concepción, el sonido y el funcionamiento del artilugio dándole vida a los objetos.
En esta exposición, Arcangelo Constantini nos invita a reflexionar sobre la arqueología electrónica para abordar la relación entre tiempo, memoria, progreso y sonido desde perspectivas poéticas y críticas. Sus obras no solo articulan las tensiones entre lo humano y lo artificial, también entre arte y tecnología, lo que abre nuevas posibilidades para imaginar futuros sobre nuestra relación con la tecnología y nos revela además de su importancia histórica en el arte contemporáneo mexicano, su capacidad para dialogar.